La Voz Invitada

El autor reclama políticas activas de empleo ligadas a actividades del mundo rural

  • Repensar la extensión agraria y el mundo rural como nuevo paradigma de poblamiento

Trabajadores entre los viñedos.

Trabajadores entre los viñedos.

La realidad de la agricultura tradicional en Andalucía, se enfrenta a un futuro incierto y no exento de preocupación, por el envejecimiento de los efectivos humanos que trabajan en este sector y por la escasa, e incluso nula, viabilidad económica de sus explotaciones.

Solo la agricultura de recreación o la estrictamente de subsistencia, mantienen cierta garantía de futuro, junto al desarrollo de la agricultura comercial en Andalucía.

El envejecimiento de los agricultores tradicionales, que constituyen la base poblacional de muchos pueblos andaluces, se sitúa por encima de los 50 años de edad media, esta realidad evidencia una de las causas del despoblamiento del medio rural, pero sobre todo la crisis de un universo cultural, por la pérdida del conocimiento de muchas de las técnicas de cultivo, del manejo de la gestión forestal y ganadera, así como de aplicaciones y desarrollos de la llamadas industrias rurales que han pervivido durante siglos y que comienza ya a olvidarse.

El mundo rural necesita savia nueva, no solo a nivel cronológico, sino a nivel de conocimiento y capacidad de manejo de los recursos y técnicas tradicionales, que son, en definitiva los que pueden permitir un nuevo horizonte al mundo rural, que bajo mi personal punto de vista, puede configurarse como un nuevo paradigma de poblamiento para aquellos que, busquen un estilo de vida más adecuado para el equilibrio psíquico y físico de la persona humana y que facilite ese desarrollo integrado, que tan necesario se percibe en los momentos actuales.

Es por ello que se necesita ir dotando del conocimiento a los más jóvenes, que la cultura social ha ido construyendo desde siglos, pero adaptado a los usos y facilidades que proporciona la técnica actual.

Es necesario por ejemplo, que podamos encontrar trabajadores que sepan talar frutales, hacer injertos, cultivar todo tipo de plantas y hortalizas adaptadas al medio donde desarrollan su actividad; unido a ello, deben poseer conocimientos elementales, para el manejo y mantenimiento básico de pequeñas máquinas que faciliten las labores agrícolas, así como para acometer pequeñas reparaciones y renovación de piezas de la hidráulica de riego localizado; sin olvidar el uso y manipulación de abonos y fitosanitarios.

Paliar el desempleo

Desgraciadamente hoy, en Andalucía, los programas de ayuda para paliar el desempleo, se han centrado en la construcción y en la pavimentación de las calles de nuestros pueblos y aldeas, pero, aunque se realizan programas de las políticas activas de empleo, no llegan a vincular las posibilidades que ofrece el mundo rural y los nuevos nichos de empleo.

Es por ello que debamos volver la vista a lo que en su día constituyó la extensión agraria y no los sucedáneos que se ofrecen; basta con observar lo que han sido algunos programas y lo que es más grave, el desarrollo y cumplimientos de los mismo que se ha realizado.

No sin cierta ironía, me indicaba un alumno que había realizado uno de esos programas, que los cursos eran para los que lo impartían, pero no para los que los recibían, denunciando con ello la ineficiencia en el cumplimiento de sus objetivos y la frustración del discente.

Cierto que no es universal esa apreciación, hay datos que permiten asegurar la utilidad de algunos cursos y la eficacia de su desarrollo, pero no es ésta la percepción que se tiene y hay datos que así lo evidencian.

Sin entrar en detalle, lo realmente importante, no es solo la formación puntual, más o menos reglada, sino la asistencia técnica y el seguimiento personalizado, para tutorizar la formación del agricultor, de forma continuada.

Ello obliga a que las oficinas comarcales, no solo sean apéndices burocráticos para el control y gestión de las ayudas agrarias, es necesario que promuevan y fomenten el desarrollo de prácticas agrícolas y tecnologías de producción, que no solo atiendan a los avances en la agronomía, sino que también participen en la custodia y actualización de ese saber hacer agrario que la tradición y la cultura nos han legado.

Recuerdo que, estando en China, invitado por la Academia de Ciencias Agrícolas y Forestales de Pekín, me producía cierta perplejidad los medios empleados para la extensión agraria, que incluso empleaban una emisora de TV con conexiones por vía satélite, para lograr una cobertura territorial adecuada, por la que emitían programas de extensión agraria que, tenían un horario fijo y por supuesto una audiencia garantizada.

Los contenidos que conocí eran sobre protección de cultivos, lucha contra la erosión y nuevas variedades. Estos programas eran completados por las visitas de los agentes de campo.

Ello me recordaba a los “teleclubs” de los años de 1960 en las zonas rurales y a los programas que emitían de extensión agraria.

“Las oficinas comarcales deben fomentar el desarrollo de prácticas agrícolas de producción”

Entendemos que hoy necesitamos de otros modelos, por eso proponemos una extensión agraria más dinámica y personalizada, pues, no solo buscamos la participación del técnico agrónomo, que define el programa, los contenidos y los métodos; es necesario implicar a los agricultores mayores con capacidad reconocida en su oficio, para actuar como monitores de los más jóvenes.

Esta simbiosis posibilita una oportunidad para los mayores en orden a la transmisión de conocimiento y un medio para apoyar su economía de una forma digna, compatible con cualesquiera otra ayuda que reciban.

Los jóvenes participarían de una formación sólida, personalizada y con posibilidades de futuro para desarrollar un trabajo tan importante, como es la conservación de un paisaje y la producción de recursos básicos de calidad natural.

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