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Bruselas pone sobre la mesa 70.000 millones para I+D

  • La UE aumenta un 27% su presupuesto de investigación hasta 2020 · Los grupos científicos de las universidades andaluzas han captado 45,4 millones de euros para 168 proyectos durante el VII Programa Marco, que ha financiado, entre otras iniciativas, la relación entre nutrición y desarrollo intelectual en niños, el desarrollo de nuevas herramientas para genómica, ha dotado de recursos millonarios a los investigadores jóvenes más prometedores, sufragado estancias en universidades estadounidenses, proyectos sobre biocombustibles, fórmulas de gestión comunitaria y sostenible de recursos naturales o nuevos sensores para la energía marina.

Bruselas pondrá sobre la mesa 70.000 millones de euros a partir de diciembre para financiar la I+D que se haga en los 27 países de la Unión Europea hasta 2020. Este presupuesto representa un incremento del 27% respecto al que se ha manejado durante los últimos siete años y, sobre todo, significa una oportunidad de primera magnitud para ciencia y la investigación en un momento de sombras, recortes y ajustes.

La expectativa es tal que el Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial (CDTI), el brazo de la I+D española, dependiente del Ministerio de Economía y Competitividad, tuvo que cerrar con semanas de antelación el plazo para asistir a las jornadas para presentar la iniciativa comunitaria. “Los proyectos europeos son la única vía de financiación relativamente clara que tienen en este momento los investigadores”, subraya Ricardo Chacartegui, director de la Oficina de Transferencia de los resultados de la Investigación (OTRI) de la Universidad de Sevilla.

El Horizonte 2020 toma el relevo al VII Programa Marco de I+D (2007-2013) que ha dejado en Andalucía 153,4 millones de euros. De acuerdo con los datos que maneja la Agencia Andaluza del Conocimiento, instrumento creado para favorecer la captación de fondos comunitarios en I+D+I, Andalucía había recabado hasta 2012 (los datos de 2013 todavía no los ha facilitado el CDTI) respaldo económico para 441 proyectos.

Las pymes de la región obtuvieron el 33% de estos fondos, seguidas muy de cerca por las universidades que lograron 45,4 millones de euros, equivalentes al 30%. Durante este periodo, los grupos universitarios han desarrollado 168 proyectos, de los que 47 han sido liderados por científicos andaluces. Aquí tienen cabida macro investigaciones como la desarrollada en la Universidad de Granada por Cristina Campoy que, al frente de un centenar de científicos de 20 centros diferentes y un presupuesto de seis millones de euros, ha seguido la nutrición de 20.000 madres europeas para comprobar la relación entre la alimentación y el desarrollo intelectual de los niños. Figuran también casos de éxito como los que protagonizan Ricardo Pardal y Pablo Huertas en la Universidad de Sevilla o Sofía Calero en la Pablo de Olavide, que han obtenido 1,5 millones de euros cada uno para consolidar sus grupos de investigación, dentro de un subprograma dirigido a apoyar a los que se cree que serán la élite científica de la Europa del futuro.

Hay equipos que se enganchan a la financiación europea porque saben hacer valer su hecho diferencial. La climatología ha favorecido que en la Universidad de Huelva María Cuaresma Franco se integre en el consorcio internacional que investiga el desarrollo de plásticos a partir de microalgas, y la proximidad a El Estrecho ha facilitado que Miguel Bruno Mejías y el grupo de Oceanografía Física de la Universidad de Cádiz colaboren con socios europeos en el desarrollo de nuevos sensores para controlar los dispositivos de energía marina que se instalan en el fondo del mar.

Otras veces la clave del éxito reside en una adecuada combinación de capacidad y necesidad, como sucede con el malagueño Oswaldo Trelles que dirige un equipo internacional para desarrollar años nuevas herramientas que permitan manejar los millones de datos que se utilizan en genómica. Cuenta con un presupuesto de 2,6 millones de euros para facilitar estos instrumentos esenciales en la revolución ómica, una cantidad similar a la que dispone la cordobesa María del Mar Delgado para buscar fórmulas de gobernanza comunitaria y sostenible de los recursos naturales.

