Cultura

El pequeño formato, una alternativa práctica y rentable

La reducción de la programación en el resto de escenarios no ha menguado el potencial de lugares tan signficativos como la Sala Compañía y el Palacio de Villavicencio, que en esta época de recortes han sido los pilares de este XVI Festival de Jerez.

La principal novedad con respecto a años anteriores ha sido la proliferación de espectáculos de pequeño formato pero con artistas de primera línea de fuego como protagonistas. Así, por primera vez en varios años de festival, se han colgado los carteles de no hay billetes (con mucha antelación) en lugares como la Sala Compañía, testigo de puestas en escenas especialmente llamativas, como el Baile de palabra de Mercedes Ruiz o el Extremo Jondo de La Moneta.

No obstante, y siguiendo la línea marcada por la dirección del certamen desde hace años, ciclos como Los Novísimos han vuelto a descubrir a verdaderas alternativas en el baile, como los sorprentes casos de Karime Amaya, una joven bailaora con enorme potencial y que a buen seguro dará que hablar en las próximas décadas, el gaditano Edu Guerrero, con una de las propuestas más transgresoras pero igual de impactante, o la jimenata Lucía Álvarez 'La Piñona', cuyo bracear y elegancia encandiló a Jerez con ese 'Un granito de arena'.

No han faltado el sitio a los más curtidos, aunque como el caso de Carrete de Málaga fuese la primera vez que actuase en la muestra. El veterano bailaor conmovió a todos, en el escenario por su forma de moverse a pesar de su avanzada edad y en el ciclo Vivencias (donde regaló momentos de gracia contando innumerables anécdotas), como también lo hizo ese huracán llamado Manuela Carpio en su regreso a las tablas. Un formato clásico, sin demasiados rodeos aunque llegando al alma del público.

Como de costumbre, el cante y el toque también han tenido trascendencia en esta edición. De un lado, Villavicencio ha pueso de manifiesto que la generación venidera contiene elementos suficientes como para seguir 'arañando'. Al menos así lo hicieron Miguel Lavi, un cantaor con un porvenir excelso, Rafael de Utrera o Pedro El Granaíno, con un registro más acamaronado pero de enormes facultades.

La guitarra, en menos dosis que otros años, también ha dejado su impronta. Lo hicieron Alfredo Lagos y Dani de Morón con esas dos formas de entender el compás y el toque, y lo reiteró Antonio Rey, un tocaor cuya progresión para no tener fin pues además de técnica posee una capacidad creativa fuera de cualquier duda.

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