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El capital sustituye el ladrillo por las ideas

  • El declive del negocio inmobiliario atrae por primera vez al inversor tradicional hacia las empresas nacidas en la universidad · La ausencia de oportunidades de inversión rentables y las dificultades para acceder al crédito financiero y a las ayudas públicas crean un escenario propicio que ya han explorado grandes compañías como Telefónica o Mercadona · La puesta se plasma en la entrada en su capital o en la creación de incubadoras y aceleradoras.

Empresarios andaluces con experiencia en el sector agroalimentario y en el negocio inmobiliario han creado un fondo que entre agosto de 2013 y febrero de 2014 ha invertido un millón de euros en una decena de empresas de base tecnológica nacidas en la universidad. Este es uno de los primeros ejemplos que ilustra el incipiente interés de la iniciativa privada por las spin-off universitarias.  “En España la cultura de los business angels está en construcción. Para el emprendedor americano que hace dinero es una responsabilidad devolver algo a la sociedad. Aquí, en cambio, todavía pesa mucho la búsqueda de la rentabilidad y la necesidad de diversificar las inversiones”, explica Carlos Camarero, socio de la consultora OGE Management que se ha encargado de la gestión del fondo.

Jesús Chamorro, responsable de transferencia, innovación y empresa en la Universidad de Granada, reconoce que existe “cierto movimiento”. “No es un boom, pero nos hemos encontrado con un par de fondos de estas características y en las últimas rondas hemos visto que acudía gente que antes invertía en otras cosas como el ladrillo”. “Los inversores que compraban pisos buscan ahora alternativas”, resume Julio Segundo, coordinador técnico de la Cátedra de Emprendedores de la Universidad de Cádiz. “Durante 10 años solo me encontré con un caso de estas características y ahora, en los dos últimos años, he conocido tres”, agrega para situar el fenómeno en sus dimensiones exactas.

María José Castro, responsable del área empresas de base tecnológica (EBT) de la Universidad de Córdoba, subraya cómo hace apenas un mes que ha acudido a la OTRI de Córdoba un grupo inversor madrileño interesado en contactar con spin-off universitarias. “Simplemente ha habido un primer contacto pero es es la primera vez que el capital privado acude a nosotros buscando oportunidades de inversión”.  Carlos Camarero, socio de OGE Management, apunta que en el mercado “hay dinero, pero es temeroso”.

Ramón González Carvajal, vicerrector de Transferencia Tecnológica de la Universidad de Sevilla, explica que en un país en el que las familias históricamente han anhelado que sus hijos sean funcionarios en el caso de que no poder ser futbolistas se ha avanzado mucho en la cultura emprendedora. Afirma que parte de las condiciones imprescindibles para crear un ecosistema propicio a la creación de empresas se cumplen: “Tenemos capacidad de innovación y capacidad para emprender. Tenemos infraestructuras donde desarrollar esa innovación y empieza a existir cultura de emprendimiento. La sociedad ya acompaña con recursos y anímicamente”, subraya. Sin embargo, aprecia dos asignaturas pendientes: el capital y el marco legal.

González Carvajal resalta la necesidad de normas más ágiles no solo para crear empresas tecnológicas, sino también para gestionar el fracaso. “Alguien que se arriesga con una idea y le va mal no puede estar cinco años pendiente de un concurso de acreedores”, argumenta, al tiempo que recuerda cómo en Estados Unidos el fracaso se valora en la trayectoria del emprendedor como parte del equipaje para alcanzar el éxito.

En segundo lugar el vicerrector de Transferencia Tecnológica de la Universidad de Sevilla afirma que en España “no existe cultura de inversión en riesgo”. Faltan herramientas que ayuden a los menos expertos a evaluar el potencial de los proyectos y, por otra, cree que el marco legal e impositivo no anima estas aventuras. Entiende que sería conveniente bajar la fiscalidad de la inversión empresarial de riesgo.

Julio Segundo observa dos barreras: el miedo que originan en el inversor tradicional unos productos que aunque tienen mucho valor añadido también son complejos y, por tanto, corren el riesgo de no ser aceptados por el mercado. El segundo obstáculo y desde su punto de vista más importante es el escaso recorrido que tienen en gestión empresarial los emprendedores universitarios “y la experiencia de los equipos es uno de los aspectos que evalúan los inversores”. Frente a esos temores subraya el valor añadido que reportan las empresas surgidas a partir de la investigación y el conocimiento universitario. “Tienen un elemento diferencial muy alto” y desarrollan productos y servicios “que desde el primer día tienen potencial en el mercado global. Esa es una gran oportunidad en un momento en el que la exportación se ha visto que es una manera de sortear la crisis”.

