Opinión

La Universidad de Jaén: vigésimo aniversario

Manuel Parras Rosa

Rector de la Universidad de Jaén

La Universidad de Jaén, como nuestras universidades hermanas de Almería y Huelva, cumple este año su vigésimo aniversario. Veinte años que han servido para consolidar nuestra Universidad como una más del Sistema Universitario Español, convirtiéndose en faro crítico y motor de desarrollo del territorio en el que se ubica. Sin ánimo de ser pretenciosos, podemos considerar la creación de la Universidad de Jaén como el mayor logro obtenido por la provincia jiennense.

Así, el hecho de disponer de una Universidad que imparte un amplio abanico de titulaciones pertenecientes a las principales ramas del conocimiento, ha propiciado, en estas dos décadas, que miles de personas hayan tenido acceso a una formación universitaria superior, a la que, tal vez, no hubiesen podido acceder sin la existencia de la Universidad de Jaén, como quedó patente en el estudio El impacto económico de la Universidad de Jaén: un análisis de demanda, que publicamos en el año 2008.

Durante los 20 años recorridos, nuestra Universidad ha tratado de cumplir con honestidad y calidad con las misiones universitarias clásicas, realizando esfuerzos por profundizar en las nuevas demandas de la sociedad. Así, hemos avanzado en las tres misiones que Ortega asigna a la Universidad: la transmisión de la cultura, la enseñanza de las profesiones intelectuales y la investigación científica. Y hemos intensificado nuestra vinculación con el desarrollo territorial, del que hemos hecho una prioridad, a través de la transferencia de conocimiento al tejido productivo, para propiciar la innovación, así como fomentando la cultura emprendedora, ejerciendo el liderazgo social.

Sin embargo, el actual panorama de crisis en el que se conmemora nuestro 20 aniversario hace que vivamos momentos difíciles y que nos planteemos si podremos seguir cumpliendo nuestras misiones como hasta ahora. No son buenos los excesivos cambios a los que estamos asistiendo del marco normativo, sobre todo, los que afectan a áreas universitarias muy sensibles, a las que me referiré a continuación, y que junto a otros que se anuncian, están cambiando sustancialmente el contexto universitario, que en cualquier caso, ya han socavado gravemente la autonomía universitaria y nuestra capacidad de diseñar políticas propias que afectan al modo de cumplir con nuestras misiones.

Los cambios normativos están impidiendo la contratación y promoción de profesorado permanente en las universidades, una política sin sentido porque no ahorra nada y, sin embargo, está cercenando el progreso de las universidades y acabando con toda una generación de investigadores. Es urgente que recuperemos la posibilidad de diseñar políticas de personal, respetando los límites presupuestarios y controles legales, por supuesto, del mismo modo que es urgente reactivar la I+D+I, cuyos recursos públicos no paran de disminuir, poniendo en peligro todo lo que se ha avanzado en investigación en España, a la vez que impidiendo el cambio de modelo productivo basado en el conocimiento. Si la situación para el PDI es preocupante y muy limitativa, aún lo es más para el caso del PAS, impidiendo incorporar personal en servicios para atender a nuevas necesidades universitarias. Por último, en el ámbito de las personas, una cuestión que afecta a los estudiantes es el incremento general de tasas y precios públicos y el endurecimiento de los requisitos para obtener una beca que, en ausencia de una política de becas y en un contexto de crisis económica severa, supone un cambio profundo en el concepto de universidad pública al socavar el principio de igualdad de oportunidades.

A las cuestiones referidas, hay que añadir la situación económico-financiera de las universidades, en general. En este sentido, las medidas que están tomando las administraciones públicas, lejos de mejorar la financiación del sistema universitario, como están haciendo países de nuestro entorno, la empeoran. Estas medidas restrictivas no solo hacen inviable que ofrezcamos el servicio de enseñanza superior universitario con la calidad que demanda la ciudadanía, sino que imposibilitan, como hemos avanzado, el cambio de modelo productivo necesario en España.

En cualquier caso, pese al escenario sombrío que acabo de dibujar, la Universidad de Jaén ha de seguir ejerciendo sus misiones, reinventándose, repensándose. Y para ello estamos inmersos en la elaboración del II Plan Estratégico. Horizonte 2020, que ha de orientar nuestras decisiones en el largo plazo. En este proyecto colectivo hemos de debatir sobre la calidad de la enseñanza y del aprendizaje, la investigación, la transferencia, las estrategias de internacionalización, el papel de nuestra Universidad en el desarrollo territorial y cultural, y también nuestra responsabilidad como faro y referencia para la sociedad.

 

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