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El espejismo de la naranja mecánica

  • Pasado. La Semana de la Movilidad permitió el 'regreso' a la Plaza Nueva de los autobuses que en 2000 dejaron de ser naranjas y en 2003 salieron por la peatonalización y el 'tranvía'

Un autobús naranja, ya pura arqueología, el domingo en la Plaza Nueva.

Un autobús naranja, ya pura arqueología, el domingo en la Plaza Nueva. / juan carlos vázquez

Fue un espejismo. Con motivo de la semana de la Movilidad, volvieron los autobuses urbanos a la Plaza Nueva y encima con el color naranja. La naranja mecánica pasó a mejor vida. El verdadero efecto 2000, como recuerda el entonces delegado de Tráfico y Transportes del Ayuntamiento, Blas Ballesteros, fue la votación popular que en los primeros meses de ese año, el primero completo del alcalde Alfredo Sánchez Monteseirín, decidió que había que renovar el color de los autobuses públicos.

"Colocamos unas urnas en los autobuses y nos sorprendió la muchísima gente que participó, estoy hablando de más de quince mil personas", recuerda Ballesteros. La votación se canalizó a través de la revista Circular que dirigía el periodista Antonio Serrano. "La gente, por mayoría abrumadora, votó por un nuevo color para los autobuses, aunque en el concurso posterior una de las bases especificaba que deberían ser los colores de la ciudad".

El delegado Blas Ballesteros hizo una votación y un concurso para cambiar el color

Con un jurado de artistas y profesionales del transporte público, una estudiante de Arquitectura obtuvo el primer premio. El autobús naranja pasó a mejor vida y fue sustituido por los colores rojo bermellón y amarillo albero que identifican a la ciudad. "Alguien había visto esos autobuses de color naranja en alguna ciudad italiana y decía que no eran propios de Sevilla", dice Ballesteros.

El segundo espejismo es que ya no aparcan autobuses en la Plaza Nueva. La peatonalización de la Avenida de la Constitución, para la que fue fundamental según Ballesteros el apoyo moral y ciudadano del arzobispo Carlos Amigo Vallejo, y las obras del Metrocentro no dejaron más medio de transporte en la Plaza Nueva que el caballo de San Fernando de la estatua ecuestre de Joaquín Bilbao. Una escultura estigmatizada por los vaivenes del transporte público ya que en tiempos de Uruñuela se levantó para la fallida estación de Metro.

La Plaza Nueva como terminal de autobuses urbanos le cedió ese papel al Prado de San Sebastián y a la plaza Ponce de León. Por este corazón de la ciudad, sede de la Casa Consistorial, sólo circulan el Metrocentro, inaugurado en octubre de 2007, y el C5, el coqueto circular interior que entra por el Arco de la Macarena, la plaza de San Marcos o la calle Santa Ana dirección Alameda.

Se fue el naranja arqueológico de Tussam y quedó en Plaza Nueva el naranja reivindicativo de Lipasam. Cada siete minutos llega una unidad del Metrocentro junto a la capilla de San Onofre. En uno de ellos compartían publicidad la Nocturna del Guadalquivir del próximo viernes 29 y los Morancos anunciando una marca de lejía y desinfectantes. Humoristas ubicuos que aparecen también como presentadores del homenaje que el próximo 19 de octubre en el Auditorio de la Cartuja se le rendirá a Remedios Amaya, gitana eurovisiva.

El bus naranja apareció como una pieza de quincalla, un artilugio del pasado. La Plaza Nueva dejó de ser muelle de autobuses en 2003. San Fernando sigue ordenando el tráfico. La plaza recuperó su centro y su esplendor. Con algunos clásicos como O'Kean, camisería con clase en una ciudad que vive la locura rompiendo su camisa de fuerza.

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