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EXPEDICIÓN

Un viaje iniciático

  • Un sevillano forma parte de una expedición que da la vuelta al mundo filmada para televisión. El objetivo es captar la vida de pueblos indígenas amenazados

José Luis Feliú trabajaba como periodista freelance en Oriente Medio al poco tiempo de comenzar la Guerra de Iraq, en 2003. Una mañana vio a un hombre solitario con pinta de español desayunando en el hotel de tercera clase en el que se alojaba. Le preguntó si era español. Asintió. Le dijo que se llamaba Manuel Leguineche pero que todos le decían Manu. Le invitó a tomar café. En aquel momento, José Luis leía La tribu, pero no asoció aquel tipo con el autor del libro que tenía entre manos. Cuando acertó a identificar a su interlocutor se echó a reír. Desde entonces, José Luis, un sevillano de 38 años, ha mantenido el contacto con Leguineche hasta el punto de que este maestro de reporteros apadrina la que es, según ellos, primera vuelta al mundo filmada para televisión.

“Regresé a España. Me entregué a la idea de dar la vuelta al mundo. No tardé en encontrar a otro loco, Dani Landa, que ya tenía un proyecto muy profesional, pero muy quijotesco. Nos llevó más de tres años hacer viable la idea”, cuenta a través de la conexión que realiza por internet en un café de Ciudad del Cabo, la tercera ciudad más poblada de Suráfrica. Ya se ha cumplido un año y medio desde que inició la expedición, que arrancó el 2 de agosto de 2006 en el Muelle de la Sal de Sevilla.

Esta aventura, que está patrocinada por la marca Toyota y el portal Muchoviaje.com, incorporó poco antes de salir a un tercer componente, Alfonso Negrón, argentino y cámara de las grabaciones que se emiten por el programa de La2 Muchoviaje. Esta odisea está dividida en tres tramos: el euroasiático, el americano y el africano, en el que andan inmersos ahora mismo. El objetivo es el de acercarse a los indígenas de los lugares más recónditos del planeta: de los mapuches de Chile y parte de Argentina a los esquimales del Ártico; de los mayas lacandones a los saami de Laponia. “Estamos grabando los testimonios de estos pueblos y la vida en estas comunidades tras la llegada de Occidente”. Para acceder a ellos, la negociación y la logística han sido claves. Feliú y su grupo han notado cómo los indígenas de tribus contactadas hace apenas 20 años han perdido su identidad.

De no ser porque estos tres jóvenes han sido testigos dirían que los fotogramas de este viaje documental darían para un juego de gazapos del cine actual. “Hemos visto como un jefe de la tribu surui afilaba una flecha hecha con dientes de macaco sentado al lado de una parabólica y niños de la selva con camisetas de Casillas”. Una población que, según ellos, sabe aprovechar las nuevas tecnologías. Así, por ejemplo, el jefe Almir de esta tribu indígena en serio peligro de desaparición y que habita el estado brasileño de Rondônia, ha firmado un acuerdo con Google Earth para vigilar a través de esta herramienta sus poblaciones en la selva amazónica, sus zonas de caza, sus lugares sagrados y las violaciones de su territorio a través de las talas ilegales.

A pesar de que antes de comenzar la aventura realizaron un importante estudio de los lugares que iban a atravesar, se han encontrado mil y una peripecias que han sorteado con buenas dosis de sentido del humor y maña. “Nos desaconsejaron que hiciéramos la ruta Manaos-Porto Velho porque la carretera está abandonada desde los años 70, prácticamente devorada por la selva. Aún así, la hicimos. Avanzamos a una velocidad de 15 kilómetros por hora apuntalando puentes y caminos a nuestro paso”. De no haber salido de allí, nadie se hubiera enterado de su suerte.

Todo lo contrario que les ocurrió en la Plaza Roja de Moscú. “Casi nos detienen”, relata con tono aventurero. Su paso por la capital rusa les pilló justo después del asesinato de la periodista Anna Politkóvskaya, en octubre de 2006. “El gobierno de Putin aplicó unas medidas de seguridad enormes y se vigilaba al milímetro la actividad de los periodistas. Digamos que unos agentes nos invitaron a dejar de grabar”, relata. Como en toda novela de aventuras que se precie, siempre aparece el factor suerte encarnado en su caso en la figura de Peter. “Conocimos a un tipo que nos abrió las puertas de toda Rusia a través de una serie de salvoconductos que debían de proceder de las más altas esferas porque no tuvimos más problemas. Con sonrisa burlona siempre decía que trabajaba para la KGB”. Otro ángel en su camino fue Willy, “un esquimal entregado que nos llevó a pescar sobre el mar congelado de Bering”.

Estos personajes, y otros que se han cruzado, son los que le hacen pensar que, pese a las incomodidades y riesgos, este viaje iniciático alrededor de unos 64 países está cambiando su vida. Diez días sin ver una ducha en el desierto del Gobi en Mongolia, comer gusanos de seda cocidos en Seúl o grabar a 40 grados bajo cero en plena Antártida merece la pena. “En una aventura como ésta hay que sacudirse los prejuicios”, sentencia els evillano.

Ahora, al comienzo de la etapa africana el cuentakilómetros de su coche marca unos 80.000 kilómetros y cruzarán miles más a través del desierto de Nubia, en Sudán. Daniel anda leyendo Unos buenos zapatos y un cuaderno de notas, de Anton Chejov. José Luis aventura que éste es el tramo “más desconocido del viaje”, por lo que estará lleno de encuentros extraordinarios. Lo apuntará todo en un pequeño cuaderno. Como vio hacer un día a su maestro Manu Leguineche.

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