INVESTIGAR EN MÁLAGA

'Pichichis' de la tabla periódica

  • El profesor Joaquín Franco constata con 300 alumnos de bachillerato la eficacia de los juegos clásicos en la enseñanza de química · Ha creado mundiales de fútbol en las que se compite con los elementos derivados de las letras que componen el nombre de cada país, juegos de carta o autodefinidos.

El profesor Antonio Joaquín Franco.

¿Es posible aprender la tabla periódica jugando a las cartas? La experiencia de 300 alumnos de secundaria de institutos de Málaga, Cádiz y Valencia dice que sí. El profesor de la Universidad de Málaga Antonio Joaquín Franco ha constatado la utilidad de los juegos clásicos para motivar a los adolescentes en el estudio de la química. Profesor también de instituto, acumula más de una década desarrollando actividades de innovación educativa para las aulas.

“Resulta más que satisfactorio comprobar que los estudiantes que utilizan esta metodología de trabajo, basada en juegos de toda la vida, aprenden más que aquellos que siguen las fórmulas de siempre”, señala. El éxito radica en que estos alumnos ven el aprendizaje como una actividad lúdica que les motiva a superarse. 

La investigación se ha desarrollado con 300 estudiantes de que han seguido durante los últimos años esta metodología que incluye una partida de cartas con los símbolos de la tabla periódica, naipes que elaboran los propios estudiantes, autodefinidos de elementos químicos, circuitos eléctricos para reconocer materiales conductores o aislantes, e, incluso, un bingo científico, son algunas de las actividades de innovación que propone este profesor.

Una de las iniciativas más aplaudidas por los alumnos es el campeonato de fútbol. Se trata del mundial de este deporte en el que cada estudiante representa a un país del que, a partir de las letras que compone su nombre, extrae los elementos químicos que lo integran y compite a partir de sus propiedades. “De un país pueden llegar a salir hasta 20 elementos, de los que el alumno deberá elegir 11, aquellos que tengan las propiedades más elevadas, pues quién obtenga mayores resultados gana”, explica el profesor. “En química gana el que sea más listo, por lo que la competición está asegurada”, añade Franco, quien asegura que lo que se busca con esta actividad es que el alumno aprenda de forma precisa la tabla periódica. “La memorizan casi sin darse cuenta”, afirma. 

El profesor Joaquín Franco participa en otra línea de investigación llevada a cabo por un equipo de profesores de la Universidad de Málaga dentro del proyecto C3M, competencia científica, contexto y modelización, que lidera el catedrático Ángel Blanco. Consiste en el desarrollo de unidades didácticas para que los alumnos adquieran y fortalezcan competencias científicas a través de problemas de la vida diaria. “Se trata de que respondan a preguntas a partir de casos de la vida real que se insertan en un contexto cercano que les interese, como por ejemplo, por qué se pican los dientes o qué coche comprar”, destaca Franco.

Sostiene que la eficacia de aplicar casos cotidianos para el desarrollo de competencias científicas es más que evidente. Prueba de ello es la calidad de algunos de los trabajos de investigación elaborados por los estudiantes, como por ejemplo, el proyecto que analiza por qué se oxidan los materiales hechos de hierro como las señales de tráfico, que recientemente se ha alzado en el Certamen Nacional de Jóvenes Investigadores con el Premio de la Universidad Autónoma de Madrid al mejor trabajo de Ciencia y Tecnología y que, además, representa a España en el Certamen Europeo de Jóvenes Investigadores en Milán. “Los alumnos trasladan el rigor propio de la investigación universitaria a las aulas de instituto”, ensalza Franco.

El profesor Joaquín Franco pertenece al Departamento de Didáctica de la Matemática, Ciencias Sociales y Ciencias Experimentales. Además de ser profesor de la Universidad de Málaga, también lo es del Instituto de Educación Secundaria Juan Ramón Jimenez, donde lleva a cabo esta investigación, que se desarrolla de forma paralela en centros de Cádiz, dirigida por el profesor José María Oliva. Este proyecto forma parte del Plan Nacional de Investigación.

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