Investigar en Málaga

En busca del gen que lastra la cosecha del tomate

  • Las imperfecciones en la piel provocan que se deseche producción valorada en 230 millones. Causas genéticas, sumadas a una alta humedad y temperatura originan el agrietado del tomate

Encarna Maldonado

Andalucía produce cerca de un millón de toneladas de tomates valorados en 860 millones de euros. Estos son los que llegan al mercado porque hasta el 20% de la cosecha acaba convertida en desechos por culpa de su aspecto externo. Es decir, una producción estimada en 232 millones de euros termina en la basura o convertida en mercancía de bajo precio por daños o imperfecciones en la piel.

El catedrático de Bioquímica de la Universidad de Málaga (UMA) Antonio Heredia Bayona ha construido su carrera científica en torno al tomate y las características de su piel. Desde que hace 22 años realizara una estancia posdoctoral en la Universidad de Michigan (Estados Unidos) con el experto mundial en epidermis de plantas John Bukovac, ha centrado su área de estudio en la búsqueda de los procesos químicos que intervienen en la formación de la epidermis del tomate o cutícula vegetal y sus propiedades. Dos décadas de investigación básica y aplicada le han conducido a realizar una docena de proyectos  y ha registrar una patente para convertir la piel del tomate en plástico biológico.

A la vuelta de Estados Unidos Heredia Bayona se centró en la investigación básica y, tras comenzar en 2000 a trabajar con Jesús Cuartero, experto en genética y mejora del fruto del tomate de La Mayora, finca experimental del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), inició una línea de investigación aplicada relacionada con el aspecto externo e interno del tomate y una de sus principales fisiopatías: el rajado de la piel, una imperfección que provoca su retirada inmediata de la cadena comercial.

En enero de este año tiene previsto iniciar un proyecto sobre la cutícula del tomate y las propiedades que la hacen más resistente al agrietado, que cuenta con un presupuesto de 200.000 euros concedidos por el Ministerio de Economía y Competitividad con cargo al plan nacional de I+D.  Además, la Junta de Andalucía le tiene concedidos otros 180.000 euros para investigaciones en este campo entre 2011 y 2013, aunque todavía está a la espera de recibir los fondos.

Durante los últimos años el trabajo desarrollado por el equipo de este catedrático de la UMA y el experto del CSIC ha contado con la financiación de las grandes compañías del sector del Poniente Almeriense (CASI, Casur y Agrupaejido), además de Cajamar y la holandesa Rijk Zwaan. Los trabajos han permitido concluir que  en el rajado de la piel del tomate intervienen condiciones atmosféricas (altas temperaturas y elevada humedad ambiental) y genéticas,  "porque cada fenotipo responde de manera muy diferente", lo que a su vez ha conducido al estudio de las diferentes variedades del tomate que se cultiva en Almería para determinar su exposición al agrietado.

La última línea de investigación que ha emprendido Heredia Bayona explora la relación que existe entre el gen que da coloración a la epidermis del tomate y la aparición de imperfecciones en la piel. Una de las últimas tesis doctorales que ha dirigido experimenta con el silenciado de este gen, al tiempo que el proyecto que iniciará en enero aborda justamente lo contrario, es decir, si el riesgo de agrietado es igual, inferior o superior si ese gen de la epidermis se sobre expresa.

Esta parte de investigación en torno al universo de la piel del tomate se ha completado con la colaboración que Antonio Heredia inició hace ya ocho años con Jesús Benítez, científico del Instituto de Ciencias de los Materiales, dependiente del CSIC, relacionada con la génesis de la cutícula del tomate. El principal resultado de esta alianza reside en el invento del primer polímero conseguido a partir de la epidermis del tomate. El descubrimiento, protegido por una patente que comparten la Universidad de Málaga y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas,  ha llamado la atención de una multinacional con la que esperan sellar un acuerdo a principios de este año para iniciar su desarrollo.

Antonio Heredia Bayona resalta el potencial de este plástico vegetal para el recubrimiento de envases, alimentos, cosméticos e incluso en la industria farmacológica. "Ahora tenemos que iniciar el escalado del producto", o sea conseguir desarrollar este material a gran escala y con costes razonables para que resulte interesante para la industria.

El catedrático cree que puede convertirse, además, en una vía para aprovechar tanto la producción descartada por los agricultores como los desechos de la industria.

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