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Gil-Robles alerta del desarme democrático de Europa

  • El primer comisario de Derechos Humanos del Consejo de Europa muestra su inquietud por el futuro de la construcción europea bajo la amenaza de la desigualdad, la xenofobia y las tensiones internas derivadas de la pérdida de los grandes valores fundacionales.

Álvaro Gil-Robles, primer comisario europeo de Derechos Humanos del Consejo de Europa y exdefensor del Pueblo en España entre 1988 y 1993, ha hecho un llamamiento al “rearme democrático” de Europa tras apreciar que los valores fundacionales como proyecto político y económico están siendo sometidos “a una dura prueba”. Las ansias del capital salvaje, la desigualdad, el sufrimiento griego, el sacrificio de los derechos humanos, la debilidad de la Comisión Europea, la fuerza ejercida por Alemania y hasta las veleidades imperialistas frente a Rusia son los efectos de la pérdida de los valores primigenios de Europa como espacio de derechos humanos y democracia, alma de un proyecto político y social construido bajo el principio de la solidaridad.

Durante el discurso inaugural de apertura del año académico en la Universidad Internacional de Andalucía (UNIA) recordó cómo esa solidaridad significó mejorar la calidad de vida e introducir el estado de bienestar en aquellos países que, como España, se sumaban al espacio europeo. Sin embargo, se preguntó si “podemos decir lo mismo hoy, en la tormenta de la crisis” y “a qué precio” se ha dispensado esa solidaridad. Aludió a Grecia y a las “medidas y reformas” impuestas a unos ciudadanos “condenados a sacrificios insoportables”.

Subrayaba que ese es el caldo de cultivo en el que ha crecido “lo que algunos llaman populismo” y que no es más que “rabia y rebeldía ante la corrupción” y ante la “pasividad e incluso codicia de otros que hoy quieren convertirse en jueces implacables de los errores y desafueros que dejaron cometer, sin intervenir y corregir a tiempo”.

Lamentó que se haya creado un sistema monetario único pero no un sistema fiscal común, ni se haya promovido la transparencia bancaria, de modo que han pervivido los paraísos fiscales en el suelo europeo, mientras “asistimos a todo tipos de desafueros del capital” que han conducido al “periodo de más desigualdades sociales en Europa desde su fundación”.

No dejó escapar la ocasión para recordar que este comportamiento también ha tenido cabida en la escala nacional: “Hemos olvidado el principio de la ética en la política y en los negocios para dejar paso libre a personajes sin escrúpulos que se han enriquecido impunemente hasta hoy con los fondos públicos”.

Desde este presente, Gil Robles dejó constancia de su inquietud por el futuro de la construcción europea, sometido a tensiones unas veces originadas por contradicciones internas de los países fundadores y otras derivadas de la ampliación tras la caída del Muro de Berlín. “Tensiones y actitudes ponen a prueba la cohesión y el entendimiento entre pueblos con historia y culturas muy diversas”. Ahí radica en su opinión el éxito de nacionalismos interesados en levantar barreras físicas, ideológicas o culturales en Europa, así como el resurgimiento de la extrema derecha, la xenofobia y la homofobia y los ataques a la libertad de expresión en nombre de credos religiosos “manipulados políticamente”, mientras las políticas anti inmigración ponen “en peligro el respeto al contenido esencial del derecho de asilo”.

No ocultó tampoco su “perplejidad” porque en una Europa que ha prohibido la tortura y las penas degradantes en España se reinstaure la cadena perpetua o que se hayan consentido “en nuestra Europa de valores democráticos” “campos secretos de detención e interrogatorio sin garantía alguna para detenidos”, durante la guerra de Iraq. Desde este punto de vista advirtió que la lucha contra el terrorismo yihadista no debe ser la excusa para “tolerar nuevamente una deriva de esta naturaleza”. “El principio de seguridad (...) no puede nunca justificar el sacrificio de la libertad y las garantía del Estado de derecho”.

Criticó también la “debilidad y falta de empuje de la Comisión Europea”, una falta de protagonismo que ha permitido que “algunos países con una economía más poderosa”, en velada alusión a Alemania, tengan posiciones de “fuerza excesiva”, dando la sensación de que el Ejecutivo comunitario únicamente se dedica a aplicar políticas diseñadas en el ámbito nacional.

Reivindicó que los valores de Europa como espacio democrático y de respeto a los derechos humanos determine también las relaciones de vecindad y en alusión a Rusia recomendó “olvidar veleidades de imperialismo soterrado que están fuera de nuestro alcance”. Aunque no restó importancia al perfil a un vecino “correoso y con verdadera tradición imperialista” afirmó que es un error enfocar esta relación “como una confrontación con unos métodos muy cercanos a los de la guerra fría”. En este sentido sugirió que Europa “como expresión máxima de valores democráticos” no puede “ignorar a la Federación de Rusia ni a sus ciudadanos, ayudándola a caminar ene l sentido de una democracia plena y un respeto verdadero a los derechos humanos”.  

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