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Biomaslinic: envite a la constancia

  • La empresa fundada por un exdirectivo de banca y profesores de la Universidad de Granada ha invertido 10 millones de euros en I+D y una fábrica · Está a la espera de superar los trámites para que se permita utilizar en la alimentación humana el ácido maslínico y el hidroxitirosol en la alimentación humana · Ya se utilizan en la industria cosmética en España y empiezan a introducirse en Asia.

José Prados Osuna (con corbata celeste) con el personal técnico, de gestión y operarios de Biomaslinic.

“Hay que ser constante y desafiante”. José Prados Osuna resume con esta máxima la trayectoria de Biomaslinic. Advierte que hay que “contar la verdad” para que el emprendedor llegue a la calle sabiendo qué le espera, porque la clave es “aguantar”, dice. Él conoce en profundidad el significado de este verbo. Biomaslinic ha invertido 10 millones de euros desde 2004, fundamentalmente en I+D. Los frutos son todavía discretos a la espera de que la Administración autorice el uso de dos componentes procedentes del olivo y la aceituna en la alimentación humana. Calcula que todavía faltan tres años de trámites burocráticos, pero ese día se verá el resultado del desafío.

La historia de José Prados es inédita. No procede de la universidad, sino del sector financiero. Su primer acercamiento a la investigación universitaria tuvo lugar en la década de los 90 cuando el fenómeno del emprendimiento y las spin off no solo era desconocido sino que se observaba desde la academia arrugando la nariz. En 1995 forjó una alianza con investigadores de la Universidad de Granada que buscaba abrir brecha a través del manitol, un edulcorante que obtenían a partir de derivados de la aceituna. La idea era buena y era innovadora, pero la demanda estaba plenamente satisfecha con la producción de origen chino. El proyecto quedó en stand by. Sin embargo, en 2004 “la banca me liberó de ir a trabajar”, dice con retranca, y decidió recuperar la idea de invertir en tecnología. “Era algo que conocía porque había evaluado proyectos y había asesorado en su momento al rector Pascual Rivas que fue el primero en interesarse en llevar a la sociedad la investigación universitaria”.

En esos años la investigación universitaria había derivado hacia productos de mayor interés como el ácido maslínico y el hidroxitirosol, dos poderosos antioxidantes obtenidos de la aceituna con importantes propiedades para la salud humana.

Los universitarios y el financiero buscaron después capital riesgo, aportaron recursos propios, lograron ayudas del Gobierno y fondos Feder, y en 2010 se embarcaron en la construcción de una fábrica en el polígono industrial de Escúzar, en las proximidades de la capital granadina. Poco después, los fondos salieron de la sociedad para dar paso a la empresa familiar catalana General D´Olis i Derivats, que se hizo con la mayoría del capital, mientras Prados y los profesores universitarios se reparten el resto de las participaciones.

José Prados Osuna subraya la relevancia del trabajo de investigación básica realizado por los investigadores de la Universidad de Granada y del Instituto de la Grasa. “Fueron claves para indicar por dónde debía ir el producto y orientar también la investigación y desarrollo realizado después en la empresa”. A partir de ahí Biomaslinic ha tenido que ocuparse de los ensayos clínicos, de laboratorio y en animales para contrastar “para qué sirven y cómo se pueden utilizar” ambas sustancias y garantizar científicamente que no existe riesgo de toxicidad.

La firma ha desarrollado productos para los sectores de la cosmética y nutracéutica (productos naturales con acciones terapéuticas) que se comercializan en España y están empezando a introducirse en Asia, en la actualidad factura en torno a 300.000 euros y cuenta con ocho emleados pero todavía le queda dar el paso más importante, el que calcula que pondrá la empresa en órbita: entrar en la alimentación. En abril del año pasado cursó la solicitud a la agencia europea de seguridad alimentaria “para que nos permitan a utilizar un producto que ya está autorizado en el aceite de oliva”. Calcula que los trámites se prolongarán no menos de otros tres años. “El gran freno de la industria no es la financiación es la burocracia”. “Ayuntamiento, comunidad autónoma, administración nacional, europea, medioambiental, mundial... ” enumera. “Aquí es donde se estrellan las empresas innovadoras”.

“La mejor decisión que he podido tomar”, responde, “posiblemente haya sido taparme los ojos y tirar para adelante. El sufrimiento y el sacrificio es importante. Eso hay que decirlo y que la gente lo sepa, porque no todo el mundo está preparado psicológicamente. Pero también ha sido bonito”. Arrancar un proyecto en un campo como este con una perspectiva de retorno a tan largo plazo es “imposible” en opinión de José Prados si no se dispone de un socio que aporte capital o de ayudas públicas que respalden el arranque. No obstante, admite que la banca se ha comportado siempre muy bien, a pesar del rumbo de los tiempos.  

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