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Erasmus, freno y marcha atrás

  • La salida de universitarios andaluces cae por primera vez en la historia del programa de movilidad europeo · Las dificultades económicas de las familias se suman al desconcierto generado por los cambios introducidos este curso con ayudas del Ministerio de Educación y de la Unión Europea incompatibles entre sí, con diferentes requisitos y cuantías.

Antonio Pinilla, en el fiordo Bergsfjorden de la isla de Senja (Noruega). "Mi pareja, mi trabajo y probablemente mi futuro están en el país donde fui estudiante Erasmus", reconoce.

Juan Sánchez Arbos llegó a Odense (sur de Dinamarca) siendo un mero estudiante de Informática de 21 años. Regresó con trabajo y novia. “Hecho un hombre” confiesa ahora, cinco años después. Admite que su experiencia en la Universidad del Sur de Dinamarca le definió personal y profesionalmente. Frente a la abstracción y el teoricismo de los estudios que seguía en la Universidad de Málaga, se encontró en un centro “muy orientado a la empresa. Cualquier asignatura incluía un proyecto en grupo”, recuerda. Además, aquella escuela tiene un importante vínculo con Microsoft. “Había muchos cursos en los que veíamos su tecnología”. Ese rodaje fue esencial para que desde la localidad en la que nació Hans Christian Andersen pudiera gestionar las prácticas laborales que le aguardaban a su regreso. Su vida profesional posterior se ha construido sobre aquella experiencia.

“Ser Erasmus te abre la mente”, coincide Aura Cano a punto de terminar Psicología en la Universidad de Sevilla. El curso pasado lo realizó en la Universidad de Cracovia (Polonia). Se fue para cuatro meses pero nada más llegar, tal y como le ocurrió a Juan Sánchez Arbos en Dinamarca, tuvo claro que quería alargar la estancia. “De haber podido, habría seguido más tiempo”, afirma. En la ciudad polaca superó varias asignaturas de biología y neuropsicología, pero ese no fue el legado más significativo de aquella etapa, sino la experiencia personal: “Vivir sola en el extranjero, desenvolverte en una lengua que no es la tuya, estudiar en otro idioma. Es algo que todo el mundo debería vivir. Tengo compañeros que no habían subido a un avión antes de irse de Erasmus”, relata.

Resalta la oportunidad que le brindó la estratégica ubicación de Cracovia para conocer el corazón de Europa. “Es fácil y económico viajar, se tiene el tiempo y la compañía perfecta.Lo compartido, aprendido y vivido en esos viajes es indescriptible, incluyendo cruzar la frontera a pie hasta Ucrania para visitar Lviv días antes de que estallase el conflicto”.

“Conocer a gente diferente y una sociedad donde todo está muy organizado. Donde nadie toca lo que no es suyo, donde cada centro tiene el personal y los recursos que necesita”, resume Mariano Fernández un lustro después de hacer sus prácticas clínicas de Fisioterapia en la Universidad de Tampere (Finlandia). Todavía impresionado por el perfecto engranaje de aquella sociedad, subraya también el reto que significó vivir en otro idioma. “Al principio lo pasé un poco mal. Tenía el nivel del bachillerato pero sin usar, sin embargo, enseguida te das cuenta que no es para tanto”, recuerda.

“A día de hoy mi pareja, mi trabajo y probablemente mi futuro están en el mismo país donde fui estudiante Erasmus”, explica Antonio Pinilla desde Skaland, minúsculo pueblo de Senja, isla situada al norte de Noruega, en cuya escuela enseña Matemáticas, Naturales, Educación Física, y Comida y Salud a estudiantes de entre 13 y 16 años, así como Educación Física niños de nueve a 10 años.

Estudiaba Matemáticas en la Universidad de Granada y en el curso 2010/2011 recaló en la Universidad de Tromso como Erasmus. Desde el punto de vista académico aquella experiencia fue significativa para el aprendizaje de los idiomas: “Por un lado el inglés, que usé para cursar mis estudios ese año y me dio acceso a fuentes de conocimiento importantes para mi formación, y por otro lado el noruego, que me dio la oportunidad de emplear mis estudios en el mundo laboral”. De hecho, el noruego es el idioma que ahora utiliza a diario en el colegio.

