granada-real betis · la crónica

Ojo, sin sanciones, y sin lesiones... (4-1)

  • Un Betis con la mente en el derbi comete un ejercicio de absentismo laboral en Granada.

  • Nahuel, baja menor el próximo sábado por su roja.

Si el lector es un aficionado bético que firmaba a priori la derrota en Granada si conllevaba ni un solo perjuicio en forma de lesiones o sanciones cara al derbi, respire. Y no pierda el tiempo en leer esta crónica. Los jugadores que representan su camiseta, incluso si es amarilla limón, estarán listos para recibir al Sevilla con todo el sábado en Heliópolis. Si por el contrario es usted un seguidor bético con un mínimo sentido crítico y sobre todo exige la defensa del escudo de las trece barras, sentirá al leer las siguientes líneas la misma indignación que sintió si tuvo el infortunio de ver en directo lo que su Betis perpetró en la anochecida granadina. Caer por 4-1 ante un Granada que había ganado dos partidos de 22 y que había sumado 13 de los 66 puntos por los que había litigado hasta ayer ya es de por sí de sonrojo. Y hacerlo de la forma en que lo hicieron los béticos abre el abanico al surtido de adjetivos más dolorosos que se puedan imaginar.

En el deporte profesional, por muy limitado y deshilachado que esté el rival, hay que ponerle el mínimo empeño por llegar antes a la pelota. El mínimo ánimo por defender una camiseta. La mínima intensidad por cerrar los espacios al de enfrente y ganárselos al compañero. La mínima vergüenza, en definitiva. Y el Betis de ayer, en cambio, fue un grupo de zombies más propio de cualquier capítulo de The Walking Dead. Un grupo de indolentes que no cometió su primera falta hasta los 32 minutos, cuando ya perdía 2-0. La hizo Petros. O una desmejorada copia de Petros: en la primera parte no protestó una sola acción, no dio una sola voz, él, que es el paradigma del tesón y que no concibe el fútbol sin el corazón desbocado.

El carácter atemperado de Petros vino a ilustrar el ejercicio de absentismo laboral de un equipo al que se le fue la mano, o más bien la mente, con su preparación psicológica del próximo derbi. Tienen los verdiblancos ocho días, nada menos, entre el simulacro de partido de ayer y la cita con el vecino, que se anuncia para el sábado a las 16:15 en el Benito Villamarín. Como para no aparcarlo hasta resolver el pleito en Los Cármenes.

La salida fue un espejismo. Incluso Rubén Castro, en posición dudosa en la situación de extremo derecho, pudo recuperar confianza cara al derbi -los obsesionados con el derbi así se hubieran tomado el gol- si hubiera ajustado más su tiro cruzado, que se marchó por la línea de fondo sin que nada pudiera hacer Álex Alegría, que aparecía con la caña en el segundo palo.

Esa llegada bética fue a los ocho minutos y ocho después sobrevino la acción que destapó el pastel. Un pastel terriblemente indigesto para los 700 béticos que acudieron a Granada a ver a su Betis. A Álex Alegría se le va larga una pelota en un control, Wakaso se le anticipa y lo ve clarísimo: pase al extremo izquierdo, donde arranca Mehdi-Carcela con una autopista hasta Adán. Piccini estaba de extremo, Mandi de lateral diestro y avanzado y quien tuvo que acudir a tapar el agujero fue Rubén Pardo, un medio de toque exquisito que no es Usain Bolt. Carcela picó con destreza ante el guardameta, vencido. Fue un directo al mentón de un púgil que ya saltó como adormecido por un algodón con cloroformo.La media hora siguiente que perpetró el Betis fue para borrarla de la memoria. O para tenerla muy presente y tratar de no repetirla ni en sueños. Fue ominoso. Incluso más que el simulacro que también perpetró su vecino de Nervión en el mismo escenario allá por diciembre, cuando también saltó a defender su escudo con la mente, y casi el cuerpo, en otra parte. En el caso sevillista, en su cita crucial en Lyon. También de amarillo, para los supersticiosos.

¿En qué estaría pensando Mandi cuando intentó regatear a Héctor en la esquina de la defensa bética, antes de que el lateral izquierdo le robara la pelota y se la pusiera de dulce a Adrián Ramos para el 2-0? ¿En qué estaría pensando toda la defensa, Donk por encima de todos, cuando Carcela tuvo todo el tiempo y el espacio para fusilar a Adán antes de que Pereira aprovechara el rechace del portero para hacer el 3-0? Corría el minuto 34, la afición nazarí se pellizcaba la cara ante lo que veía y Víctor Sánchez del Amo no sabía dónde mirar para buscar una respuesta. A quién gritar.

Se desconoce si el atribulado entrenador bético colgó a alguien de una percha en el descanso, antes de prescindir de Donk por Sanabria y cambiar el dibujo a un 4-3-3 que al menos salvara el honor. De poco le resultó la variante. El delantero paraguayo, paradigma hoy del fracaso, otro más, en la política deportiva pergeñada desde la oficina, fue un zombie más.

Aún quedaba otro trago de acíbar para los 700 aficionados que jamás olvidarán lo vivido en la grada de Los Cármenes. Petros, incluso Petros, fue con el freno de mano echado a un cruce, el árbitro no vio falta en el contacto de Agbo Uche con el brasileño y el servicio de éste acabó con el balón en las redes de Adán por cuarta ocasión. Adrián Ramos, el espigado y elástico delantero colombiano, salvó la salida del portero y en plena caída aún tuvo habilidad para alargar la pierna y disparar por segunda ocasión, ya a puerta vacía.

Lo más reseñable de ahí hasta el final fue que Nahuel vio la roja por una trifulca con Pereira (66'), que Petros acertó a marcar en un saque de esquina, ya en el minuto 75, y que cinco antes Víctor se había apresurado a quitar del campo a Piccini, que estaba apercibido de sanción y corría el riesgo de perderse el derbi con otra amarilla.

Penar bajo ese ominoso trance no nubló la mente del entrenador verdiblanco: el derbi seguía estando ahí, por supuesto que sí. Lo estuvo durante toda la semana previa, viajó en el autobús, se vistió de corto en la caseta y jugó en la mente del equipo con una misión: ni lesiones, ni sanciones. Y en eso...

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