La Huelva de...

"La librería Saltés aglutinó a políticos y sindicalistas con ganas de cambio"

  • Licenciado en Filosofía y Letras, ha sido profesor en Costa de Marfil, donde se encargó del Departamento de Lengua Española durante 17 años, que dejó con 26 profesores

Miguel Ángel Rubira Caballero es onubense de tercera generación por parte de su bisabuelo materno que procedía de Aragón, había estado en las minas de Almadén desde donde pasa a las de Riotinto. Su padre era natural de Ciudad Real y herido en la Guerra Civil en el frente de Córdoba viene a Huelva donde conoce a su madre que era enfermera. Recuerda la farmacia y laboratorio de la familia, los Caballero de la calle Concepción, con los primeros contratos tasados de medicamentos para los empleados de la Compañía de Riotinto o la droguería que por último era de los Borrero en la calle Plus Ultra y que fue también de los Caballero, su abuelo puso los raíles de la vagoneta que llevaba la mercancía desde la calle al almacén. Refiriéndose a este tiempo asegura que aquella Huelva de los años 20 y 30 era una sociedad inquieta, que movieron iniciativas como la de los abonos a través del grafito que se sometía a la oxidación y que competía con el nitrato de chile, con la participación de personalidades como Ricardo Terrades o el marqués de Aracena, era cuando se pone en marcha las estaciones eléctricas en la Sierra como la de Santa Teresa. Una sociedad inquieta y dinámica, "que nada tenía que ver con la de después de la guerra, con menos recursos e inconformista, estaba como paralizada, pensando a ver cómo salimos de esta, pero al final se recuperó esa ilusión, era una España triste la de los cincuenta, para construir una casa se tardaban dos o tres años, todo era muy artesanal, con muchas limitaciones económicas; la avenida del Huerto Paco al Seminario se asfaltó para cuando vino Franco, no había nada, sólo un camino de chumberas". Así que le tocó una época en la que la juventud no tenía horizonte de futuro.

Estudió en el colegio Francés hasta primero de Bachillerato, cuando pasa al Seminario a estudiar Humanidades y Filosofía, después continuó en Sevilla que finalizó en Madrid. La de Sevilla era una Universidad para él más familiar porque había gente de Huelva, la de Madrid, sin embargo era distinta, "notábamos que se movía algo en la sociedad española, era el tiempo cuando expulsaron a los catedráticos García Calvo, Tierno Galván o Aranguren por participar en la marcha de estudiantes". "Se empieza a escuchar a Paco Ibañez o Raimon, cuando había que correr delante de los grises y de los defensas universitarios, que eran estudiantes de derecha que daban unas palizas de espanto".

Miguel Ángel Rubira dice que conoce la situación española en el Seminario de Huelva, allí coincide con otras personas que se sensibilizaron por esta situación y que luego en la democracia fueron alcaldes o políticos del PSOE o el PCE, "pero pocos de AP o PP". Porque allí encuentra en compañeros y profesores como Antonio Garnica, la implicación social de los cristianos de base. Un tiempo que también conoce a los hermanos Ildefonso y Felipe Fernández Caballero, con una preocupación por la situación social, Ildefonso había estado en la parroquia de las Colonias, y con Felipe aprendieron a interpretar la encíclica Rerum novarun, "era una lectura muy progresista, lo mismo que el Concilio Vaticano II, aunque luego se quedara en el primero".

"Porque a parte de la creencia estaba la preocupación social, inocularon en nosotros la importancia del prójimo, que no era la persona que teníamos a lado, sino que había que preocuparse por la sociedad, que andaba anclada en el siglo XIX. Un tiempo en el que se consiguió establecer una tribuna que nos orientaba en el apostolado social, luego en las creencias la mayoría hemos sido muy críticos con la doctrina eclesiástica".

Después de terminar sus estudios estuvo dando clases en un colegio de Madrid cuando el Ministerio de Asuntos Exteriores había solicitado profesores de Lengua Española para distintos países de África. A él le tocó ir a Costa de Marfil, que se había independizado en 1960 y llega seis años después en plena ebullición. Conocía poco de aquello y encontró una gran ciudad, la de Abiyán, con grandes avenidas, magníficos edificios públicos, puentes espectaculares que cruzan las lagunas. Allí estuvo durante 17 años, era un país que vivía de la madera, el café y el cacao, que dedicaba el 33 % a la Educación, con profesores de distintos países, porque querían salir del subdesarrollo. Todo se llega a complicar con la bajada del mercado internacional en la bolsa de Londres que no controlaban. Dice con tristeza que "mientras existía los dos bloques todos ayudaban, interesaban los apoyos del continente africano, ahora les da igual".

Problemas de salud le traen de nuevo a Huelva, el asma era difícil de llevar en un clima especialmente duro como el de Costa de Marfil. Es entonces cuando tiene la oportunidad de quedarse con la Librería Saltés. Llegó en junio de 1983 recién estrenado el Gobierno Felipe González. La Librería Saltés había desarrollado hasta entonces una labor cultural y política importante en Huelva. Empezó a funcionar en noviembre de 1972. Era un punto que aglutinaba a gente con inquietudes de cambio político de muy diversos orígenes, abogados, trabajadores, médicos, sindicalistas... El pretexto era el libro para las reuniones clandestinas y casi consentidas, "porque en aquella época en Huelva se conocía todo, pero se estaba dando cierta permisividad sino se abría mucho el puño". Rubira dice que también trae nuevos autores, porque la librería del Obispado tenía una idea concreta como es la religiosa. "Introduce los libros de opinión y los manifiestamente heterodoxos que estaban descartados, esa labor cultural la emprende la librería, atrae a muchos intelectuales de la ciudad y a la vez hace una labor de enlace entre ideas de políticos y sindicalistas que estaban un poco disgregados y aquí encuentran un nexo de unión".

Cuando Miguel Ángel Rubira se hace cargo de la Librería Saltés es una época muy distinta, hay otros cauces de opinión, "ya Carlos Navarrete o Jaime Montaner que eran asiduos de ella no necesitan reunirse aquí con los sindicalistas, hay otros estamentos, ayuntamientos, el parlamento, sindicatos. Ese foro es superado por las circunstancia de la evolución política de la ciudad, siguen viniendo por aquí pero sus pretensiones son meramente culturales. Tamames no acude como político, sino como autor de libros de Economía; Ernesto Cardenal no ha venido como un sandinista, sino como un autor; la perspectiva es muy diferente porque la circunstancia no correspondía al momento de creación de la librería". Otros asiduos han sido Ernest Llunt cuando era presidente de la Fundación Riotinto, Mario Soares, Fernando Quiñones, Escritores de Huelva como Ricardo Bada, Juan Cobos Wilkins, José Juan Díaz Trillo, Juan Villa, Bernardo Romero o Juan Carlos Castro, entre otros.

Miguel Ángel Rubira participará en los ochenta en la creación de la Tertulia Cultural Onubense, que reúne a un grupo numeroso de onubenses entorno a las charlas que se organizaban en el antiguo Casino Comercial, se trataba de un foro de debate de temas interesantes, desde el urbanismo, la contaminación, las fiestas populares, la formaciones políticas, tuvo en su momento una repercusión importante. Igualmente participa en la creación del grupo literario Celacanto.

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