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Cofradias

El Cerro 25 años de la conquista del centro

  • El 21 de marzo de 1989 la hermandad realizó su primera estación de penitencia a la Catedral.

Hace 25 años la Hermandad del Cerro del Águila completaba con éxito su primera estación de penitencia a la Catedral, cumpliendo con la ilusión de todo un barrio. Fue una primera salida emotiva, de nervios, de muchos preparativos y ensayos. Nada se había dejado al azar. Hubo momentos de incertidumbre, de alegría, de satisfacción. La Sevilla cofradiera, recelosa al principio, aceptó de muy buen grado a la cofradía llegada de más allá del Tamarguillo. El Cerro había llevado al centro de la ciudad su cofradía de barrio pero plena de clasicismo y elegancia. Veinticinco años después, los principales artífices de aquella gesta rememoran lo vivido y analizan el presente y el futuro de la boyante cofradía. Esta noche, el cardenal Amigo Vallejo, arzobispo emétito de Sevilla, preside una función solemne en conmemoración de la gesta.

Emilio Sánchez Verdugo era el hermano mayor de la cofradía. Lo fue entre 1986 y 1994. Bajo su mandato se aprueban las reglas de penitencia. "El Arzobispado intentó que saliéramos un tiempo de prueba por el barrio, pero dijimos que no". Desde el primer momento la hermandad tenía claro que el día de la Semana Santa que querían para salir era el Martes Santo. Así lo pusieron en las reglas, aunque lo tuvieron que eliminar. Hubo que negociar el día. La hermandad sabía lo que quería. El Consejo les planteó salir el Sábado: "Nosotros dijimos entonces que queríamos la Madrugada, en el último lugar. Preparamos hasta el horario y el recorrido. Al final nos dijeron que el Martes estaba bien. Fue nuestra manera de negociar". La corporación supo jugar sus cartas porque lo tenía muy claro, como recalca Francisco Carrera Iglesias, mayordomo de aquella junta, y hermano mayor entre 1994 y 2002: "Desde el primer momento por la tipología del barrio y todo teníamos claro que debíamos salir en los primeros días de la Semana Santa. El Martes tenía siete hermandades y las últimas incorporaciones habían sido el Miércoles y el Lunes Santo". Durante un año, el hermano mayor estuvo acudiendo a todas las convivencias y visitando a las hermandades de la jornada para que le dieran su visto bueno: "Fueron ellas las que solicitaron nuestra incorporación a la nómina".

Aprobada la incorporación, la cofradía tenía que nacer desde cero. Vicente Bernal era el diputado mayor de gobierno. En el año 1988 salió en Santa Genoveva junto a su diputado mayor para ver cómo funcionaba la cofradía en la calle y empaparse de todos los detalles. Los diputados de tramo mantuvieron reuniones con los de la Cena para estar preparados: "Hay que tener en cuenta que el 90% o el 95% de las personas no habían salido en ninguna otra cofradía antes". Adolfo López, hermano mayor entre 2002 y 2010, corrobora esta afirmación: "Yo entonces estaba en la junta como segundo diputado mayor. Era una figura un poco forzada, pero se creó para aquella primera salida porque había que tenerlo todo muy bien organizado. Tuvimos que partir desde cero buscando desde el recorrido hasta los diputados de tramo".

Una hermandad que llegaba al centro desde tan lejos, que iba a estar muchas horas en la calle y que, además, no tenía referencias anteriores, debería contar con un buen equipo de capataces y costaleros. El primero que llegó fue Juan Antonio Guillén. Era fundador y capataz de la cuadrilla desde 1979. Cuando se barruntaba que la hermandad iba a salir en Semana Santa tiró de su amigo y compañero Paco Reguera para que mandara el paso de Cristo. Recuerdan al alimón los muchísimos ensayos que tuvieron que realizar para la primera salida. Las vueltas por la todavía inacabada Ronda del Tamarguillo. Las escapadas al centro o a San Bernardo para comprobar calles o medir alturas... "Para el paso de Cristo se presentaron 190 costaleros y 160 para el palio. Hicimos 19 y 14 ensayos cada uno. El 80% de los hombres se metían por primera vez debajo de un paso. Fuera de la hermandad había cierta desconfianza". En la hermandad no había dudas del éxito de la hazaña, aunque desde fuera les presionaran. Reguera recuerda una pregunta del hermano mayor: "Me preguntó cómo lo veía. Yo le respondí que a lo mejor no eran los mejores costaleros, pero eran todos del 41006 y estaban muy comprometidos con la hermandad. 'De aquí no se escapa ninguno', le dije". Guillén destaca la confianza que siempre les transmitió el hermano mayor: "Emilio nos dejó trabajar y siempre confió en nosotros"

