INVESTIGAR EN SEVILLA

Endeudados desde la Edad Media

  • El grupo El Reino de Sevilla en la Baja Edad Media estudia la vida del campesinado a comienzos del siglo XV y su dependencia del crédito, circunstancia que les lleva a perder sus propiedades hasta el punto de modificar las estructuras sociales.

Los campesinos del siglo XV devolvían los adelantos de salario a los grandes mercaderes y propietarios a través de trabajo gratis. Expertos de la Universidad de Sevilla afirman que esta práctica condujo a la ruina a muchas familias de la época ya que los grandes mercaderes y propietarios de tierras, a cambio de esta “ayuda”, les pagaban la mano de obra al precio que a ellos les parecía.

Miembros del grupo El Reino de Sevilla en la Baja Edad Media de la Universidad de Sevilla trabajan desde hace tres décadas en el estudio del mundo rural de Andalucía Occidental entre los siglos XIII-XVI. Época en la que según los expertos ya los jornaleros se veían obligados a recurrir a créditos o adelantos de dinero a base de trabajo gratis para poder hacer frente a sus gastos diarios. Los grandes mercaderes y propietarios de tierras a cambio de esta “ayuda” les pagaban la mano de obra al precio que a ellos les parecía y no al que estipulaba el mercado. Es lo que se podría entender, en la actualidad, como el cobro de los “intereses” de la deuda.

Cuestiones como el control y la explotación de las tierras y la forma en la que se organizaba el trabajo son fundamentales para conocer cómo repercutían estas condiciones laborales en la sociedad más humilde y desfavorecida, los campesinos y jornaleros andaluces. “Nos encontramos con un mundo dominado por el crédito, el crédito que forma una burbuja que con el tiempo se rompe llevando a muchas familias a la ruina”, explica la catedrática de la Universidad de Sevilla y referente de estos estudios en España, Mercedes Borrero, quien añade que la presión fiscal afectaba tanto a los grandes propietarios como a los pecheros (los que pagaban, hoy trabajadores) y a los más pobres que excepcionalmente debía pagar por su capacidad de trabajo. “Tratamos de hacer hablar a las minorías de la Edad Media, a aquella sociedad silenciosa que no dejaba huella documental clara y de la que nada o poco se sabía hasta hace unos años pero que representaban el 80% de la población”.

A comienzos del siglo XV los campesinos escasamente poseían tierras, vivían al límite de la subsistencia y sufrían momentos de crisis económicas que les empujaba a caer en redes de crédito que les condenaba a una realidad peor. Tras un periodo de crecimiento económico y demográfico, en el siglo XVI comienza una crisis agraria importante en la que se pierden muchas cosechas, desciende la población debido a múltiples epidemias y aumenta la emigración a América.

En este contexto el crédito se hace más latente y entre 1510 y 1530 van despareciendo los minifundios porque cada vez son más los pequeños propietarios que tienen que hipotecar sus tierras. “Esta crisis del precapitalismo en Andalucía Occidental provoca el declive de las estructuras sociales, el jornalerismo aumenta en un mundo cambiante dominado por la apertura de mercados con el descubrimiento de América y el comienzo de la Edad Moderna”.

La mujer en la Baja Edad Media

Las jornaleras trabajaban a destajo en el campo, cobraban por canasta de aceituna recogida, vivían en barracones (casas de cogederas) y ganaban un tercio de lo que recibía un obrero medio no cualificado varón de la época. Estas mujeres no se contrataban en noviembre cuando comienza la campaña de la aceituna sino de marzo a mayo cuando había menos trabajo para los hombres y necesitan dinero para devolver sus créditos.  “A los propietarios les interesa adelantarles dinero porque luego se beneficiaban bajando los precios de la canasta de aceituna y aplican esa política paternalista del crédito para asegurarse la mano de obra y evitar el levantamiento de esa clase social que vive al borde de la pobreza”.

Todo ante notario

Los archivos históricos de Andalucía cuentan con una rica documentación que ha permitido conocer el patrimonio fiscal de la población de la época, así como las actividades económicas, laborales e incluso las relaciones familiares. El notario controlaba prácticamente todas las actividades de la ciudadanía y ante él se firmaban actas de acuerdos privados, contratos de trabajo, compra venta de inmuebles o tierras, casamientos, herencias, etcétera. “En la Baja Edad Media se iba al notario mucho más que hoy, estaba perfectamente estipulado hasta el ajuar de las campesinas y gracias a ello hemos descubierto, por ejemplo, que en las casas predominaban el blanco, el amarillo y el marrón y que las señoras pudientes poseían sábanas blancas con pequeños bordados en negro”, concluye Mercedes Borrero.

 

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