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Inventos prêt-à-porter

  • Las universidades andaluzas promovieron el año pasado más de 230 patentes

El dibujo de un niño, realizado cuando se recuperaba de una intervención quirúrgica, cuelga en el despacho del profesor Emilio Gómez, fundador y director del grupo de Física Interdisciplinar de la Universidad de Sevilla. Emilio Gómez cree que hay pocos reconocimientos que tengan tanto valor como esos trazos infantiles. 

El grupo que dirige en el Departamento de Física Aplicada III comenzó a trabajar en 2002 en el quirófano inteligente portátil (QUIP), una solución que permite integrar la multitud de imágenes y datos que se generan durante una operación y redistribuirlas en tiempo real a los profesionales que intervienen en el quirófano. Este dispositivo contribuyó en 2007 a que en el hospital Virgen del Rocío un feto fuese intervenido de espina bífida en el útero de su madre. Emilio Gómez no sabe a ciencia cierta cuántos niños con tumores cerebrales y malformaciones habrán sido operados utilizando su invento. "Varios cientos", apunta. Sólo hasta 2010, la última vez que se presentaron los resultados, se habían practicado 350 intervenciones de neurocirugía infantil y una decena de cirugía fetal 

Esta patente, desarrollada en colaboración con el ginecólogo Guillermo Antiñolo, director del programa de medicina y terapia fetal del Virgen del Rocío, y Javier Márquez, jefe de neurocirugía de este hospital, junto a Manuel Perales, del grupo de Física Interdisciplinar de la Escuela de Ingeniería de Sevilla, es sólo una de los 18 inventos registrados que figuran en el currículum de este profesor. "Quienes tenemos acceso a los recursos que da la ciencia y la tecnología tenemos la obligación de aplicarlos para ayudar a quienes lo necesitan", apunta para explicar por qué como científico le interesan las patentes.

"Las patentes son una forma de transferir conocimiento a una sociedad que paga mi sueldo con sus impuestos", apunta Carlos del Pino, del Departamento de Mecánica de Fluidos de la Universidad de Málaga. Él ha desarrollado un sistema que reduce el consumo de combustible en los automóviles. Cree que el día que un conductor ahorre dinero o carburantes gracias a su invento habrá saldado su compromiso con la sociedad en forma de una tecnología que supone "un incremento en la calidad de vida".

Las universidades andaluzas han cerrado 2012 con más de 230 inventos, la mayoría en los campos de la biotecnología, medicina, química, farmacia e ingenierías. A pesar de los recortes, las patentes ahora son prácticamente el doble que hace un lustro, lo que pone de manifiesto el creciente interés tanto de las instituciones académicas como de sus científicos por proteger sus investigaciones. "Para las universidades son un indicador de financiación, nos colocan en la cima de la investigación, nos acercan a las empresas y suponen retorno de dinero", resume Carmen Tarradas, directora de la Oficina de Transferencia de Resultados de la Investigación (OTRI) de la Universidad de Córdoba y actual coordinadora de la red de OTRI de Andalucía. Y aunque hasta hace pocos años tener patentes no tenía valor en el currículum académico y aún hoy muchas veces se ven como una rémora porque impiden publicar artículos científicos durante el proceso de protección, también son relevantes para el investigador porque favorecen "su currículum, su prestigio científico, le ponen en contacto con las empresas y le proporcionan una vía de ingresos".

"Posiblemente para mi currículum académico sería más interesante publicar", apunta Juan Carlos Rasero, profesor de Ciencias y Técnicas de Navegación de la Universidad de Cádiz. Sin embargo, cree que si algún día el sistema que ha desarrollado para evitar la colisión de buques se implanta será mucho más feliz.

"Existe el convencimiento de que  los resultados de la investigación no se pueden guardar en un cajón. Hay que buscarles aplicabilidad", apunta Ricardo Chacartegui, director de la OTRI de la Universidad de Sevilla. "Se ha consolidado la idea de que el conocimiento valioso si se protege es rentable para el investigador porque supone reconocimiento a su trabajo y retorno económico tanto para él, como para su grupo y para la institución". 

Jesús Chamorro, director de la OTRI de la Universidad de Granada, agrega que en este recorrido ha sido esencial la labor desarrollada por las oficinas de transferencia de resultados de la investigación por un lado porque muestran a los investigadores el camino de la protección y los llevan de la mano durante este proceso y, por otro, porque funcionan como agentes comercializadores de sus inventos.

Carmen Tarradas resalta el avance que se ha dado en este campo desde 2004 pero también subraya "el miedo a que haya un parón ahora. Se están manteniendo pero si la financiación falla, lo sufrirán. Todavía estamos viviendo del tiempo de las vacas gordas. El temor es qué pasará porque si los grupos no reciben financiación no habrá investigación, ni habrá patentes ni habrá nada".