Uno de aquellos costaleros era el actual hermano mayor, José de Anca: "Me apunté a espaldas de mi madre porque no tenía la edad reglamentaria. Un día llegué a casa y me dijo que me habían llamado de la hermandad. Era finales de 1987. Tuvimos que crear una cuadrilla, había que calcular el ritmo de la cofradía, preparar a unos costaleros que iban a estar muchas horas en la calle. Fuimos dos veces al centro. No había antecedentes en los que fijarnos".

La hermandad ha llevado una misma línea artística desde entonces, que, en buena manera, viene marcada por la impronta de la Virgen de los Dolores. Todos los que empezaron a trabajar entonces, lo siguen haciendo ahora conformando un excelente equipo artístico: Francisco Carrera, los Hermanos Delgado y Juan Manuel Miñarro. Para las túnicas se decidió apostar por algo que no existía en Sevilla: unas túnicas de capa blanca con un antifaz de terciopelo rojo-burdeos. "Representaba los colores sacramentales y aportaba algo novedoso", explica Francisco Carrera.

Y llegó el 21 de marzo de 1989. Martes Santo. El día de la ilusión y la responsabilidad. "Era algo muy esperado, pero si algo no salía bien, nos cargábamos el prestigio del barrio, de la parroquia de la hermandad. Cuando se abrió la puerta dije: 'Señor, en tus manos está. Hemos hecho lo que hemos podido", explica el hermano mayor. Paco Reguera insiste: "Se podía fallar en algo, pero por dejadez no sería". Más de 700 nazarenos salieron ya el primer año. Todas las túnicas eran de los hermanos. La hermandad había llegado a un acuerdo con el centro comercial Santa Elena para que se pudieran pagar sin problemas.

Salió la cofradía a la calle y en la primera levantá del paso de Cristo saltó la alarma. Todos escucharon un crujido, aunque no vieron nada. "Yo mandé el paso para delante y me dijeron que el Cristo hacía una oscilación muy rara". Cuando desembocan al matadero ya era más que evidente que la cruz tenía una rotura en la unión con el cajillo. "Paramos la cofradía y bajamos al Cristo. Gracias a Rafael Sotelo y los hermanos pudimos seguir. Corrieron a una ferretería y colocaron unas pletinas. Era el primer año y habíamos perdido 25 minutos. Estábamos con las carnes abiertas, aunque finalmente pudimos llegar con cinco minutos de adelanto a la Campana", relata Vicente Bernal. El Consejo de Cofradías, también receloso, le puso controles intermedios a la hermandad. El primero en la Enramadilla. El último, en Francos esquina con Chapineros. "Los superamos todos".

El cardenal Amigo, entonces arzobispo, los siguió en varios puntos del recorrido. El primero, en la calle Miguel Mañara. "Cuando llegamos a la Campana a pedir la venia estaba en el palquillo y nos acompañó hasta la Catedral". Todo el recorrido fue muy emocionante. Las gentes arroparon a su cofradía en todo momento y los vecinos de los aledaños de Ramón y Cajal se fueron incorporando a su paso. "Era la primera vez que pasaba una cofradía por allí". Amigo Vallejo les confesó luego que le había impresionado cómo iban andando al lado de la hermandad.

Tras la entrada todo eran alegrías y felicitaciones. "A Guillén y a mí nos sacaron a hombros", cuenta Paco Reguera. "Nada se hubiera podido hacer sin la colaboración del párroco, Alberto Tena, y el arzobispo que aprobó sus primeras reglas de penitencia. Fue una apuesta fuerte", resume Emilio Sánchez Verdugo.

Aquella hermandad de hace 25 años, se ha convertido hoy en la institución más importante del barrio y una de las cofradías más pujantes de Sevilla. Próximamente inaugurará su nueva casa de hermandad, llamada a convertirse en centro de encuentro. "Desde el primer día se vio que en el Cerro había el germen de la emoción y la tradición y supo contagiarlo a la ciudad. Era una devoción pura y clara", añade Adolfo López. "El éxito de la cofradía es que todos los vecinos y hermanos la sienten como algo suyo. Están muy involucrados. Hemos evolucionado a todos los niveles y nos hemos ganado el respeto de la Sevilla cofradiera", concluye José de Anca.

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