Los fondos europeos financian también estancias en algunas de las mejores universidades estadounidenses de científicos prometedores como el jienense Antonio José Manzaneda en Duke o el almeriense Pascual Oña Burgos en Berkeley.

La captación de recursos en Bruselas ha crecido a medida que la crisis económica y las dificultades de financiación aumentaban. Por ejemplo, en 2011 se obtuvieron en Andalucía 40,8 millones de euros, casi un 73% más que en el ejercicio anterior. Frente al VI Programa Marco (2002-2006) el aumento ha sido espectacular. Durante el anterior periodo empresas e investigadores lograron financiación por importe de 52,8 millones de euros, aunque también es cierto que en aquel periodo el presupuesto liberado por Bruselas fue significativamente inferior.

En el caso de las universidades la evolución también ha sido significativa. Entre 2002 y 2006 los universitarios andaluces lograron poco más de 20 millones de euros, cifra que se ha doblado con creces en el último periodo, de acuerdo con los datos de la Agencia Andaluza del Conocimiento.

Las universidades se han ido incorporando a la financiación europea a medida que se perdían oportunidades en España. José Antonio Carrillo, director de la Oficina de Proyectos Internacionales de la Universidad de Granada, reconoce que años atrás algunos grupos tenían a su alcance fuentes de financiación suficientes para no tener que acudir a los proyectos europeos, muy competitivos y de gestión compleja. Ahora, sin embargo, todo ha cambiado. La prueba está en que los grupos científicos de la Universidad de Granada han conseguido desde 2007 triplicar la financiación procedente de Bruselas. Frente a los cinco millones obtenidos entre 2002 y 2006, en esta ocasión han logrado apoyo para 61 proyectos por un importe global de 17 millones de euros.

Y la prueba de este interés también está en las estructuras que las universidades han creado para ayudar a su comunidad científica a engancharse al carro de Europa. Todas las instituciones académicas cuentan con personal especializado e, incluso, el campus de excelencia agroalimentario (CEIA 3) que aglutina a las universidades de Córdoba, Jaén, Almería, Huelva y Cádiz, ha anunciado la apertura de una oficina en Bruselas precisamente para apoyar la gestión de sus proyectos europeos.

La Universidad de Sevilla inició en mayo un plan con el objetivo “mínimo” de doblar en cuatro años la cifra de proyectos de investigación financiados por la Unión Europea. El director de la OTRI, Ricardo Chacartegui,  está pendiente de que se publique la primera convocatoria del Horizonte 2020 para iniciar un programa de formación para poner a la comunidad universitaria al tanto de los pormenores del nuevo escenario y al tiempo sacará a concurso una convocatoria a apoyar la elaboración y redacción de memorias científicas. “Para acudir a programas competitivos de estas características tienes que buscar gente con mucha experiencia que haya redactado por lo menos 15 ó 20 memorias y haya obtenido un porcentaje de éxito importante”, explica.

Los proyectos colaborativos (en los que se enrolan diferentes grupos de universidades, centros y empresas de varios países) se han puntuado durante el VII Programa Marco sobre 15 puntos, de los que cinco se referían a la calidad de la memoria científica y 10 catalogaban otras cuestiones como la adecuación del consorcio o el impacto del proyecto en la sociedad. Los ganadores habitualmente lograban por encima de 14 puntos. “Eso quiere decir que hace falta gente que sepa perfectamente lo que tiene que hacer, por eso queremos presentar una convocatoria para ayudar a quien lo necesite”.

José Antonio Carrillo subraya que la Universidad de Granada ha presentado 254 proyectos y obtenido finalmente 61. A pesar de lo que sugiere la primera impresión, la tasa de éxito ha sido excepcional. Hay iniciativas como el programa Ideas promovido por el European Research Council (ERC), dentro del Programa Marco, que financia a gran escala la investigación de alto nivel donde la tasa general de éxito es del 10%. Este es el caso, por ejemplo, de los proyectos obtenidos en Sevilla por Pablo Huertas y Ricardo Pardal, en Granada por Daniel Rodríguez o en la Pablo de Olavide por Sofía Calero. Cada uno de ellos ha logrado que Bruselas le aporte 1,5 millones de euros para consolidar sus propios equipos y durante cinco años desarrollar investigaciones de vanguardia.

