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Cuestión de gustos

Como cantaban Los Lacios: cada uno tiene sus gustos. A la chirigota del Selu les gustaba su Mari Loli y a otros les gusta Sergio Ramos. Qué se le va a hacer. El concurso del Falla es una competición cuyo resultado depende de los gustos particulares de un jurado elegido por un presidente, a su vez elegido por un Equipo de Gobierno. Así están las normas y al que no le gusten tiene dos vías: promover un cambio o no participar. Como en la gimnasia o en la natación sincronizada, no hay una distancia que recorrer, un resultado que obtener en competencia, un tiempo que realizar en una carrera. No hay un dato objetivo. Es posible que la mente burocrática de quien hizo las bases quería dar a entender que el resultado del veredicto era un dato científico fruto del desarrollo pormenorizado a la hora de evaluar tipo, música, letras e interpretación. Yo siempre pensé, por el contrario, que lo adecuado sería establecer un tiempo de actuación y que el jurado, a cara descubierta, levantara las tablillas como hicieron de broma con las coplas republicanas el viernes pasado. Creo que debería hacerse después de cada actuación. Cada integrante del jurado levanta un número y se hace la suma correspondiente, sin que pueda haber componendas posteriores. Así se conoce de primera mano la opinión de cada jurado y el respetable puede también ofrecer su propia opinión. Eso se llama transparencia. Es obvio que cada integrante del jurado llega con su historia, sus manías y su trayectoria. Es normal que a Adela del Moral le guste el sonido de un coro mixto o a Nandi Migueles no le guste como suena el coro de Julio Pardo. Yo no veo nada malo en eso. De la misma manera que es normal que haya jurados a los que las letras a favor del alcalde le parezcan fantásticas, estén de acuerdo con las críticas a Rajoy o a Susana Díaz, aunque sean de Albacete y tengan el oído en paradero desconocido. A mí me gustaban Los de Cádiz Norte y Los Equilibristas y no han ganado.

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