INVESTIGAR EN LA PABLO DE OLAVIDE

Las claves del hambre en el Sahel

  • Un grupo de investigadores liderados por David Gallego descubre que en esta región africana llovió de forma abundante en el siglo XIX y relacionan su sequía con el cambio climático

El equipo responsable del proyecto. De izquierda a derecha, Cristina Peña, Francisco Gómez, David Gallego, Inmaculada Vega y Pedro Ribera.

Un equipo de investigadores españoles liderados por David Gallego, de la Universidad Pablo de Olavide, de Sevilla, acaba de publicar los primeros resultados del proyecto de investigación del Ministerio de Economía y Competitividad enfocado al estudio de la climatología de los monzones y titulado Incite: A new generation of Instrumental Climatic Indexes. Application to the study of the monsoon-Mediterranean Teleconection. Este estudio revela, por primera vez, que la franja africana del Sahel fue mucho más lluviosa en la segunda mitad del siglo XIX que en todo el siglo XX, y que la intensa sequía que sufre esta zona desde los años 70 del pasado siglo no tiene precedentes en al menos 200 años, ni en duración ni en intensidad.

El trabajo analiza la evolución histórica del monzón de África Occidental. Éste es el responsable de las lluvias estacionales en el norte de Senegal, el sur de Mauritania, Mali, extremo sur de Argelia, Níger y Chad, una gran región de África llamada Sahel. El régimen de precipitación en esta zona, conocida popularmente como el cinturón del hambre, determina la vida de millones de personas en territorios donde la agricultura y la ganadería de subsistencia son esenciales para la supervivencia.

Desde finales de los años 70, este territorio está experimentando una de las mayores sequías registradas por la humanidad y en consecuencia la población ha padecido -y sigue haciéndolo- grandes hambrunas e importantes crisis humanitarias. El Sahel está además sometido a un elevadísimo nivel de desertificación, que se traduce en un aumento de la extensión del desierto del Sahara hacia el sur.

Los investigadores creen que el cambio climático podría estar jugando un papel determinante en el carácter excepcional de esta sequía. “Desgraciadamente, el registro climático histórico sólo permitía analizar la precipitación desde el inicio del siglo XX, ya que en esta región de África no se disponía de datos meteorológicos anteriores”, señala David Gallego. Éste aclara que “un registro climático de sólo un siglo hace difícil poner en perspectiva la significatividad de un periodo de sequía de 40 años, por lo que es muy importante conocer el clima anterior, en particular antes de que la concentración de gases de efecto invernadero estuviera significativamente modificada por la actividad humana”.

Afortunadamente para el proyecto, desde hace cientos de años, numerosos navíos han circunnavegado la costa del África occidental en su camino desde las potencias europeas hacia sus colonias en África y Asia. Los pilotos de estos navíos estaban obligados a anotar en un diario observaciones de viento y posición del barco. Muchos de estos viejos diarios se han conservado en archivos históricos (como por ejemplo el Archivo de Indias de Sevilla) y pueden ahora ser analizados para estudiar los cambios en el viento relacionado con el monzón. Así, la investigación ha determinado que los datos de estos diarios pueden utilizarse para construir un índice preciso de la potencia del monzón de África Occidental -y por tanto de la precipitación en el Sahel- desde al menos el principio del siglo XIX. De ahí la conclusión final de que el Sahel fue mucho más lluvioso en la segunda mitad del siglo XIX que en todo el siglo XX.

Los resultados de este estudio tienen además consecuencias interesantes desde el punto de vista de las acciones de mitigación del calentamiento global. Durante la última década, se ha propuesto como solución al calentamiento global la inyección artificial de grandes cantidades de partículas a la estratosfera que “capturasen” parte de la radiación solar y enfriaran así el clima, contrarrestando el calentamiento causado por el incremento de gases de efecto invernadero. Este tipo de proyectos de escala planetaria se conoce como geoingeniería. Las erupciones volcánicas son un mecanismo natural de inyección de grandes cantidades de partículas a la estratosfera, pero su relativa infrecuencia hace necesaria una serie larga de datos para analizar las anomalías climáticas relacionadas con las mismas.

“Con la longitud de nuestra serie se han podido analizar cuatro grandes erupciones volcánicas en el hemisferio norte en los siglos XIX y XX y se ha encontrado que una inyección de este tipo de partículas en el hemisferio norte podría desertificar definitivamente el Sahel, y probablemente también, otras regiones, acabando con el modo de vida de millones de personas que ya se encuentran en el límite de la supervivencia”, afirma David Gallego. “Además del enfoque humanitario, este tipo de estudios es interesante desde el punto de vista científico, ya que nos ayudan a entender la complejidad del sistema climático y la necesidad de comprender con precisión el mismo antes de emprender acciones de mitigación del calentamiento global”, concluye el investigador de la Universidad Pablo de Olavide.

Estos resultados han sido publicados en la revista Quarterly Journal of the Royal Meteorological Society y han sido presentados en la American Geophysical Union Fall Metting 2015 (San Francisco, Estados Unidos). 

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