El acceso a recursos para realizar investigaciones de aplicación más inmediata en las que colaboran equipos, empresas y universidades de varios países es relativamente más sencillo. La experiencia indica que suelen obtener financiación uno de cada cinco que concurren.

Chacartegui señala como dificultades intrínsecas de los proyectos europeos la carga de trabajo que suponen las relaciones con los diferentes miembros del consorcio internacional y los desplazamientos, pero, sobre todo, resalta lo difícil que es moverse en el poderoso universo de los lobbies en Bruselas. Sólo en 2009, año en el que se unificaron los registros de lobbies de la Comisión y el Parlamento Europeo, se registraban 1.660 grupos de presión de los que únicamente 72 eran españoles. Por supuesto, este es un mundo manejado por las grandes empresas. No en vano, en España, Telefónica es una de las empresas que encabeza la captación de fondos. En esas condiciones, el margen que tienen las universidades para arrastrar a su terreno las estrategias científicas son modestas.

Para Miguel Bruno Mejías, investigador del grupo de Oceanografía Física de la Universidad de Cádiz, es difícil beneficiarse de la financiación europea sino se pertenece a los lobbies de Bruselas. “ Sólo hay que ver que siempre se los llevan los que tenían proyectos antes y estaban metidos en lobbies”. Romper esa barrera no es fácil “porque ser bueno no es suficiente. Una fórmula es aportar algo que nadie tenga. “Nosotros tenemos la oportunidad geoestratégica de nuestra proximidad al Estrecho, uno de los puntos más importantes en este momento para estudiar todo lo relacionado, por ejemplo, con el cambio climático”.

Para José Antonio Carrillo el problema “es entrar”. En este campo, la búsqueda de socios por ejemplo a través de bases de datos para abordar un proyecto colaborativo pocas veces da resultado. “Lo importante es el networking”, o sea los contactos y las redes internacionales con las que se relaciona cada investigador.

Cristina Campoy que ha encadenado varios proyectos europeos para desarrollar investigaciones en el campo de la nutrición en el embarazo y la lactancia y el desarrollo cognitivo de los niños indica que uno de las fórmulas para llegar a buen fin reside en “tocar otros aspectos de interés para la Comisión Europea”. En su proyecto también ha abordado la repercusión socioeconómica de la capacidad intelectual. “Hemos visto, por ejemplo, cómo incrementar un 1% el coeficiente intelectual multiplica por millones el impacto económico en un país”.

José María Delgado, director de la División de Neurociencia de la Universidad Pablo de Olavide, que tiene experiencia en proyectos europeos desde la primera mitad de los años 90, afirma que la mejor manera de entrar en el club europeo es “tener algo que no tenga nadie”. En su caso, se trata de las técnicas propias de estudio del comportamiento animal. No obstante, también destaca la “enorme burocracia” que suponen estos proyectos como uno de los principales elementos disuasorios. El papeleo, los formularios imposibles y la gestión administrativa suponen tanto trabajo que, según su experiencia, resta tiempo para lo que importa: investigar.

Ricardo Chacartegui teme que el Programa Marco Horizonte 2020 haga más difícil la creación de consorcios internacionales de investigación. “Los indicios que nos llegan nos hacen presagiar que será más complicado el acceso a los consorcios y que la acción individual del investigador puede que no sea tan eficaz”.

La directora general de Investigación, Tecnología y Empresa de la Junta de Andalucía y directora gerente de la Agencia Andaluza del Conocimiento, Eva María Vázquez, apunta que “una de las novedades más interesantes del futuro Horizonte 2020 es que integra investigación e innovación, ofreciendo financiación desde la idea al mercado y ayudando a las empresas a convertir sus innovaciones tecnológicas en productos y servicios comercializables”.

Desde la Oficina de Proyectos Europeos de la Universidad de Granada, José Antonio Carrillo cree que las condiciones para iniciativas como las ERC cambiarán poco en el nuevo escenario, mientras que a los proyectos colaborativos, tal y como sugiere Eva María Vázquez, se les exigirá mayor contacto con la industria.

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