DAVID GALLAR

"No hace falta ser vegetariano, hippie o rico para hacer una compra ecológica razonable"

  • David Gallar es uno de los máximos responsable del Máster en Agroecología de la Universidad Internacional de Andalucía (UNIA), puesto en marcha en el año 1996. Grupos de consumo, industria agroalimentaria o la falta de apoyo de las administraciones son algunos de los temas de esta entrevista.

David Gallar, en plena clase del Máster de Agroecología de la UNIA.

¿Hace 20 años se hablaba de ecología en España?

La verdad es que no. En aquellos años todo vino de la mano de Eduardo Sevilla, catedrático histórico de la Universidad de Córdoba, que fue quien montón toda la infraestructura del Máster de Agroecología, así como toda una corriente a nivel internacional de lo que es la agroecología. Antes se tenía una idea muy técnica de la agricultura, pero Eduardo consiguió aportar una visión más política y social, añadiendo a la cuestión técnica y productiva una visión del mundo de agricultura tradicional, de un modo de producción que se enfrenta a cómo funciona el mundo actualmente: a las grandes industrias, el sistema agroalimentario… Y así comenzó el debate de cómo hacer agricultura sin químicos y recuperando las formas de hacer más de acción social colectiva.

¿Qué es la agroecología?

Tenemos múltiples discusiones sobre si hay que hablar de agroecología o agroecologías. Hay una parte más científica, académica, donde se habla cómo producir imitando los procesos de la naturaleza: sin químicos, con rotaciones… Que incluye también una parte más académica que viene de la sociología y el cambio social. También hay una agroecología que es de movimiento social, es decir, toda la construcción de canales cortos, productores, consumidores… Que tratan de vincularse para promover la agroecología. Y también existe la agroecología como práctica, que es lo que hacen agricultores, campesinos, indígenas, pastores o pescadores en todo el mundo y que es una forma de producir que ya se está haciendo. Son las tres corrientes de la agroecología.

¿Qué perfil de alumnado tiene el Máster?

Es algo que ha cambiado desde los inicios. Al principio, el Máster estaba orientado a personas de Latinoamérica con mucha experiencia. Era un Máster muy centrado en el doctorado, donde participaba gente con una experiencia brutal de dos o tres décadas trabajando en investigación, docencia o extensión y el Máster suponía compartir un espacio colectivo. A este colectivo se sumaban apenas una o dos personas del estado español. Los programas fueron cambiando y cuando yo hice el Máster, en 2004, la mayoría de alumnado era de origen latinoamericano, pero ya había unas cuantas personas recién licenciadas. Y desde hace cinco años ha cambiado aún más el perfil: hoy hay gente mucho más joven, que procede de países como Colombia, México o Brasil, pero también un número importante de España e incluso de otros países como Italia o Francia. Son estudiantes jóvenes, muchos vienen del campo de las ciencias que entienden que aquí van a mejorar su visión desde el punto de vista social; y también personas de ciencias sociales que quieren mejorar su conocimiento de la parte agraria.

¿Qué balance hace de la última edición?

Este año el balance es fantástico. Hemos tenido un grupo de 30 personas muy maduro, autoroganizado, honesto, trabajador… Gente joven pero muy ubicada en el mundo. El máster funciona muy bien en el boca a boca y hay muchas personas con interés de participar en él.

¿Qué aprende el alumnado en el Máster?

El Máster te aporta una formación que no encuentras en ningún otro sitio, porque tiene una complementariedad entre la parte social y técnica muy importante, así como distintas metodologías de investigación social, participativas, técnicas… Que no hayas en otros lugares. Y todo condensado en tres meses. Te llevas también haber tenido clase y escuchado a los popes de la agricultura internacional: Clara Nicholls, Peter Rosset, Eduardo Sevilla… Casi todas las personas relevantes en el mundo de la agroecología. Y, fundamentalmente, lo que se lleva la gente es una experiencia brutal de esos tres meses en Baeza, hablando exclusivamente de agroecología, de cómo hacer, qué plantear… Gente que se puede sentir bicho raro en su territorio con sus colectivos y que aquí encuentran un espacio donde compartir experiencias, reflexiones y viendo buenas prácticas. Todos los años hay personas que me dicen que el Máster les ha cambiado la vida. Incluso gente que viene de militancia y participar en experiencias.

¿Cómo se aplica ese conocimiento al territorio? ¿A través de la agricultura ecológica?

Entendemos que la agroecología es algo distinto y que va más allá de la agricultura ecológica. Ésta se puede hacer sin utilizar químicos, pero puedes tener a la gente mal contratada y explotada, vas a seguir vendiendo a las grandes superficies... Son alimentos sin químicos, sí, pero si las semillas las compras a Monsanto y los insumos a Bayer… Pues al final se reproduce lo mismo y los productores siguen una lógica muy parecida a la de la industria agroalimentaria actual. Es verdad que es mejor dejar de usar productos químicos, pero eso en términos de transformación social no es suficiente, porque terminas reproduciendo las mismas lógicas de capital y poder y falta de participación del sistema actual.

¿Cómo se entiende entonces la agroecología en la práctica?

Hace diez años hubiera sido difícil decir algo… Pero hoy hay un boom interesante de experiencias, porque el movimiento de soberanía alimentaria, que es hacia lo que se está tendiendo, está creciendo brutalmente. Mercados, grupos de consumo, comedores escolares… No es mayoritario, pero sí existe una ebullición con ejemplos muy interesantes.

¿Cómo cuales?

