ESTUDIO

El riesgo ambiental del vertido de Aznalcóllar pervive 16 años después

  • Expertos del Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Sevilla alertan de "importantes parches de contaminación" en el tramo norte del corredor verde.

Vista aerea de la rotura de la balsa que provocó el vertido, en abril de 1998.

El cauce y los taludes del río Guadiamar sufren, 16 años después del vertido producido por la rotura de la balsa minera de la empresa sueca Bolidén en Aznalcóllar (Sevilla), diferentes grados de contaminación. Expertos del Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Sevilla (IRNAS), alertan de la existencia de importantes “parches” de contaminación en los márgenes, sobre todo en el tramo norte que discurre desde la mina hasta el puente de Las Doblas, en Sanlúcar la Mayor, donde afirman que la situación es más grave.

El accidente minero de abril de 1998 dio lugar a uno de los peores desastres ambientales ocurridos en Europa en las últimas décadas. La rotura de la balsa de decantación de la mina de los Frailes provocó un vertido de seis hectómetros cúbicos de aguas ácidas y lodos contaminados a los ríos Agrio y Guadiamar, inundando 55 kilómetros cuadrados en dirección al Parque Nacional de Doñana.

Tras la limpieza de emergencia de la zona se puso en marcha el plan de restauración del corredor verde del Guadiamar, que, para el Instituto de Recursos naturales y Agrobiología de Sevilla, “constituye un ejemplo único de aplicación de técnicas de recuperación de suelos contaminados a gran escala”. Desde entonces se han realizado multitud de estudios para conocer la distribución y el impacto de los residuos contaminantes en el ecosistema y comprobar el resultado de las diferentes técnicas de recuperación ecológica.

No obstante, la mayor parte de estos estudios se han desarrollado justo después del accidente y se limitaron a la llanura aluvial. El grupo Soilplant del Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología ha sido una excepción porque ha mantenido una actividad continuada en la zona durante estos 16 años. La monitorización realizada por este equipo a lo largo de estos años muestra que los contaminantes del suelo (principalmente elementos traza como arsénico, cobre, plomo, cadmio y cinc) han sido progresivamente inmovilizados en la llanura aluvial, especialmente en el tramo sur de la cuenca debido a las condiciones de PH neutro y textura arcillosa de sus suelos, que favorecen su precipitación y retención en la matriz del suelo.

Sin embargo, el cauce y los taludes del río han sido menos estudiados, a pesar de que los niveles de contaminación en estas localizaciones son presumiblemente más altos, debido a que las labores de limpieza fueron menos efectivas por el difícil acceso a estas zonas por la maquinaria y la menor aplicación de enmiendas correctoras de suelo.

Un estudio reciente del grupo, liderado por María Domínguez, que forma parte del proyecto europeo Recare, pone de manifiesto el “distinto nivel de recuperación de los suelos de los cauces con respecto a los de la llanura aluvial”, y alerta de la existencia de “importantes parches de contaminación en los márgenes del río, especialmente en su tramo norte”, desde la mina hasta las proximidades del puente Las Doblas, en Sanlúcar la Mayor (Sevilla), “donde la situación es más grave”.

En la parte norte del corredor verde hay todavía “suelos extremadamente ácidos, como consecuencia de la oxidación de los restos de lodos, en los que los contenidos de arsénico (buen indicador de la presencia de lodo) son muy superiores a los rangos para los que diversos autores recomiendan intervención, y para los que es posible la ocurrencia de toxicidad para las plantas”. Estas condiciones de acidez potencian la solubilidad de elementos como cobre, cinc y cadmio, permitiendo que estos contaminantes sean redistribuidos a lo largo de la cuenca. De hecho, en este trabajo las mayores concentraciones totales de cadmio y cinc se encontraron en los márgenes del río en el tramo sur de la cuenca, lo cual sugiere que puede haberse producido un lavado progresivo de estos elementos desde los suelos ácidos de los márgenes del tramo superior.

Los expertos recomiendan que se aborden nuevas tareas de limpieza y corrección del PH, y que se favorezca un aumento de la cobertura vegetal para que se estabilice el suelo. Temen que las fuertes crecidas que registran las cuencas mediterráneas favorezcan la erosión y el arrastre de partículas de suelo hasta las zonas colindantes, expandiendo la distribución de los elementos metales pesados y facilitando, además, la contaminación del agua.

Para Soilplant, el plan de recuperación del Guadiamar es un referente en gestión de espacios contaminados, ya que las medidas adoptadas en su día contribuyeron notablemente a la mejora de la calidad ambiental de la zona. Sin embargo, es necesario seguir monitorizando la dinámica de la contaminación, especialmente en los márgenes, y adoptar nuevas medidas correctoras en el tramo superior de la cuenca. 

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