No menos significativo fue el enriquecimiento personal a través de “nuevas experiencias e intercambio de ideas con gente de diferentes partes del mundo”. ”No sólo me aportó el descubrimiento de otro país y otra cultura, sino también un mejor conocimiento de mí mismo”. Allí conoció también a su novia, Randi-Marie. El asunto no es menor. Un informe de la Unión Europea apunta que el 27% de los estudiantes Erasmus inicia en ese periodo una relación estable con una persona de otro país. Calcula incluso que esas relaciones transnacionales han aportado a Europa un millón de niños desde 1987.

El valor de experiencias personales vistas ya desde la perspectiva del tiempo quedaron grabadas para la Historia en París en 2009 cuando el intelectual y exministro español Jorge Semprún dijo en un discurso que “lo mejor que ha hecho Europa son los Erasmus. Ese intercambio define lo que Europa es y debe ser en el futuro”. Lo decía alguien que había vivido Europa en primera persona como miembro activo de la resistencia en Francia, después recluido en el campo de concentración de Buchenwald (Alemania) y posteriormente como organizador de la actividad clandestina del Partido Comunista en España hasta su expulsión.

Aura Cano (dcha.), con amigos durante su estancia en Varsovia (Polonia). "Allí los amigos, a los que apenas conoces, se convierten en tu familia. Sé que serán amigos para toda la vida".

Esta utilidad que con tanta precisión trazaba Jorge Semprún, sin embargo, no ha mantenido el programa Erasmus a salvo de amenazas. Este curso la cifra de estudiantes ha caído un 10% en Andalucía a causa tanto de las perspectivas poco claras de financiación como de la crisis de las familias. 

El Ministerio de Educación planteó hace un par de cursos restringir el número de beneficiarios, de modo que únicamente pudieran acceder a las ayudas los becarios del sistema general y el curso pasado la Comisión Europea estuvo a punto de suspender el pago de las ayudas a los estudiantes por falta de fondos. La reacción social frenó en ambos casos logró mantener el statu quo, al menos temporalmente. De hecho, el Ministerio de Educación ha aplicado este curso una reforma significativa del programa al que se han sumado cambios de criterios adoptados también por la Unión Europea.

Desde que se creó la iniciativa Erasmus a finales de los 80, cada ayuda que se concedía disponía de fondos comunitarios y nacionales. Este curso, en cambio, existen dos líneas Eramus incompatibles entre sí. Una que financia la Comisión Europea (53 millones de euros para movilidad en España en 2014) y otra que depende del Ministerio de Educación (19 millones de euros) prevista para 10.000 estudiantes. Además, la Junta de Andalucía proporciona complementos económicos tanto a los Eramus de la Comisión Europea como a los del Ministerio de Educación, con un presupuesto global de 14 millones.

El presupuesto europeo para Erasmus se ha distribuido históricamente en función del porcentaje de alumnos. Sin embargo, este año la referencia es la población estudiantil total, criterio que perjudica a España en beneficio de países como Francia o Alemania. Además, los importes han cambiado y España, dentro de los límites fjados por la Unión Europea, establece (frente a los 120 euros fijos de otros años) cuantías de 200, 250 y 300 euros mensuales en función del país de destino, cantidad que los becarios del sistema general ven incrementada en 100 euros. El alumno que opta a estas ayudas debe acreditar que su manejo en la lengua exigida por la universidad extranjera es al menos de B1.

Por otra parte, el Ministerio de Educación ha previsto para sus ayudas Erasmus importes de 300, 350 y 400 euros al mes, incrementados en 100 euros en caso de becarios. A diferencia del programa financiado con fondos europeos, en este caso es condición imprescindible acreditar un nivel de inglés u otro idioma exigido mínimo de B2.

