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Guerra sin cuartel detrás del microscopio

  • Ampliar la mirada científica para determinar las relaciones diversas que se establecen en el ecosistema que crean las comunidades de bacterias con las plantas es el objetivo de Diego Romero, que dispone de 1,5 millones de euros para crear y consolidar su grupo de investigación en la Universidad de Málaga.

Diego Romero, en un laboratorio de la Universidad de Málaga. / JAVIER ALBIÑANA

¿Cómo se establece una bacteria en una planta? ¿Qué papel juega la planta frente a esa bacteria? ¿Cuál es la respuesta del patógeno? ¿Cómo afecta a otros? Desentrañar las múltiples relaciones que se establecen en el ecosistema que conforman bacterias y plantas es el empeño de Diego Romero que cuenta para esta aventura científica con 1,5 millones de euros del European Research Council (ERC) para que durante cinco años inicie en la Universidad de Málaga una nueva línea de investigación en la que las plagas no se analicen solo desde la perspectiva de los patógenos, sino con una mirada global. Este planteamiento requiere conocimientos de fisiología vegetal, bioquímica, genética y ecología microbiana.

La trayectoria que ha conducido a Diego Romero hasta la disputadas Starting Grants de la Unión Europea arrancó en Estados Unidos. Después de cuatro años en la Harvard Medical School con el profesor Roberto Kolter, primero con una beca Fullbright y después contratado, tenía claro que quería volver a Europa. Los motivos personales inclinaron la balanza a favor de España y de todas las oportunidades que se le abrían en aquel momento la mejor era la que le ofrecía Antonio de Vicente en la Facultad de Biología de la Universidad de Málaga, donde había estudiado la licenciatura y obtenido el doctorado.

En enero de 2012 se incorporó con una beca Ramón y Cajal al Departamento de Microbiología. Tenía ya entonces publicaciones en Science, PNS o la Quemical Reviews que atestiguaban su recorrido científico en el área de los biofilms o comunidades bacterianas.

Su aterrizaje casi coincidió con la conocida como crisis del pepino, o sea la intoxicación alimentaria registrada en Alemania por la bacteria E. coli que inicialmente se atribuyó al consumo de pepinos andaluces contaminados. Al calor de aquel asunto consiguió nada más aterrizar un proyecto de plan nacional de I+D, presupuestado en 100.000 euros, para trabajar en el área de la seguridad alimentaria. A este proyecto se sumó otra investigación que colidera financiada con 700.000 euros por la multinacional holandesa Koppert con el objetivo de desarrollar en el plazo de cinco años fungicidas y fertilizantes biológicos a partir de las bacterias Bacillus y Pseudomonas.

Estos dos trabajos eran interesantes pero no colmaban sus expectativas. Sentía que necesitaba un empujón más decidido para “hacer la investigación que quiero, avanzar y crecer como científico” y tuvo claro que la manera de alcanzar esta meta es una inyección económica del calibre de las que proporciona el Consejo Europeo de Investigación. “Tenía claro lo que quería hacer, pero con la financiación que podía conseguir aquí no era posible”, resume.

La pretensión de Diego Romero, ahora integrado en el Instituto de Hortofruticultura de la Universidad de Málaga y el CSIC, es aprovechar todo el conocimiento básico sobre bacteriología aprehendido en Harvard y combinarlo con el tema que desarrolló en su tesis doctoral sobre el control biológico con la idea de “profundizar en esos mecanismos, en un proyecto que encaje los aspectos más básicos con los más holísticos”. El objetivo final es lograr mejores resultados ya sea en la lucha contra plagas y enfermedades de las plantas o en las técnicas de cultivo.

Su intención es crear de forma progresiva un equipo de cinco personas constituido por dos doctores, un técnico y dos doctorandos. Estos dos últimos ya están en fase de preselección. 

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