TRAS el monumento al fútbol levantado antier noche en el Bernabéu, vuelve el fútbol doméstico con toda su voluminosa carga de circunstancias. Mañana juega el Sevilla en Villarreal, un enemigo directo que en este último año también ha ido driblando malos rollos. Son las trayectorias contemporáneas de ambos, muy concurrentes desde aquella promoción de la 98-99 que devolvió al Sevilla a Primera y a los de La Plana a Segunda.

Luego, ya en el Siglo XXI, ambos han ido luchando por lo mismo, pero con mejores dividendos sevillistas. Y ahora concurren viviendo un momento de placidez tras haber vivaqueado con el lobo y sus orejas demasiado tiempo, sobre todo el Sevilla. Mañana coinciden en sitio y hora para ir por un botín europeo el Villarreal y para ir rematando el curso el Sevilla de la mejor manera posible o buscando la forma de que el rival se acerque al eterno lo más posible; en fin, circunstancias...

Al día siguiente y como cierre de la jornada dominical recibe el Betis al desahuciado Almería, ese equipo que ha superado por abajo la nefanda cifra del Betis en aquella 13-14. Veinticinco puntos fue la vergonzante marca bética y diecisiete la que, por ahora, desluce la marca indálica. Pero a cargo de la tropa almeriense llega el muy querido en Heliópolis Pepe Mel, lo que le da al encuentro un toque sentimental que también puede entrar de lleno en el apartado de circunstancias.

Es un partido para que el Almería luche por su honrilla y clave para que el Betis pueda mantener vigente el pulso con una Real Sociedad que le visitará una semana después. Y en este Betis se viven días de alegría tras los triunfos de Mestalla y Pamplona, pero alegría que debe alimentarse con los tres puntos del domingo. Pasó aquel monumento al fútbol que levantaron madridistas y bávaros, pero llega la cruda realidad del fútbol doméstico con su cohorte de circunstancias.