En cualquier caso las dos ayudas son solo para cinco meses, mientras que con anterioridad podían abarcar el curso completo. En contrapartida ofrecen la posibilidad a los estudiantes de solicitarlas dos veces en cada nivel educativo (grado, máster y doctorado).

La Junta de Andalucía, por otra parte, tiene también ayudas complementarias que oscilan entre los 50 y 250 euros al mes, dependiendo de las rentas del alumno y del país de destino. En este caso las ayudas están previstas para periodos de entre tres y seis meses. Este mapa se complementa en otros casos con ayudas de las universidades, como sucede en Málaga, o incluso de las diputaciones, como ocurre en Cádiz.

Juan Sánchez Arbos (segundo a la dcha.) con amigos en Dinamarca, donde fue estudiante Erasmus una experiencia que decidió su vida profesional.

¿Cuál ha sido el resultado de todo este movimiento? Fundamentalmente una sensible caída de la cifra de beneficiarios. El número de universitarios andaluces que disfrutan de ayudas Erasmus para estudiar este curso en otras universidades ha descendido en Andalucía un 10%. Es el primer retroceso que se produce en la historia de este programa. Frente a los 6.600 alumnos andaluces que el año académico anterior fueron a otros países, este año únicamente lo hacen 5.900. De esta cifra, sólo 1.065 (18%) tienen las ayudas del Ministerio de Educación y son, por tanto, beneficiarios de becas Erasmus de excelencia, en terminología del departamento que dirige José Ignacio Wert.

La Universidad de Granada es la institución que más estudiantes Erasmus envía a otras universidades y también la que previsiblemente sufrirá menos impacto este curso. En el primer cuatrimestre han salido para estancias Erasmus 1.441 alumnos. El Vicerrectorado de Relaciones Internacionales calcula que para final de curso habrán disfrutado de estas ayudas entre 1.650 y 1.750 alumnos (1.878 el curso pasado). Para 2015/2016, en cambio, ya han sido seleccionados más de 2.300 estudiantes. Javier Hernández, director de Secretariado de este área, cree que los registros de este año reflejan la “incertidumbre” que ha planeado sobre la financiación del programa.

“Incertidumbre” es también el término que escoge el director del Centro Internacional de la Universidad de Sevilla, Enrique López Lara, aunque en su caso, la sombra gris la extiende al conjunto de la economía. “Las ayudas Erasmus no son suficientes para vivir un mes en otro país. Los estudiantes necesitan la aportación de los padres, pero son muchas las familias en crisis que no pueden afrontar ese gasto, aunque en realidad no sea un gasto, sino una inversión de futuro”.

López Lara también es crítico con la distinción entre Erasmus de la Comisión Europea y del Ministerio de Educación. Cree que exigir un nivel B2 de inglés deja fuera del programa mejor dotado a los estudiantes de procedencia más humilde que no han tenido la oportunidad de acudir a una academia o de viajar al extranjero.

El nuevo sistema, en cualquier caso, ha sido una carga adicional para las universidades que sorpresivamente han tenido afrontar una excepcional carga burocrática para que gestionar diferentes solicitudes con diferentes requisitos y dirigidas a instituciones distintas. “La tramitación se ha complicado”, y “hemos redoblado los esfuerzos para que los estudiantes conocieran de primera mano el nuevo sistema. Creemos que las cifras confirman que el esfuerzo ha valido la pena”, señala desde Granada Javier Hernández. En Sevilla, por ejemplo, las solicitudes de los alumnos que acreditaban el B2 de inglés eran enviadas directamente al Ministerio de Educación, mientras que el resto se tramitaban para el programa de la Comisión Europea. En Málaga, sin embargo, optaron por gestionar separadamente las solicitudes en los vicerrectorados de Estudiantes e Internacionalización. En estas circunstancias, es aún más valioso el premio concedido a la Universidad de Córdoba por el órgano nacional del programa Erasmus por su gestión de las ayudas. 

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