POLUCIÓN

La Universidad de Granada identifica y caracteriza las partículas contaminantes de la ciudad

  • El equipo de Física de la Atmósfera que dirige Francisco José Olmo ha instalado instrumentos de medición tanto en la ciudad como en el entorno del área metropolitana.

Francisco José Olmo Reyes, investigador principal de Física de la Atmósfera de la Universidad de Granada.

El Grupo de Física de la Atmósfera de la Universidad de Granada trata de poner al descubierto las partículas sólidas en suspensión que contiene la atmósfera de Granada y su área metropolitana, prestando una especial atención a los parámetros físicos que podrían ayudar a caracterizar su  impacto sobre la salud y el patrimonio histórico. Este equipo acumula experiencia a través de investigaciones financiadas con fondos nacionales y europeos, del programa Horizonte 2020, a través de los cuales trata de aportar su “granito de arena” para disminuir las incertidumbres en los modelos de cambio climático, en los parámetros derivados de la instrumentación que se utiliza para analizar la calidad del aire y sus consecuencias, así como en el establecimiento de bases de datos útiles para estos estudios a nivel global. Encabezado en el profesor Francisco José Olmo Reyes, catedrático del Departamento de Física Aplicada de Granada, este proyecto se financia con cargo a la convocatoria de Proyectos de Excelencia de la Junta de Andalucía. 

Para Olmo Reyes, “estas partículas muestran una gran variabilidad espacial y temporal, especialmente en los entornos urbanos, debido a la diversidad de sus fuentes y las condiciones atmosféricas. Hay que señalar que la ambigüedad en la clasificación de sus fuentes, las clasificaciones erróneas de las fuentes o el uso de métricas inadecuadas puede tener graves consecuencias con respecto a la utilización de los resultados en estudios epidemiológicos, de degradación del patrimonio, en estudios de impacto sobre los ecosistemas o en el establecimiento de normas en la legislación”.

Para el desarrollo del estudio utilizan técnicas basadas en instrumental y modelos sofisticados que ayudan a esclarecer la influencia de la dinámica de las distribuciones de tamaño sobre las concentraciones de masa de las partículas. Es decir, “sobre los parámetros de calidad del aire conocidos como PM10, PM2.5 y PM1”, señala el responsable. Para ello, “estamos realizando campañas intensivas donde caracterizamos las distribuciones de tamaño, sus concentraciones de masa y su composición química, bajo diferentes escenarios con alta carga de partículas. En la actualidad tenemos instalados instrumentos en diferentes puntos de la ciudad y del área metropolitana. Estos instrumentos realizan medidas de parámetros tanto en la superficie como en la columna atmosférica”.

Aunque aún es pronto para llegar a conclusiones, respecto a las emisiones de partículas procedentes del tráfico, de las calefacciones y de las actividades industriales, los primeros resultados parecen apuntar a que cualquier intervención que se realice para mejorar la calidad del aire en Granada debería de ser consensuada y afectar a todo el área metropolitana. Así, “las intervenciones particulares en alguna zona mejoran la calidad del aire en esa zona, a pie de calle, pero no afectan sensiblemente al resto . Creo que las fuerzas políticas de toda el área metropolitana tendrían que trabajar para consensuar y establecer planes globales”.

No obstante, para el catedrático de la Universidad de Granada, “la situación de la ciudad, en general, no es mala. No se suelen sobrepasar, salvo excepciones de situaciones atmosféricas particulares, los límites establecidos por la legislación vigente. Esto ocurre, por ejemplo, cuando tenemos situaciones anticiclónicas persistentes”. De todos modos, tal y como señala, “debido a las condiciones orográficas, suele presentar índices de calidad del aire superiores a los que le correspondería para una ciudad de este tipo, y es evidente que deberían establecerse planes en el futuro para mejorar la situación”.

La solución podría pasar por el desarrollo de “planes globales que afecten al tráfico rodado, acciones que mejoren las emisiones industriales, y también acciones particulares que afecten a nuestras viviendas y al uso cotidiano que hacemos de la energía. Tengamos en cuenta que casi el 30% de la energía que se consume tiene que ver con nuestras viviendas particulares. En los países desarrollados creo que estamos instalados en una sociedad opulenta que llamamos sociedad del consumo. Sólo sabemos medir el progreso en términos de bienes materiales, y confundimos el estado del bienestar con el poseer. Por tanto, parte de la solución del problema depende de que estemos dispuestos a cambiar en algo nuestro modo de vida”, sentencia.  

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