En Granada, por ejemplo, existe un ecomercado. También en Sevilla y en Córdoba se está empezandoa hacer. Lo interesante es que estos ecomercados vienen de un proceso colectivo del territorio, donde varios productores llevan mucho tiempo haciendo una agricultura ecológica muy bien hecha, se conocen, llegan a acuerdos, hacen planificaciones conjuntas de los cultivos y buscan canales colectivos desde los que vender de manera directa para alimentar a la gente de su territorio. Y todo eso es intercambio de conocimiento, de semillas, de economías, de trabajo, participación en movimientos sociales, incidencia política y en las políticas municipales… Todo eso es lo que da una consistencia y termina cristalizando en un espacio potente y muy bueno que tiene muchas cosas detrás, que son los ecomercados. Esa parte es la que hay ver y se convierte en una práctica agroecológica muy importante.

¿Son aún excepciones?

En España somos un desastre: otros países como Francia tienen muchos mercados de productores. Ellos van a una plaza, se corta el tráfico y la gente puede ir a hacer la compra. Aquí es ilegal. Pero eso por fin se está volviendo a recuperar para que sean los productores los que vendan de manera directa sus productos al público, con cierta periodicidad. Eso tiene muchas ventajas, como que puedas hablar directamente con ellos y que exista un precio justo y razonable para quien produce y quien consume, porque es un canal corto y directo.

¿Y cómo funciona Andalucía?

En Andalucía existió un tiempo la Dirección General de Agricultura Ecológica, tiempo en el que se hizo un esfuerzo y Andalucía fue un referente a nivel internacional. Después, políticamente las cosas cambiaron y desde hace ocho años no hay ningún tipo de apoyo a la agricultura ecológica o a una mínima dinámica agroecológica, que generaría empleo local, economías más razonables… Hoy lo que se buscaes un movimiento agrario de intensificación y de crear cooperativas de segundo grado para poder competir a nivel internacional. Eso es lo que propone la Junta de Andalucía actualmente y no tiene ningún sentido, porque mientras más grande se hacen los productores en cooperativa, más grande se hace la distribución para competir.

Es decir, que la ciudadanía se está adelantando a la política con iniciativas como los grupos de consumo.

Totalmente. La política nacional nunca ha tenido en cuenta la agroecología, a nivel autonómico poco y a nivel municipal, depende, hay sitios que sí. Eso sí, no responde tanto a la ciudadanía general, a los consumidores, sino más bien a movimientos sociales desde la producción o el consumo vinculado a experiencias de canales cortos como univerisdades u ONG. Es gente que en distintos sitios crea plataformas por la soberanía alimentaria y genera redes; y es esa gente la que estamos forzando un mínimo de incidencia política y los que estamos construyendo la práctica real de dónde puedes terminar haciendo la compra de productos ecológicos, locales, frescos, saludables, de economía social y solidaria, justos… Y que termina repercutiendo en territorios más sensatos.

¿Y estamos preparados para ello y no ir al supermercado?

En términos generales, no estamos preparados, la verdad es que no. Lo que sí se ve es que las encuestas y los grupos de discusión dicen otras cosas. En la última investigación que hicimos, vimos que la gente sí que reconoce el producto local, fresco, de temporada, natural, auténtico… Eso lo tiene clarísimo. Otra cosa es que del dicho al hecho, hay un trecho, como dice el refrán. Lo bueno es que hay mucha gente implicándose, aunque no tanto por lo ecológico: sí por lo local y saludable, porque son espacios agradables y se puede comer sano. Una vez que la gente entra a los grupos de consumo la experiencia es positiva y se le quita el miedo a cambiar y hacer las cosas de manera distinta. Cada vez hay más experiencias y los grupos de consumo en Madrid o Barcelona han crecido exponencialmente, como en el País Vasco. En Andalucía hay cada vez más experiencias, como esos ecomercados por los que pasa muchísima gente. Tiene que haber mucho más compromiso por partes de las administraciones públicas para el tema de la compra pública. Por ejemplo, todos los comedores que dependan de las administraciones deberían tener unos mínimos de compra local, saludable, ecológica y fresco. Y eso no se está haciendo, cuando en comunidades como Galicia, País Vasco o Cataluña funciona muy bien. Además, a los mercados locales de productores se le ponen trabas y hoy es algo como muy ilegal, le pasa como la venta artesana…

¿Es necesario entonces mayor apoyo público?

Sí que está faltando es apoyo de las políticas públicas para que esas experiencias sean espacios normalizados de consumo de productos ecológicos y locales. Y todo eso hace que al consumidor final le sea más fácil ir al Mercadona, donde tienes esa pseudocalidad de alimentos procesados fáciles y cómodos. Pero a la vez, la gente sale diciendo que los tomates no saben a nada, la manzana no sirve para nada o que la berenjena viene de otra parte del mundo. Se vive en esa contradicción. Y es comprensible: intentas hacerlo lo mejor posible en alimentación dentro de lo que puedes entre las otras siete mil cosas que tienes que hacer. Lo de comer en ecológico tiene dificultades: debes cambiar el modo de alimentarte, cocinar más, preocuparse por la gestión de la alimentación… Y para eso hace falta tiempo y con la precariedad actual es muy difícil. Es importante apoyar la necesidad de encontrar espacios más próximos. Espacios que no son de bichos raros, y en los que veamos que no hace falta ser vegetariano, hippie o rico para hacer una compra ecológica razonable. Y eso pasa por lo de siempre, por las escuelas, los comedores y la normalización. Y, sobre todo, que las administraciones faciliten esos espacios. Y lo que estamos haciendo ya grupos de personas, puedan trasladarse al resto de la sociedad, sin que suponga más gasto de tiempo o dinero.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios