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"En América descubrí la alegría del pobre, algo que echo de menos aquí"

  • Ángel García Rodríguez. Manchego como don Quijote, es de la orden trinitaria que liberó al cautivo Cervantes. 35 años de misionero en América, es capellán de prisiones en Sevilla

Ángel García Rodríguez, fotografiado junto a la fachada del Ayuntamiento de Sevilla.

Ángel García Rodríguez, fotografiado junto a la fachada del Ayuntamiento de Sevilla. / juan carlos vázquez

Cura de pueblo, vicario parroquial de barrio -Polígono San Pablo y Valdezorras- pasó más de media vida con los más pobres de Argentina, Perú y Chile. Ángel García (Valdepeñas, 1958) firma con la doctora que lo trató el libro El segundo que cambió mi vida.

-¿Cómo fue el segundo que cambió su vida?

-Soy el segundo de los cinco hijos de un bodeguero de Valdepeñas. Con 16 años me gustaba la fiesta, las mujeres. Entré en una iglesia de Valdepeñas y vi un póster que decía: Jesucristo te llama. ¿Quiéres ser misionero?

-¿Cómo se da ese paso?

-Hice el noviciado con los trinitarios de Córdoba. En 1978 pedían voluntarios para ir a Argentina y cuatro jóvenes nos embarcamos. Llegamos el 25 de febrero. Antes nos preparó Manuel de Unciti en Obras Misionales Pontificias.

"En una cárcel de Perú había trescientos presos españoles, con la crisis del ladrillo cayeron en el narco"

-El año que Argentina ganó el Mundial y 'perdió' la dictadura.

-Fuimos testigos. Los militares con ametralladora en las calles, carteles de No se detenga. Y la guerra de las Malvinas. Juan Pablo II fue muy valiente. Estábamos cerca del estadio de River.

-¿Qué presencia tienen allí?

-Argentina, Chile, Perú y Bolivia pertenecen a la provincia de España Sur. La orden trinitaria la funda San Juan de Mata en 1198. Escribí su biografía. Su carisma era liberar cautivos. El más famoso fue Miguel de Cervantes. Lo liberó Fray Juan Gil por quinientos reales de oro.

-¿Va a América a liberar cautivos?

-Estuve en Buenos Aires de 1978 a 1984. Ese año llego a Lima, a una parroquia con más de sesenta mil personas donde la gente vivía en paredes de cartón y techos de uralita. Una parroquia de Sevilla pagó un consultorio.

-¿De Videla a quién pasó?

-En Perú coincidí con Belaúnde Terry, Alan García y Fujimori. Allí descubro que Dios está en los últimos, que los pobres deben ser el sujeto, no el objeto. Son los protagonistas. Descubro la alegría del pobre, algo que echo de menos cuando vuelvo a España.

-¿Cómo surge su vocación de escritor?

-El primero, Gotas de Agua Viva, lo escribí en la selva. El obispo nos mandó a Cajamarca de Jaén, a 1.200 kilómetros de Lima. Cien pueblos para dos misioneros, incluidas dos comunidades indígenas. Sólo se podía llegar en mula o en canoa. Allí fueron objetores de conciencia españoles.

"A los enfermos no hay que tratarlos como víctimas, ese mito hay que superarlo; el dolor no cura pero enseña"

-Es capellán penitenciario en Sevilla. ¿Cómo llega ahí?

-En mi primer regreso a España. Entre 2006 y 2010 estuve de capellán penitenciario en Alhaurínd e la Torre. Hablaba muchos días con Julián Muñoz. Vuelvo a América y estoy en la cárcel argentina de Devoto y la peruana de Ancon 2, donde había trescientos presos españoles. Gente que con la crisis del ladrillo, se endeudaron y acabaron en el narco. Con el cónsul español logramos que muchos regresaran a cárceles españolas. En dos viajes volvieron más de cien.

-¿Fueron bien acogidos?

-A mí me amenazaron en Perú porque en un programa de radio criticábamos la política de Fujimori de fomentar las esterilizaciones y ligaduras de trompas. A un compañero le dispararon.

-¿Qué fue de los otros tres?

-Uno volvió y está en Sevilla en la cárcel de mujeres de Alcalá; otro se salió y se casó. Allí sólo queda uno. Yo vine en 2015 por problemas de salud.

-¿Qué le diagnosticaron?

-Me atendió la fisioterapeuta Montserrat Altemir y me dijo que venía con un estrés muy grande. Me llevó a un programa de radio, conté mi testimonio misionero y surgió este libro en el que con 25 casos prácticos vemos el lado positivo del dolor y la enfermedad.

-¿A qué conclusión llegan?

-Que no hay que tratar a los enfermos como víctimas, hay que superar esos mitos. Se puede ser feliz en una silla de ruedas o después de un ictus. El prólogo lo hace Ignacio Jáuregui, un psiquiatra pionero en tratar la bulimia y la anorexia.

-¿El dolor cura?

-No cura, pero te enseña a vivir con él, a ser feliz. El dolor está ahí, no se puede ignorar, pero si lo asumes, duele menos.

-Con su experiencia en prisiones, ¿qué opina de los emigrantes que han sido acogidos en la cárcel de Archidona?

-Cuando uno habla tiene que estar dentro. Ese destino provisional era mejor que un polideportivo, lo han dicho nueve jueces. Con sus errores y aciertos, las cárceles españolas son las más humanas de Europa. El Estado peruano destina tres euros diarios a la alimentación de cada preso. En las cárceles españolas no hay problemas de alimentación. Hay otros problemas.

-¿Qué aficiones cultiva?

-El cine, que es el nuevo púlpito de esta era. Caminar y, sobre todo, la radio. En Perú tuve un programa en el que dirigía la misa del domingo y hacía entrevistas.

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