Además, patentar no es ni fácil ni barato. Ricardo Chacartegui calcula que el coste global una patente internacional puede alcanzar hasta los 10.000 euros dependiendo de su proyección, orientación y competitividad del sector en el que se enclave. A pesar de que las universidades (salvo si lo solicitan en alianza con otras instituciones) no tienen que pagar tasas por las patentes nacionales, sí tienen que acudir a consultores externos que dependiendo de la complejidad y del área pueden establecer sus honorarios hasta en 3.500 euros, como recuerda Carmen Tarradas. Además, el proceso es largo y se encarece a medida que avanza. Primero se solicita la patente en España y transcurrido un año se inicia lo que se denomina procedimiento PCT para blindar el invento en el ámbito internacional, de modo que en el plazo de 30 meses se proteja en cada uno de los países que le interesen al promotor.

Las OTRI de las universidades sufragan, costean y llevan de la mano a los científicos durante este recorrido. Hay universidades como las de Sevilla y Granada que destinan cerca de 100.000 euros al año a promover la protección de los inventos. 

No obstante Chacartegui matiza que "aunque el desarrollo de la patente y sus derechos son titularidad de la universidad, lo cierto es que pertenece al investigador y se hace lo que él considere mejor".

El equipo de Emilio Gómez firmó a finales de 2010, es decir ocho años después de comenzar la investigación, la licencia de explotación del quirófano inteligente portátil (QUIP) con una empresa de Valencia. "La comercialización es complicada", coinciden Carmen Tarradas y Ricardo Chacartegui. Los inventos de las universidades se llevan a plataformas "que nos cuestan dinero" para hacerlas visibles en el mercado internacional. "Quienes mejor buscan a los posibles interesados son los propios investigadores porque son los que mejor conocen el mercado", apunta el director de la OTRI de Sevilla.

La Universidad de Granada cuenta con un programa específico para apoyar el desarrollo de prototipos y pruebas de concepto para facilitar la comercialización porque muchas veces la dificultad para enganchar a la industria con un producto o un servicio nuevo reside, precisamente, en que todavía no ha concluido la fase de experimentación. "En nuestro plan propio tenemos líneas específicas para mostrar la viabilidad de nuestra tecnología", apunta Jesús Chamorro. Además, esta OTRI diseñó hace cerca de cinco años un plan estratégico orientado a reforzar la internacionalización y la comercialización de sus invenciones que ya ha cosechado los primeros resultados: la institución granadina, con 230 patentes en vigor y 12 operativas en terceros países, tiene en la actualidad 70 en proceso de expansión fuera de España.  

Ese mismo plan contempla un cambio de concepto en la comercialización que pasa por aplicar técnicas de marketing de última generación, seleccionar mercados emergentes y elegir los cauces más adecuados para entrar en cada uno de esos países. Por el momento, la OTRI de Granada negocia licencias de explotación además de en España en Italia, Francia, Alemania y Chile. "Las OTRI ya no somos lo que éramos hace 10 años. Somos muchísimo más proactivas, estamos más profesionalizadas y tenemos más visión comercial y empresarial. Estamos obligadas a reinventarnos constantemente", concluye Jesús Chamorro.

Los datos que maneja la red de OTRI de Andalucía apuntan que entre 2006 y 2011 las universidades públicas de Andalucía han firmado 161 contratos de explotación de sus inventos, a un ritmo que oscila entre los 23 de 2011 y los 37 de 2009. Para comprobar cómo ha evolucionado el interés de las empresas por las patentes universitarias sólo hay que tener en cuenta que en 2005 se firmaron dos contratos para licenciar patentes. A pesar de las dificultades siempre hay oportunidades. La Universidad de Almería, por ejemplo, ha licenciado en 2012 siete de las 15 patentes que ha promovido.

No obstante, hay una segunda vía de explotación de las invenciones: las spin-off de las universidades. La Universidad de Córdoba desarrolló en 2005 su propio olivo: Sikitita, un árbol de porte pequeño, cruce de las variedades picual y arbequina, de producción precoz y rentabilidad alta, concebido para plantaciones intensivas (hasta 2.000 olivos por hectárea).

La protección (las variedades vegetales no se patentan, sólo se protegen por un sistema propio) se llevó a cabo en 2005. Desde entonces se han firmado 20 licencias, de ellas siete a viveros (seis de España y uno de Italia) para comercializar las plantas y el resto a agricultores interesados en su explotación. A finales de 2011, o sea seis años después de que naciera oficialmente el nuevo olivo, se creó en la Universidad de Córdoba, y con la institución como socio, la empresa de base tecnológica (EBT) Pomología, que desde entonces se ocupa en exclusiva de gestionar la gestión de sus licencias.

"La patente en sí no tiene sentido. La patente no es el fin, sino el vehículo de la transferencia de conocimiento", apunta Chacartegui que reconoce que una parte importante de las patentes de la Universidad de Sevilla se explotan a través de empresas de base tecnológica. "Ahí el retorno económico no es importante, porque se ceden. Lo importante es el efecto social de esas EBT como generadoras de riqueza y empleo".

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