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La primera balanza del carbono oceánico

  • Investigadores miden por primera vez el carbono que se libera y retiene en el océano profundo durante el proceso de descomposición de la materia orgánica que llega desde la superficie.

 La cantidad de carbono orgánico de los océanos es similar al dióxido existente en la atmósfera. Por tanto, cualquier cambio en los procesos de retención y liberación de C02 en los mares no puede pasar desapercibido en el conjunto del planeta.

Mientras las aguas superficiales son una fuente de oxígeno gracias a la fotosíntesis de algas y microalgas, en el océano profundo el proceso es diferente. Ahí reinan las bacterias y otros organismos unicelulares denominados arqueas que se ocupan de descomponer la materia orgánica que llega desde la capa superficial. En ese proceso liberan parte del dióxido, mientras que otra parte la convierten en compuestos imposibles de descomponer que retienen el carbono orgánico durante cientos de años.

La comunidad científica ya ha explorado este proceso, pero todavía desconocía qué parte del carbono se libera como C02 y llega de nuevo a la atmósfera y qué otra parte acaba convertida en compuesto biorefractario y almacenada en esa despensa oceánica.

Un equipo del Departamento de Ecología de la Universidad de Granada dirigido por la investigadora Isabel Reche ha participado en la expedición Malaspina para medir por primera vez la cantidad de dióxido de carbono que vuelve a la atmósfera tras ese proceso de mineralización de la materia orgánica y qué otra parte se queda retenida. Por primera vez también se han utilizado técnicas de espectroscopía desarrolladas específicamente con este objetivo.

Esas herramientas las han aplicado los doctorandos de la Universidad de Granada Teresa Serrano Catalá e Ignacio Pérez Mazuecos para medir el dióxido de carbono que se libera de nuevo durante el proceso de descomposición de la materia orgánica en el océano profundo, así como el que queda encapsulado en compuestos refractarios hasta 600 años en el fondo de los océanos.

Isabel Reche subraya el impacto que estas mediciones tienen para “determinar el papel de la bomba microbiana en el ciclo global del carbono”.

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