INVESTIGAR EN CÓRDOBA

La apuesta por la agricultura de conservación contra el cambio climático

  • El proyecto "La aritmética del carbono en la agricultura sostenible", desarrollado por investigadores de Córdoba en colaboración con grupos de la Asociación Española de Suelos Vivos, el Ifapa y la Federación Europea de Agricultura de Conservación, obtiene el premio Andalucía de Medio Ambiente

Llevan más de dos décadas dedicados al estudio de la agricultura de conservación y el mes pasado recibieron el premio Andalucía de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía, un galardón que, según explica el catedrático de Ingeniería Agroforestal de la Universidad de Córdoba (UCO) Jesús Gil Ribes, “supone un estímulo muy grande para seguir trabajando en momentos tan difíciles y con tantas limitaciones como los actuales”.

El proyecto galardonado responde al título La aritmética del carbono en la agricultura sostenible y, según Gil Ribles, “es un reconocimiento y una invitación al uso de la agricultura de conservación y de las nuevas tecnologías de precisión para mejorar la calidad ambiental de nuestros cultivos, lo que nos anima a seguir con nuestros trabajos orientados a que la agricultura andaluza y española contribuyan a la mejora del medio ambiente sin dejar de ser socialmente y económicamente eficientes”.

En el proyecto participan de forma directa 20 personas de cuatro equipos: uno de la Asociación Española de Conservación de Suelos Vivos, otro del departamento de Ingeniería Rural de la Universidad de Córdoba, especialistas en suelos y química ambiental del centro Ifapa de Alameda del Obispo y un grupo de la Federación Europea de Agricultura de Conservación. Los trabajos experimentales se llevan a cabo en la finca del Campus de Rabanales de la UCO y dos particulares ubicadas en los municipios sevillanos de Carmona y Cabezas de San Juan.

El estudio, explica el profesor, se centra en la mitigación de los efectos del cambio climático en el ámbito agrario y, más concretamente, en la gestión agronómica de los cultivos a través de la utilización conjunta de técnicas agrarias sostenibles como la agricultura de conservación y la agricultura de precisión como sistemas de manejo capaces de reducir las emisiones de CO2 a la atmósfera respecto a las técnicas convencionales y posibilitar, además, una mayor fijación del carbono atmosférico en el suelo.

Gil Ribes señala que para enmarcar la acción mitigadora del proyecto, es necesario señalar que las emisiones de CO2 en la agricultura vienen dadas fundamentalmente por la acción del laboreo sobre la dinámica del carbono en el suelo y también por el consumo energético de cada uno de los factores involucrados en las operaciones agrícolas. Así, el laboreo estimula la producción y acumulación de CO2 en la estructura porosa del suelo a través de los procesos de mineralización de la materia orgánica. El profesor advierte de que la acción mecánica del laboreo supone una rotura de los agregados del suelo, con la consiguiente liberación del CO2 atrapado en el interior de los mismos y su posterior emisión a la atmósfera.

Según detalla Gil Ribes, la importancia de llevar a cabo este tipo de estudios y desarrollar este sistema agrario es porque “creemos que es parte fundamental de la agricultura realmente sostenible”. “Son múltiples los beneficios medioambientales demostrados que vienen recogidos en la bibliografía científica al respecto de la práctica de agricultura de conservación y en los que se ven positivamente afectados los tres recursos naturales más importantes para el desarrollo de los cultivos: el recurso aire, el recurso suelo y el recurso agua”, subraya.

El catedrático señala los beneficios que reporta este método. Así, cuenta que con la agricultura de conservación se aumenta la infiltración de agua de lluvia respecto al laboreo convencional, lo que ayuda a mejorar el caudal ecológico de los ríos y arroyos que son alimentados más por el flujo subterráneo, que por la escorrentía superficial, y por ende, incrementa su buen abastecimiento, a la par que revitaliza manantiales secos. Además “este incremento en la infiltración disminuiría el riesgo de riadas, de manera sencilla y económica, siendo una solución muy interesante para muchos pueblos andaluces, que han sufrido graves inundaciones en los últimos años”.

La UCO , destaca Gil Ribes, ha sido la pionera en llevar a cabo este tipo de estudios, pero otras universidades como la de Sevilla, tienen también una larga trayectoria al respecto. Reconoce también que “el problema es lograr la transferencia de conocimientos al sector y ayudar en la implantación de las técnicas necesarias para su éxito, lo que es difícil, dado que el sistema de acreditación y evaluación del profesorado actual, y del anterior también, penaliza a los profesores que no se centran en las publicaciones científicas”. Se trata de una situación que ocurre también “en los centros de investigación no universitarios”, según el catedrático, que considera que “es un aspecto también a mitigar si queremos que la situación tecnológica de nuestro país se equipare a la científica”.

Una práctica que tiene buena aceptación entre los agricultores

El catedrático de Ingeniería Agroforestal de la UCO y también presidente de la Asociación Española de Agricultura de Conservación de Suelos Vivos, Jesús Gil Ribes, destaca la acogida que tiene entre los agricultores este sistema y reconoce que estas prácticas tienen “una mayor aceptación”, a pesar de las primeras reticencias. Esta aceptación ha sido posible, según Gil Ribes, gracias al desarrollo de acciones de transferencia al sector y al mayor conocimiento sobre estas prácticas. A todo ello se suma “al hecho de que la maquinaria que se utiliza cada vez responde más y mejor a las necesidades específicas del agro español”.

“La conciencia de los agricultores está cambiando y cada vez estas técnicas tienen una mayor y mejor acogida”, subraya. Prueba de ello es el aumento de la superficie de cultivos herbáceos en siembra directa y de cultivos leñosos con cubiertas vegetales que está experimentado en España en los últimos años. Para demostrarlo, Gil Ribes hace referencia a la encuesta sobre superficies y rendimientos de cultivos de España, realizada por el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, en la que se pone de manifiesto que la superficie en siembra directa en España en 2011 fue de 510.773 hectáreas, lo que supuso respecto a 2008 un aumento de casi un 86%, mientras que la superficie de cultivos leñosos con cubiertas vegetales fue de 1.178.306 hectáreas, lo que representó respecto a 2008 un crecimiento de casi un 15%.

La Asociación Española de Agricultura de Conservación de Suelos Vivos también ha llevado una encuesta para conocer el número de agricultores que practican estás técnicas de manera habitual en sus explotaciones. De ella se desprende que el 91% de aquellos que llevaban utilizando la agricultura de conservación menos de cinco años se mostraban satisfechos o muy satisfechos con los resultados alcanzados, porcentaje que subía hasta el 98% cuando el periodo de implantación se situaban entre los cinco y los diez años.

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