INVESTIGAR EN MÁLAGA

Las matemáticas necesitan inteligencia emocional

  • El equipo del catedrático Pablo Fernández Berrocal desarrolla un programa para entrenar las habilidades emocionales de los adolescentes y comprueba que reduce hasta un 25% la agresividad y mejora la capacidad verbal y matemática

Los adolescentes que tienen entrenada su inteligencia emocional son hasta un 25% menos agresivos y consumen menos tabaco, alcohol y sustancias estupefacientes. Además, consiguen mejores resultados en matemáticas y lengua.

El Laboratorio de Emociones de la Universidad de Málaga, bajo la dirección del catedrático Pablo Fernández Berrocal, trabaja desde 2004 en el desarrollo de un programa denominado Intemo para entrenar las habilidades emocionales en menores de entre 12 y 18 años. La metodología se ha probado durante los últimos tres años con 2.500 adolescentes de centros educativos andaluces y se ha podido comprobar que se consiguen efectos notables en tres ámbitos: el ajuste psicológico, las relaciones sociales y conductas disruptivas y el rendimiento académico.

Pablo Fernández Berrocal llama la atención sobre la importancia de los dos primeros objetivos que se logran y subraya el último porque muchas veces tanto padres como profesores no valoran la influencia que los aspectos emocionales tienen en el crecimiento cognitivo e intelectual de los alumnos. El catedrático recuerda que en Estados Unidos se analizaron los resultados en capacidad matemática y verbal que obtenían los estudiantes en los exámenes de acceso a la universidad y la conclusión es que lograban estar 210 puntos por encima de la media (en 2011 esa media fue de 497 puntos en lengua y 514 en matemáticas).

El proyecto Intemo parte del convencimiento de que no se logra que los estudiantes abandonen conductas agresivas o abusivas sin que previamente comprendan las emociones propias y ajenas. La educación desde esta perspectiva consiste en enseñar a los niños a expresar, comprender y manejar sus emociones para que sean aliadas en la toma de decisiones en lugar de un obstáculo, porque muchas veces la agresividad en la adolescencia está relacionada con la incapacidad para percibir y expresar los sentimientos, comprender sus causas y sus consecuencias y poder regularlos.

El programa de entrenamiento se organiza en 12 sesiones que comprenden las cuatro fases de la inteligencia emocional: percepción emocional (identificar cómo se sienten los demás a través de su expresión facial, corporal o tono de voz), facilitación emocional (conocer cómo afectan las emociones al pensamiento), comprensión emocional (anticipar cómo nos hará sentir un hecho) y regulación emocional (capacidad para modificar las emociones negativas y favorecer estados de ánimo positivos).

Cartas con caras que expresan sentimientos, un ‘bingo emocional’ que permite ampliar vocabulario, música, vídeos, aprender a expresar un hecho real desde el punto de vista de otra persona, un programa de pelota que conmina a expresar las emociones que se sienten ante un problema y las estrategias para regular esas emociones forman parte de las actividades diseñadas por el equipo de Pablo Fernández Berrocal, con el que también han colaborado expertos de las universidades de Huelva y Santander.

El proyecto Intemo se ha financiado hasta con cargo a los proyectos de excelencia de la Junta de Andalucía y al plan nacional de I+D del Gobierno central. Sin embargo, ahora se ha quedado sin financiación pública para llevar el programa de entrenamiento en habilidades emocionales a los niños de entre dos años y medio y 12. “Con un adolescente se consiguen resultados en un año, pero con un niño sólo hacen falta tres meses. Además, si se actúa a tiempo se evitan muchos de los problemas que surgirán después”, aclara el catedrático.

La fórmula que han elegido para seguir adelante es la autofinanciación. El equipo de Pablo Fernández Berrocal, compuesto por 12 investigadores de los que cuatro han sido contratados expresamente para estos proyectos, plantea recaudar fondos mediante la comercialización del programa Intemo para adolescentes. Ya se aplica en varios colegios de Málaga, Sevilla, Córdoba y Huelva, al tiempo que está todo previsto para que el curso próximo se ponga en marcha en centros de Jaén, Granada, Valencia, Burgos, Madrid, País Vasco y Cataluña.

El equipo se ocupa de formar a los profesores, tutorizar la implementación y analizar los resultados. “Lo esencial es que los profesores tengan interés, aunque también es importante involucrar a los padres y explicárselo bien a los alumnos”.

El equipo está encontrando el apoyo económico de los centros de profesores, los padres y hasta los ayuntamientos para llevar a cabo esta investigación, a falta de otras fuentes de financiación “en un país en el que se pide ser creativo e innovar al mismo tiempo que nos cargamos la investigación”, se lamenta Pablo Berrocal.

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