OGE Management, por ejemplo, tenía la encomienda de buscar empresas tecnológicas que ya tuvieran experiencia comercial, necesitaran financiación -hasta 200.000 euros- para crecer, no para reestructurar la deuda, y que se movieran en el ámbito de la biomedicina, la bioalimentación y las TIC, áreas estratégicas de la Universidad de Granada. Solo uno de los inversores involucrados en este fondo tenía experiencia previa en empresas innovadoras. En esta experiencia buscaban rentabilidad a medio plazo, pero también oportunidades para diversificar sus propios negocios e, incluso, explorar el campo las spin-off universitarias con la vista puesta en entrar en el campo del capital semilla.

Ramón González Cavajal pone también el foco sobre la falta de financiación para que las empresas tecnológicas crezcan. En su opinión no es difícil encontrar inversores dispuestos a arriesgar hasta 100.000 euros para que las empresas echen a andar. “Sin embargo, a partir del millón de euros es casi imposible”. Recuerda que hay un significativo número de spin-off de entre 300.000 y un millón de euros de facturación, que tienen entre 10 y 15 empleados que llevan así años. “Quiere decir que son buenas y tienen mercado porque están ahí y no han desaparecido, pero tampoco crecen mucho más cuando eso sería lo lógico”. Ese estancamiento estaría entonces directamente relacionado con las dificultades para captar en el sistema financiero sumas importantes de capital para plantear estrategias de crecimiento ambiciosas. Además, no oculta la impresión de que los fondos comunitarios puestos en el sistema para arrancar proyectos tecnológicos funcionan a medio gas. “Este dinero está pero se está moviendo poco, puede que sea porque los mecanismos sean demasiado complejos”, sugiere.

El hundimiento de la actividad inmobiliaria, sector al que tradicionalmente se ha dirigido en España el dinero, sumado al cierre de la financiación bancaria y de las subvenciones públicas ha creado un territorio de oportunidad y necesidad que las universidades también tratan de aprovechar para aproximar el capital a sus spin-off. La Universidad de Granada tiene previsto celebrar en noviembre la segunda edición del foro internacional en el que pone en contacto a sus emprendedores con potenciales inversores y la de Cádiz ha programado para el próximo otoño la segunda edición de Inviert Lab, una iniciativa en la que presenta a inversores proyectos e ideas de negocio surgidas en el ámbito universitario. En febrero congregó en la Universidad de Málaga a 18 firmas de inversión y particulares junto a los promotores de 10 proyectos liderados por emprendedores de todas y cada una de las universidades andaluzas.

La inversión directa no es la única vía por la que se están acercando los inversores tradicionales a la universidad. Las aceleradoras de empresas y las incubadoras son otra fórmula que ha ganado popularidad hasta el punto de que empieza a hablarse de burbuja de aceleradoras. Hasta ahora solo la iniciativa pública y especialmente las universidades se habían ocupado de este fenómeno, pero ahora hay nuevos agentes en el terreno de juego. Las primeras en saltar fueron grandes corporaciones como Telefónica o Mercadona, pero el empresario tradicional también empieza a mirar con interés. TOPdigital es un claro ejemplo. Esta distribuidora de telecomunicaciones de Málaga con 200 tiendas, 600 empleados y 120 millones de facturación ha invertido un millón de euros en Sprita, una aceleradora que hace un año seleccionó 10 proyectos para darles no solo alojamiento en sus instalaciones e inversión, sino también tutelaje especializado y el apoyo del conjunto de su estructura empresarial. Parte de los proyectos que ha mentorizado y acelerado están ya en el mercado, al tiempo que ha abierto otra convocatoria orientada a smart cities o ciudades inteligentes y aplicaciones de wearable. (En la imagen superior el consejero delegado de TOPdigital, Santiago Lucas, con Miguel Fernández, director de Sprita, la aceleradora de empresas creada por la compañía. Detrás de ellos emprendedores y tutores).

El declive del ladrillo y la sobreoferta de espacios libres también ha favorecido que algunos locales se pongan en el mercado bajo el cartel de la incubación de empresas. Jesús Chamorro, desde la Universidad de Granada, distingue “quienes dan alojamiento de quienes incuban y aceleran empresas”. La prueba del algodón para distinguir unos y otros son los servicios: “La incubación implica asesoramiento en la puesta en marcha del proyecto, implica la búsqueda de financiación y de socios tecnológicos, la formación y la mentorización. Si no hay servicios no se puede hablar de incubadora”, resume el delegado del rector de la Universidad de Granada para transferencia, innovación y empresa.

¿Este incipiente idilio del capital tradicional con la inversión en pequeñas empresas del conocimiento es un amor de verano? Esta pregunta todavía no tiene respuesta. Carlos Camarero pronostica que gozará de salud al menos durante el año o los dos años que todavía faltan para que remonte la actividad inmobiliaria. “Ya hay muchas voces diciendo que las grúas son necesarias”. El día que eso ocurra se podrá comprobar si esta relación de conveniencia ha traído para quedarse a los business angels. 

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