Rincones con encanto

Una sucursal de la carrera oficial

  • Antes de que tomase este nombre por una casa de expósitos que allí se fundó en 1558 se llamaba de Carpinteros y también llevó el del krausista Federico de Castro

Cuna

Cuna

Cuando Zaqueo se asome a los balcones de calle Cuna tras haber descendido la burra por esa rampa que en Sevilla se pronuncia rampla podrá afirmarse sin miedo al error que la Semana Santa es un hecho. La calle Cuna es como un aperitivo oficioso de la Carrera Oficial, ruta de obligado cumplimiento para cofradías del centro que van o vienen de la Catedral en un número ciertamente considerable.

Cuna es calle estrecha y rectilínea tras las numerosas alineaciones que ha sufrido. Se llamó Carpinteros o Carpinterías en el Siglo XIV por la cantidad de artesanos y de comerciantes en madera que allí se asentaban. Ya en el XVI conservó ese nombre en el tramo de Acetres a la Plaza del Salvador, tomando el resto el nombre de Cuna por la casa de expósitos que en ella se instauró en el año en 1558.

En 1845 se nombró como Cuna en su totalidad y así fue hasta el año 1903. Coincidiendo con su fallecimiento fue rebautizada con el nombre de Federico de Castro, prestigioso catedrático de Filosofía de la Universidad de Sevilla y destacado defensor de una corriente ideológica tan en boga como el krausismo. Con esa denominación se mantuvo hasta 1938, en que se volvió a llamar Cuna a causa de una revisión del nomenclátor por parte de las autoridades del momento, que ya ejercían de victoriosas de la Guerra Civil.

Volviendo al apartado topográfico hay que destacar que son varias las barreduelas que en ella confluían y ya en el plano de Olavide se registraban dos adarves, uno al principio de la calle, justo donde hoy está el callejón Francisco de Pelsmaeker, y otro en las cercanías del Salvador y que se llama Oropesa. La parte más ancha de Cuna es la que discurre de Acetres a Cerrajería y en la segunda mitad del siglo pasado se abrieron dos pasajes, uno llamado Maestro Gámez Laserna y otro en la acera izquierda que se abre en Lagar. Los afluentes viarios de Cuna son Francisco de Pelsmaeker, Rivero, Cerrajería y Oropesa a estribor y Goyeneta, Acetres y Lagar a babor.

El caserío es muy principal, pues la calle arranca con el Palacio del Marqués de la Motilla, obra de Gino Coppede y de Vicente Traver en la década de los veinte del siglo pasado. Es un edificio de gran valor arquitectónico inspirado en el gótico italiano y que hace esquina con Laraña. Casi enfrente está la Casa Palacio de los Condes de Lebrija y puede considerarse el edificio estrella de una calle rica en ese aspecto. Sobre un viejo edificio renacentista, este palacio se reconstruyó en el siglo XIX. Su riqueza interior es extraordinaria con unos pavimentos valiosos y una azulejería fantástica con el aditamento de importantes piezas arqueológicas procedentes de Itálica.

No se queda ahí la cosa, pues en la esquina con Cerrajería se encuentra lo que fue Ciudad de Londres, uno de esos comercios de toda la vida. Se trata de una obra del arquitecto sevillano José Espiau y Muñoz, construido entre 1912 y 1914, de rotundo estilo neomudéjar y que se halla activo y en perfecto estado de conservación.

Arteria principalísima, su protagonismo mercantil fue indiscutible, pero también hubo lugar para la vida del ocio. En ella estuvo el Café Suizo, con entrada también por Sierpes, o el Café Correo, lugar donde mantenían sus tertulias personajes como el cronista de la ciudad Luis Montoto o Francisco Rodríguez Marín, el gran cervantista ursaonense y director que fue de la Real Academia de la Lengua Española. En Cuna estuvo el Ateneo en el ocaso del Siglo XIX y allí se instaló el primer cinematógrafo de la ciudad, el Pathé. Fue en 1925 y lo diseñó Juan Talavera bajo un estilo de inspiración modernista. Cerrado durante años, actualmente es el Teatro Quintero.

De siempre, Cuna es vía dolorosa en Semana Santa y gozosa con ocasión de la festividad del Corpus, y hay constancia de que en esta celebración se entoldaba la calle y se instalaba un arco en la esquina con el Salvador. Ya hoy cobrará especial protagonismo con la grey infantil que acompaña a la Borriquita para que se haga ascetismo y empaque a la caída de la noche con el paso del impresionante Cristo del Amor y silencio blanco ya cuando la madrugada va asomándose y la Amargura vuelve a casa.

Muchas son las cofradías que pasan por Cuna, y este año ganaba en protagonismo por la presencia del Gran Poder, algo que no se producía desde 1973. Pero esa frustración se palia al recuperar Cuna la presencia de la Macarena. Noticia grata por lo que esa vía significa en la vida de la hermandad, que ve en Cuna como una sucursal de Parras en el casco histórico.

Cuna es Cuna y, tras lo de hoy, mañana Santa Marta, las Penas... Todos los días, Cuna es vía clave en la Semana Santa y pasado, San Esteban, la Candelaria y Santa Cruz; el miércoles, San Bernardo, Buen Fin, la Lanzada y los Panaderos; el jueves Pasión moviendo a contrición desde el pedestal de plata que lograse Cayetano González y el Valle viniendo de Cerrajería; el viernes, San Isidoro y el sábado, sola la Soledad camino de vuelta a casa. Y esos recuerdos de cuando el gandinguero Pepe Valencia le cantaba a su Manué del alma. Cuna es mucho Cuna, claro que sí, ¿alguien lo duda?

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