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Titania: viento de cola en la industria aeronáutica

  • La demanda de Airbus empujó al catedrático Javier Botana y al investigador de la Universidad de Cádiz Miguel Ángel Rodríguez Chacón a crear esta compañía cuyo reto ahora es ser capaz de acompasar su ritmo de producción a la velocidad con la que la multinacional aeronáutica aumenta su cartera de pedidos.

Personal que emplea Titania en Cádiz, la mayoría titulados universitarios.

Titania tiene 47 trabajadores, facturó el año pasado 2,3 millones de euros y su principal desafío ahora es ser capaz de absorber toda la carga de trabajo que le derivarán Airbus y sus proveedores, porque el gigante de la industria aeronáutica europea tiene compromisos firmes de compra de 6.787 aviones durante los próximos 10 años y ellos son el quinto laboratorio del mundo que realiza mayor número de técnicas de ensayo para esta compañía. “Nuestro reto es mantener el ritmo de producción que nos pide Airbus”, admite Miguel Ángel Rodríguez Chacón, cofundador de Titania junto al catedrático de la Universidad de Cádiz Javier Botana.

Titania nació en 2006. Faltaba apenas un soplo para que la crisis acogotara la economía española, pero la empresa, con sede en Cádiz, la provincia española con mayor tasa de desempleo, ha pasado de puntillas sobre las turbulencias. Miguel Ángel Rodríguez cree que hay tres claves que explican el éxito: la primera fue adaptarse a los procedimientos de trabajo de la industria “viniendo de la universidad”. Recuerda que pertenece a una “una generación que fue formada para que nos contrataran, no para crear cosas. La segunda ha sido su versatilidad porque el laboratorio trabaja con todos los materiales que se utilizan en la fabricación de un avión ya sea en el fuselaje, los ensamblajes o en las pinturas de acuerdo y siempre de acuerdo con la normativa de Airbus. Además, abarcan todo el proceso al que se somete un material durante la fabricación. Finalmente, resalta que ha sido determinante ofrecer un servicio integral, de modo que el cliente, ya sea la multinacional aeronáutica o cualquiera de su centenar de proveedores, no tiene que acudir a otro laboratorio para que completen ensayos porque ellos los realizan todos. “Este es un valor añadido que nos da ventaja competitiva”. Esta relación privilegiada con Airbus, no obstante, no ha obstaculizado que la firma gaditana busque también la acreditación de los principales grupos de la competencia como Boeing, Embraer, Bombadier y Sikorsky.

El origen de Titania es revelador no sólo de lo que los universitarios pueden hacer por el tejido productivo, sino también de lo que la industria puede hacer por la universidad. Airbus decidió en 2000 cerrar sus laboratorios en Sevilla y Cádiz, pero en lugar de buscar proveedores de estos servicios tecnológicos establecidos en el mercado, acudió a la universidad. Javier Botana, investigador principal del grupo Corrosión y Protección de la Universidad de Cádiz, recurrió a Miguel Ángel Rodríguez Chacón, que había sido años antes investigador de su equipo, para que se hiciera cargo de esta línea de trabajo.

El grupo trabajó con denuedo para Airbus hasta 2006, pero llegó un momento en que la estructura universitaria era insuficiente para sostener aquel ritmo. La rigidez del procedimiento administrativo limitaba el margen de maniobra para contratar, comprar equipos o ampliar instalaciones. La propia universidad les sugirió convertirse en spin off.

Miguel Ángel Rodríguez Chacón confiesa que han tenido viento de cola: por una parte llegaron al mercado con una cartera de negocio consolidada y, por otra parte, la demanda de los países emergentes y, sobre todo, de las monarquías del petrodólar durante los últimos años han mantenido al sector aeronáutico fuera de la zona de crisis. No obstante, subraya que ha sido importante desplegar un sistema de gestión innovador, “aprender día a día”.

Ahora es Titania quien mantiene una relación privilegiada con la Universidad de Cádiz: el grupo Corrosión y Protección no ha sufrido los recortes a la I+D como otros investigadores porque su spin off era capaz de encargarles suficientes proyectos para mantener la actividad. Además, han acudido juntos a las convocatorias públicas que financian la innovación con resultados excepcionales porque en 2014 lograron cinco proyectos Interconnecta del CDTI y el año pasado dos más.

Miguel Ángel Rodríguez cree que la sociedad no aprovecha todo el potencial universitario. “El tejido productivo debería apoyarse en el conocimiento universitario y dar lugar a un modelo nuevo”.  

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