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REPASO AL FESTIVAL DE EUROVISIÓN

Euroandaluces

  • Diez andaluces han representado a España en el festival que se celebra el sábado entre la polémica sobre su calidad y una supuesta compra de votos

Con un vestido prestado, Conchita Bautista fue la primera española que participó en Eurovisión en 1961. “A Cannes fuimos Federico Gallo, el maestro Ferrer, como director de orquesta y yo”, recuerda. Augusto Algueró, el autor de la letra, no pudo ir porque se casaba ese mismo día con la propietaria del vestido, Carmen Sevilla, amiga de infancia de la cantante sevillana, seleccionada por RNE para el festival. Así de austera fue la representación española en el festival que se creó en 1956, nada que ver con el derroche mediático de ahora. Conchita no tenía ni casa discográfica. Su experiencia se acababa en las Galas Juveniles del teatro Álvarez Quintero, donde compartía sueños de gloria con Gracia Montes, además de las clases de flamenco en la academia de Adelita Domingo y los atracones de pasteles en la confitería La Campana. Quedó la sexta con Estando contigo y el festival la hizo famosa. “Estaba hasta en la sopa, hice películas, publicidad, la casa Belter me firmó un contrato y por primera vez se hizo en serio la promoción de una cantante cuando me volvieron a seleccionar en 1965 para ir a Nápoles”, comenta la artista.

Diez andaluces han representado a España en Eurovisión. Algunos hicieron doblete, como Raphael en 1966 y 1967 y la propia Conchita, que en su segunda oportunidad se llevó el disgusto de no obtener ni un voto. Según Bautista, “España no estaba bien vista en el extranjero, por la dictadura. El sistema de votos era muy político, había países amigos, adversarios o neutrales. Yo era la favorita, pero cuando terminó la gala y vi el resultado, me fui a mi camerino a llorar. Entonces llamaron a la puerta y estaban allí aplaudiéndome todas las delegaciones. En el de la ganadora, France Gall, no había ni una”.

Ya entonces despertaba polémica el sistema de votaciones por el que los países se apoyan mutuamente. La flamenca ye-ye perdió ante la ñoña Poupée de cire, poupée de son firmada, paradójicamente, por Serge Gainsborough, que escandalizaba por entonces a toda Francia con el explícito juego amoroso de Je t’aime, moi non plus.

La versión española de la muñeca de cera hizo famosa a Maribel Llaudes, Karina, que arropada por el padre de Massiel, Emilio Santamaría, saltó del programa de TVE Escala en Hi-Fi al Pasaporte a Dublín, que la seleccionó en 1971 para Eurovisión. Competía con Nino Bravo y Rocío Jurado, entre otros. Quedó en segundo lugar y consolidó su carrera en el cine y la música española como paradigma del pop romántico. Muy famosa hasta los setenta, trasladó su éxito a México y estuvo casi diez años fuera del circuito español, donde volvió a editar en 1985. Paseó por los platós televisivos, en programas del rosa al amarillo, sus cuatro bodas, sus hijos y el cáncer que superó. Luego entró en negocios de hostelería, con un hotel rural en Torredonjimeno (Jaén) y un bar en Pamplona, donde a veces canta sus éxitos de entonces.

Una y no más

Irlanda es el país donde más andaluces han representado a España en el Festival, con cierto éxito. Segundo puesto para Karina (1971) y Anabel Conde (1995) en Dublín. En una pequeñísima localidad irlandesa, Millstreet, la gaditana Eva Santamaría quedó en peor lugar, el 11. “El pueblo era tan pequeño –cuenta– que no tenía ni semáforo. Lo pusieron para el Festival. No tendría ni dos mil habitantes. En el hipódromo que se acondicionó para la final todavía olía a caballo”. La elección de esta sede se debió al capricho de un millonario local, que quería hacer famoso su pueblo. Aquel año fue la primera vez que se presentaron las repúblicas procedentes de la antigua Yugoslavia, y también la primera que, en las letras de las canciones, se decía la palabra “sexo”, precisamente en la que presentó Eva, titulada Hombres. “Yo salí de las últimas –recuerda– y me temblaban hasta los tacones. No te das cuenta de que te están viendo 300 millones de personas, porque en Europa el Festival era todo un acontecimiento. Lo que te preocupa es no equivocarte. A mí no me dio tiempo a prepararme. En 48 horas me dijeron que estaba seleccionada, fui a Los Ángeles (EEUU) a grabar de nuevo el final de la canción y a Cádiz a recoger el pasaporte”.

Eva agradece la fama que le dio el Festival, pero no volvería a ir. “Me casaría una vez, dos no”, dice. Nada que ver con la malagueña Anabel Conde que obtuvo el segundo puesto en 1995, intentó sin éxito ser seleccionada de nuevo en 2000 y volvió en 2005, pero con Andorra. Además fue seleccionada para representar a Polonia en 2006.

