Es un término cuyo uso se irá haciendo familiar. La metalómica es una ciencia, surgida a mediados de la década de los 90, que estudia el conjunto de metabolitos presentes en un sistema biológico. Los metabolitos son moléculas de medio y bajo peso que se encuentran en la orina, la sangre, los tejidos o la saliva y que revelan cómo está funcionando el metabolismo de los órganos de un ser vivo.

José Luis Gómez Ariza es catedrático y director del Departamento de Química y Ciencia de los Metales de la Universidad de Huelva (UHU). Hace tres años inició un estudio con el que se pretende estudiar los efectos de los contaminantes en el medio ambiente o en la salud. Con ello ha querido dar un nuevo enfoque a toda una actividad científica que más bien se basaba en localizar contaminantes –metales pesados-. El investigador está más preocupado en conocer qué efectos tienen esos componentes en el entorno o en los seres vivos.

Los resultados obtenidos hasta el momento han sido publicados por la revista de la Royal Society of Chemistry, del Reino Unido y presentados en el IV Simposio Internacional de Metalómica que se celebró el pasado año en Oviedo.

El proyecto de Gómez Ariza tiene un propósito integrador que busca el estudio de sistemas biológicos más globales. Para ello se precisa de una instrumentación que, hasta el momento no existe, y que es uno de los objetivos del proyecto que se realiza en la Universidad de Huelva.

El punto de partida, sin embargo, son los metabolitos. Con este concepto se entiende una molécula dotada de información biológica. El estudio mide la alteración de estos metabolitos incluso en “circunstancias que algunos pensaban que no se alteraban”. Dentro de este ámbito de los metabolitos quedan incluidos el azúcar o el colesterol y son, por otro lado, el último eslabón de la cadena molecular en una escala en la que les preceden los genes, que producen proteínas y éstas, los metabolitos.

Con el uso de ratones, el equipo de investigación de la Universidad de Huelva ha estudiado si determinados metales como el arsénico, el cadmio y el mercurio alteran los metabolitos.

Esto no significa, sin embargo, que la presencia de los metales sea un elemento extraño en el sistema molecular. De hecho, en el campo de las proteínas, el 30% de éstas cuenta con algún metal lo que, lejos de ser un componente negativo, permite que la biomolécula pueda funcionar.

Sin embargo, el estudio dirigido por Gómez Ariza se enfoca hacia las reacciones que provocan metales externos y cuál es la respuesta biológica de los diferentes elementos de la cadena molecular. El estudio de esas modificaciones pueden tener muchas aplicaciones en el campo de la salud, el medio ambiente o en el de la alimentación.

En el primero de ellos, se está ya trabajando en el diagnóstico precoz del alzhéimer o el cáncer, en colaboración con médicos especialistas del Hospital Juan Ramón Jiménez de Huelva; la presencia o ausencia de ciertos metabolitos pueden ser un indicador del inicio de un proceso patológico en sus primeras fases. Esto, como es fácil deducir, tiene una enorme potencialidad.

En el ámbito de los alimentos, que lleva directamente la investigadora del grupo Tamara García Barrera, se están estudiando algunos de los efectos de sus principios activos en sus consumidores así como la presencia, en algunos de ellos, de moléculas con metales exógenos.

En el ámbito del medio ambiente es donde se ha recurrido al uso de ratones. Aquí, una vez más, se pretende señalar y especificar la respuesta biológica, cuanto más global mejor, a la aplicación de metales externos a sus organismos. Es, por lo tanto, dar prioridad a la respuesta del organismo a esa presencia externa –en este caso arsénico, cadmio y mercurio- que la cuantificación de lesa presencia en sí.