INVESTIGAR EN MÁLAGA

Nace la nueva generación de robots y drones de rescate

  • El Laboratorio de Robótica y Mecatrónica trabaja en los primeros dispositivos que se incorporarán a los grupos de rescate para trabajar mano a mano con hombres y perros · Estos equipos en la actualidad tienen un papel secundario porque no están adaptados a la reacción de los efectivos de emergencias, víctimas y animales en escenarios de estrés · Podrán aportar información en tiempo real sobre la localización de las víctimas y la gravedad de las lesiones

Un agente de la Unidad Canina de Rescate de la Guardia Civil con el perro adiestrado para participar en dispositivos con drones, que participan en el proyecto.

El uso de robot terrestres y aéreos en los primeros dispositivos que se articulan para el rescate en casos de emergencia está restringido a tareas simples o a escenarios vacíos. Fukushima es un ejemplo. Las máquinas teleoperadas entraron en los espacios más peligrosos vetados a los hombres y lo hacían a pérdida, solo para proporcionar información y sin opción a ser recuperadas. Otro ejemplo similar son los equipos de desactivación de explosivos que también trabajan en escenarios despejados de presencia humana. Cuando el robot y el hombre coinciden, su potencial queda muy limitado, como sucede en los derrumbes donde se limitan a retirar escombros, “casi como si se tratara de una excavadora”, resalta el catedrático Alfonso García Cerezo, director del Laboratorio de Robótica y Mecatrónicade la Universidad de Málaga.

Integrar drones y robots terrestres con mayor autonomía en los grupos de primer rescate constituidos por expertos en emergencias y protección civil, apoyados en muchas ocasiones de perros podrá multiplicar de forma exponencial la eficacia del trabajo. Este es el objetivo final que persigue el último proyecto que ha puesto en marcha el laboratorio de García Cerezo, gracias a los 225.000 euros que le ha proporcionado el Ministerio de Economía y Competitividad en la última, la cifra más elevada que se ha conseguido en la convocatoria del programa Retos de 2015 en Málaga, a la que se suma, además una beca para que un doctorando realice su tesis doctoral en este campo.

Los robots, por ejemplo, pueden facilitar información sobre la existencia o no de víctimas, su localización y gravedad. Con estos datos es posible mejorar la planificación del rescate, decidir por dónde se debe iniciar en función del estado de los heridos o determinar las condiciones en la que se pueden mover, de acuerdo con las lesiones que sufran. Para alcanzar esta meta es necesario primero analizar cómo es la interacción entre máquinas, humanos y perros de rescate en un escenario de gran estrés y acoplar su actividad al comportamiento de unos y otros.

¿Cómo puede reaccionar un perro de rescate si en ese escenario de emergencia aparece un robot terrestre o un dron? “Es impredecible”, indica Alfonso García Cerezo. Los expertos del Laboratorio de Robótica y Mecatrónica empezaron el año pasado a trabajar con un perro de seis meses, en cuyo adiestramiento se han utilizado este tipo de aparatos. Las últimas pruebas, realizadas hace apenas unos días, cuando el animal ya había superado el año de edad, demuestran que la interacción entre los equipos robotizados y los animales funciona cuando han formado parte del entrenamiento desde el principio. Por tanto, está todavía por ver si la reacción también es satisfactoria con ejemplares adultos previamente entrenados.

El segundo aspecto que aborda el proyecto es la relación entre las máquinas y los humanos, tanto el personal que atiende la emergencia como las víctimas. La experiencia acumulada por el grupo en el ámbito de la robótica quirúrgica les ha llevado a observar cómo un cirujano durante una intervención llegó a dar un manotazo a un robot para apartarlo porque entorpecía su trabajo. “Tenemos que crear equipos que sean fáciles de usar y que no exijan introducir datos en momentos de estrés”. Recuerda además que los usuarios no serán ingenieros, sino agentes de la Guardia Civil, miembros de la Unidad Militar de Emergencias, de Protección Civil o bomberos. “Un robot no puede pedir tonterías”, resume el catedrático.

La tercera incógnita a despejar es la relación entre el robot y la víctima. ¿Cómo puede comportarse un herido en una catástrofe cuando se le acerca un aparato? Los expertos del laboratorio piensan, por ejemplo, en la reacción de las personas en riesgo de ahogamiento que impelidas por el instinto de supervivencia se aferran al socorrista hasta poner incluso en riesgo su vida. “La reacción de una persona en un estado de salud delicado es impredecible. Se han dado casos en los que víctimas que habían quedado enterradas han intentado golpear a los bomberos que trataban de rescatarlos”.

Los diferentes perfiles que incluye la investigación han favorecido la creación de un equipo multidisciplinar en el que los ingenieros son apoyados por profesionales de servicios de rescate y psicólogos que deberán encargarse de definir los patrones de comportamiento de las personas involucradas en una catástrofe como profesionales de rescate o víctimas.

Partiendo de estas premisas, los ingenieros diseñan las interfaz entre los robots y las víctimas con la previsión de que el contacto físico sea casi casual, de modo que pueda reportar información sobre las constantes vitales solo palpando. Por otro lado, parten de la idea de que la fuente de información no sea única, sino que proceda de un conjunto de sensores para minimizar los riesgos de error. Alfonso García Cerezo subraya, por ejemplo, que el sensor térmico puede reportar información errónea si una víctima está cubierta de barro. “El objetivo es que sean una correlación de variables las que permitan hacer las localizaciones”. “Puede darse la circunstancia de que los sensores del robot no localicen la víctima, pero es posible que lleve un teléfono móvil y esa es otra manera de poder hallarla”.

Alfonso García Cerezo (primero a la dcha.) con miembros del equipo del Laboratorio de Robótica con el Rambler, robot de exploración para espacios naturales abiertos.

El Laboratorio de Robótica y Mecatrónica está integrado en el grupo de Ingeniería de Sistemas y Automática de la Universidad de Málaga y trabaja desde 1993 en robótica de exploración y rescate. De hecho, este último proyecto tiene sus cimientos en los robots terrestres y aéreos desarrollados y en la plataforma creada por el equipo. El primer robot que alumbraron  fue Aurora, un autómata diseñado para fumigar invernaderos. Posteriormente idearon los equipos Auriga Alfa y Auriga Beta para la exploración e inspección en el campo. Ya en la década de 2000 fue el momento de la familia Alacrane, un dispositivo todo terreno para el rescate de víctimas.

Además, mantiene líneas de investigación en el ámbito de los sistemas sensoriales, movilidad urbana, sector en el que trabajan en la actualidad en un sistema de monitorización de tráfico que combina una red de sensores inalámbricos y el dispositivo bluetooth de los vehículos que permite establecer tendencias del estado de movilidad rodada en la ciudad. En los últimos años también ha irrumpido con fuerza en el ámbito de la robótica quirúrgica, donde han realizado cinco proyectos. El currículum de Alfonso García Cerezo recoge que ha dirigido y participado en 37 proyectos de investigación y 34 contratos con empresas. 

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