Tampoco repetiría experiencia Francisco Ruiz, Queco, productor de los grupos que nos representaron en 2005 y 2006, Son de Sol, con Brujería y las Ketchup con Un bloody mary. “Mi experiencia fue nefasta si llego a saber lo que era, me hubiera negado en rotundo”, dice. Queco, reconocido músico y productor cordobés, es el autor del Aserejé, un éxito internacional que lanzó a la fama a Las Ketchup y se convirtió en un fenómeno mundial, número 1 en 24 países con veinte millones de discos vendidos. Ha compuesto grandes éxitos para artistas flamencos como Remedios Amaya, La Susi o Niña Pastori. “Yo tengo una carrera. He producido miles de discos y fui a Eurovisión por hacer algo distinto, pero es un festival caduco, donde la música no importa nada. Lo único que han hecho es llevar a chiripitifláuticos para levantar audiencia. Es como los programas del corazón, un puro show”, afirma. Al productor cordobés le indigna el sistema de votaciones, que considera “ una pantomima. Ya se sabe que España no va a ganar nunca, porque sólo nos vota Portugal”.

Un festival polémico

Un sistema criticado por todos, y más ahora con las acusaciones de compra de votos para que ganara Massiel en 1968, como parte de una campaña de mejora de la imagen del régimen de Franco. “Nadie nos explica qué es lo que se valora de cada canción”, dice Rosa López, la Rosa de España, que cree que el Festival está sufriendo una crisis: “a veces pienso que juegan con los espectadores, como si fuéramos niños pequeños, creando polémica, rivalidades unos con otros para conseguir un buen marketing”.

España, Reino Unido, Francia y Alemania tienen garantizada su presencia en el Festival, independientemente de la puntuación que obtengan. “Por eso, los países pequeños, los del Este y el Báltico se votan entre ellos, para poder ir el año siguiente”, afirma Esperanza, del grupo sevillano Son de Sol, que representó a España en 2005 en Kiev (Ucrania). Eva Santamaría coincide: “Hay mucha política y no puedes hacerte ilusiones, por muy bien preparada que vayas. En el ensayo general, yo iba la segunda en las votaciones internas y creí que tenía posibilidades, pero quedé la 11 de 25. Y Noruega, que era la favorita, por debajo de mí”. “Si quieren salvar el Festival, tienen que cambiar el sistema de votos”, dice Queco, y centrarse en la música más que en el show, como en los de San Remo y Benidorm, de donde han salido cantantes potentísimos”. Muy crítico con el festival, lo valora como plataforma para artistas noveles, pero cree que perjudica la carrera de los consagrados. “Me imagino que a Raphael le sentará fatal cuando vea lo que se presenta en un Festival del que salió su carrera. Sólo se valoran proyectos fugaces, frikis y canciones del verano”.

Rosa de España

“Antes de Eurovisión y de Operación Triunfo, sólo vivía una realidad, y ahora… vivo dos!” dice Rosa López, que era la mujer más popular de España durante el largo proceso de selección que la llevó a Tallín (Estonia) en 2002. El fenómeno OT dio un vuelco a la promoción del Festival. Vimos cambiar a Rosa día a día, en lo que califica como “la mayor revolución en mi juventud, la experiencia más apasionante, más exigente de mi vida por mi forma de ser entonces, insegura, con miedos y baja autoestima”.

Rosa recuerda el buen humor de Bisbal, los coqueteos con el grupo chipriota y las protestas de sus padres por la comida, “no querían comer nada porque no había unas simples patatas… o un pucherito!!”, recuerda. Aquella semana fue muy intensa: “Cuando volvimos parecía que nos habían apaleado”. Según Rosa, “el día del festival estábamos  todos nerviosísimos. Fotos por doquier, cambios de vestuario tres veces al día, ensayos, llamadas de gente que ni conoces, gente por todos sitios y de todos los idiomas”. Jorge, el estilista, le cosió todo tipo de amuletos, vírgenes y herraduras dentro del traje, “era una chatarrería andante”. Rosa recuerda el momento clave:“Subimos una cuesta de panel negro que unía el escenario con el backstage, cuando de repente me di cuenta que me tocaba salir a mí… buufff… fue maravilloso y espeluznante a la vez”.

Le decepcionó que no hubiera una orquesta filarmónica, con la que piensa que el Festival debería contar para mejorar su calidad musical, objeto de críticas de todos los entrevistados. Sin embargo, dice que “con Rodolfo Chikilicuatre se lo van a pasar genial”. Lo mismo opina Lola, de Son de Sol.  “Tiene gracia, ritmo y más afinado que muchos”; “Se ha llevado de calle a todo el mundo”, afirma Queco. La veterana Conchita Bautista es más escéptica “si tienen sentido del humor, puede tener posibilidades”.

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