LIDIA FUENTES

Internet de las cosas no sabe de brechas

  • Segunda catedrática de Telemática en España, trabaja en la Universidad de Málaga en ingeniería del software aplicada a la conexión a la red de los aparatos cotidianos · Desde 2004 ha liderado nueve proyectos y captado 1,3 millones de euros · Avisa que las carreras de informática pierden otra vez alumnas.

Lidia Fuentes en una imagen tomada en la Escuela de Informática instantes después de impartir una clase. / JAVIER ALBIÑANA

Lidia Fuentes ha captado 1,3 millones de euros en los nueve proyectos de investigación financiados por la Junta, el Gobierno y la Unión Europea que ha dirigido desde que en 2004 creó Component and Aspect Oriented Software Development (Caosd), un equipo de expertos en ingeniería del software aplicada a internet de las cosas. Tiene en su currículum 150 artículos, 32 de ellos elaborados junto a alguno de los 14 grupos internacionales con los que colabora, y ha dirigido seis tesis, de las que cuatro han sido premio a la mejor tesis doctoral. Es, junto a Encarna Pastor de la Universidad Politécnica de Madrid, la única catedrática de Telemática de España.

Su visión sobre la presencia de mujeres en las ingenierías es excepcional, porque perteneció a ese escaso 30% de alumnado femenino que tradicionalmente ha estudiado Informática y, sobre todo, porque ahora como profesora observa que en sus clases todavía hay menos mujeres que antes. “En un aula con 20 alumnos solo hay tres chicas y una de ellas es griega. El trimestre anterior no tuve ni una sola alumna”.

El equipo que dirige, conformado por una decena de investigadores, entre los que hay varias mujeres, está integrado en el Grupo de Ingeniería del Software de la Universidad de Málaga (Gisum), compuesto por 48 docentes , de los que únicamente siete son mujeres. A su vez, pertenece al Departamento de Lenguaje y Ciencias de la Computación, donde figuran apenas una veintena de mujeres en una plantilla docente que alcanza el centenar de personas. Esa abrumadora mayoría masculina, sin embargo, afirma que no ha actuado como un handicap. “Somos muchos. Unos son más colaboradores y otros menos. Cada cual tiene su carácter, pero nunca he encontrado trabas de género. Este es un departamento muy democrático donde nunca se ha promocionado por amiguismo”, puntualiza.

No obstante, sí ha vivido fuera de su grupo matriz y de su departamento algunos episodios que solo puede explicar por prejuicios de género. Recuerda, por ejemplo, una de aquellas extintas comisiones de habilitación en la que, como casi siempre, era la única mujer. Debían fijar la fecha para una segunda evaluación y a nadie le pareció mal posponer la fecha para que un miembro de la comisión pudiera asistir a una carrera de motos, sin embargo, ella tuvo que encajar una inexplicable reprimenda por oponerse a otra fecha porque tenía comprometida su asistencia a un congreso. “Nadie se levantó y nadie dijo nada”. Todavía hoy le enerva aquel episodio, de la misma manera que le molesta el recuerdo de otro de aquellos catedráticos de otros tiempos que sibilinamente le dejaba caer la necesidad de tener ciertas cualidades personales más allá del currículum para acceder a la cátedra.

Sin embargo, Lidia Fuentes accedió a la cátedra en 2011, con una celeridad poco frecuente. Subraya que el sistema actual, basado en la acreditación de méritos científicos y académicos ha introducido equidad en el sistema. Otro asunto son los efectos secundarios que tiene que soportar por ser una catedrática joven. Desde que en 2012 el Gobierno introdujo el criterio de necesitar sexenios vivos para poder reducir las horas de docencia mantiene una guerra sin cuartel contra la disposición que obliga a los catedráticos a acreditar cuatro sexenios de actividad científica (24 años) para limitar las horas de clase, mientras que los profesores titulares solo tienen que justificar tres (18 años). “No tengo cuatro sexenios porque no me ha dado tiempo”, explica. Si fuese profesora podría reducir las horas de docencia a 16 créditos (160 horas), pero al ser catedrática está obligada a alcanzar los 21 créditos (210 horas). Pone de relieve la contradicción de tener que soportar “presión para dirigir proyectos de fin de grado” y, sin embargo, no disponer de tiempo suficiente “para pedir proyectos europeos”, mientras señala la pizarra de su despacho donde está esbozado el proyecto que tiene previsto presentar en abril al programa Horizonte 2020 de la Unión Europea.

Durante los últimos tres años ha enviado escritos a las autoridades académicas y gubernamentales sin éxito. Lamenta que la Universidad de Málaga no haya hecho como Cádiz o Almería que sí han corregido esta contradicción que penaliza a los catedráticos más jóvenes, pero no se haya hecho en Málaga. 

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