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Malaspina destapa los últimos secretos del Planeta

  • La gran aventura de las ciencias marinas que han colocado a los científicos españoles a la vanguardia del conocimiento concluye con grandes descubrimientos sobre genómica, contaminación y biodiversidad, pero también con el exilio de su promotor, Carlos Duarte · Investigadores andaluces, a través del Campus de Excelencia del Mar, aportan claves sobre la vida del océano profundo, la existencia de grandes masas de peces entre 200 y 500 metros de profundidad, la retención y liberación de carbono en las profundidades marinas, las acumulaciones de plásticos o la distribución por tamaños del fitoplancton, el gran productor de oxígeno de la Tierra · El área formativa del proyecto, coordinada por el gaditano Fidel Echevarría, ha propiciado cerca de 80 tesis doctorales.

Momento en que baja la roseta con las botellas para tomar muestras de aguas a diferente profundidad. / FOTO: CSIC

El 15 de diciembre de 2010 partía del puerto de Cádiz el buque Hespérides. Comenzaba la expedición Malaspina, la gran gesta de las ciencias marinas en España que comprendía la circunnavegación del planeta para explorar el impacto del cambio climático y la biodiversidad de los océanos. El proyecto concluye ahora. Han sido cuatro años en los que los científicos españoles han hecho ruido, mucho ruido en el escenario internacional: han desmontado falsas creencias, han apuntalado otras, han aportado descubrimientos e inventos y han puesto sobre la mesa un pronóstico sobre el estado de los océanos: “Impactados pero no rotos” por el cambio climático, según definición del director del proyecto, Carlos Duarte, científico del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Más de 60 artículos científicos, publicados hasta ahora, entre ellos varios en Nature, Science o PNAS, atestiguan la relevancia del trabajo. Se estima que representan solo el 10% de los resultados científicos directos que la expedición reportará hata 2020.

Carlos Duarte explica por correo electrónico, “desde un lugar remoto de Australia” donde investiga en la actualidad, que concibió el proyecto como “respuesta a desafíos del conocimiento y a desafíos de nuestra propia comunidad científica”. Argumenta que el avance en el conocimiento sobre el océano global es demasiado lento para que resulte útil a una sociedad basada en el uso inteligente de sus recursos. “Además, nuestra comunida científica en ciencias marinas adolecía de una serie de deficiencias diagnosticadas: falta de masa crítica y liderazgo, que podrían paliarse a través de un gran proyecto cooperativo como la expedición Malaspina”.

Ahora, al término del macroproyecto pronostica que al final de esta década se habrán alcanzado todos los objetivos iniciales y algunos más. “España se situará como la nación que contribuyó de forma decisiva a investigar el genoma del océano -patrimonio de todos-, a conocer mejor el ecosistema del océano profundo y evaluar el impacto de la actividad humana en el océano a escala global”.

Cree que la herencia de Malaspina es una comunidad científica “capaz de afrontar retos de dimensión global, de colaborar en redes de geometría variable y un legado de jóvenes investigadores que, de poder encontrar oportunidades, podrán tomar el testigo y dar un impulso aún mayor a la ciencia en nuestro dolido y castigado país”, agrega, y detrás de esas líneas se intuye también el dolor personal.

Sin embargo, Duarte verá pocos de estos logros desde la trinchera española. El centífico que ideó y puso en marcha la gran gesta de las ciencias marinas españolas abandona el país para incorporarse a la universidad King Abdullah of Science and Technology de Arabia Saudí. Confiesa que se exilia porque no le gusta el país que ha encontrado al término de su proyecto. Subraya “el cambio abrupto" que ha sufrido un país que ha pasado de tener "gobiernos y gobernantes interesados en la ciencia a un gobierno que ha arrasado lo logrado en desarrollo científico en 30 años”.

No es difícil encontrar similitudes entre este episodio y el que vivió el teniente de navío Alejandro Malaspina, al que se ha rendido homenaje en esta expedición organizada por el CSIC. Malaspina emprendió con las últimas luces de la ilustración un viaje científico de cinco años por tierras y mares de América, Asia y Oceanía. A su regresó el espíritu ilustrado se había evaporado y Manuel Godoy, valido del nuevo rey, Carlos IV,  lo acusó de instigador y revolucionario. Apenas un año después estaba preso en las mazmorras del castillo coruñés de San Antón. Después fue desterrado y murió en el exilio. La reseña histórica que recoge el proyecto Malaspina en su web subraya el “vergonzante proceso político” que puso colofón “al episodio viajero más destacado de la centuria, tirándose por la borda años de duro trabajo dedicados a componer la historia de nuestra América”.

LA APORTACIÓN ANDALUZA

La participación andaluza en Malaspina, a través de grupos de las universidades de Cádiz, Málaga y Granada articuladas en el Campus de Excelencia del Mar (Ceimar), ha reportado algunos de los grandes éxitos de la expedición: ha sido esencial para identificar las cinco acumulaciones de plásticos que ocupan millones de kilómetros cuadrados en los océanos y para medir por primera vez el carbono que se libera y que se acumula en el océano profundo. El descubrimiento de la vida que bacterias, virus y otros microorganismos despliegan en las grandes profundidades también lleva acento andaluz, así como el primer gran estudio global del tamaño del fitoplacnton. Finalmente, ha sido el gaditano Fidel Echevarría el responsable de coordinar el área formativa de Malaspina, que ha generado 79 tesis, de ellas 49 doctorales y 30 de fin de máster.

Además, en la Universidad de Cádiz se custodian en formol, etanol y congeladas más de 5.000 muestras de zooplancton de todo el océano recogidas tanto en la superficie como en profundidades de más de 4.000 metros. En principio este banco está a disposición de los investigadores de la expedición Malaspina, aunque también se contempla la posibilidad de que se abra al conjunto de la comunidad científica. "Es dinero de los españoles, ese es un detalle que no podemos olvidar", sugiere Juan Ignacio González Gordillo, investigador y guardián de la colección. El muestrario se ha reunido con la pretensión de tener "una referencia, una fotografía actual del océano para poder analizar las tendencias futuras". 

Las muestras en formol se utilizarán para identificar y estudiar los microorganismos, mientras que en etanol se conservan aquellas destinadas a estudios genéticos. Todas se encuentran en una habitación con temperatura controlada y bajo llave.  

El proyecto promovido por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) se ha financiado fundamentalmente con cargo al ya desaparecido programa Consolider del extinto Ministerio de Ciencia e Innovación. Ha contado además con apoyo económico de Instituto Español de Oceanografía, de Azti-Tecnalia y de las universidades de Cádiz y Granada. En conjunto ha dispuesto de un presupuesto de seis millones de euros aunque Carlos Duarte eleva hasta 17 millones el coste total, si se suma el gasto derivado de los buques (el Hespérides de la Armada y el Sarmiento de Gamboa del CSIC), sus tripulaciones y el tiempo invertido por los investigadores.

  Uno de los laboratorios del Hespérides, barco de la Armada con el que se circunnavegó el globo. / FOTO: UNIVERSIDAD DE CÁDIZ

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