INVESTIGAR EN HUELVA

El patrimonio histórico abandona las ruinas

  • Las costumbres y las manifestaciones culturales están protegidas sobre el papel, pero falta aplicación real de las normas . La profesora Celeste Jiménez de Madariaga dirige un proyecto para crear métodos que faciliten el reconocimiento del patrimonio etnográfico

El patrimonio no son sólo monumentos y obras de arte. Comprende la expresión completa de una cultura. Lo tangible y lo intangible. La profesora de la Universidad de Huelva e investigadora responsable del grupo Observatorio de Cultura y Patrimonio recuerda que “la teoría de los bienes, desarrollada a partir de los años 60 del siglo pasado, supuso una radical transformación del viejo concepto de patrimonio histórico-artístico”. Del antiguo concepto de patrimonio cultural se ha pasado a una “una percepción más abierta e integradora de los bienes que han de seleccionarse y preservarse”, dando cabida a hábitos, fiestas, costumbres y medios de subsistencia.

Jiménez de Madariaga subraya entre las diferentes definiciones que existen la recogida en la Ley del Patrimonio Histórico de Andalucía en 1991, donde se determina el patrimonio etnográfico andaluz como “lugares, bienes y actividades que alberguen o constituyan formas relevantes de expresión de la cultura y modos de vida propios del pueblo andaluz”. Este concepto abre las puertas a un amplio campo en el que Andalucía mantiene enormes tesoros, aunque esto también implica una enorme responsabilidad.

Quizás porque se trata de conceptos relativamente novedosos, la gestión del patrimonio etnográfico todavía es muy preliminar. Los investigadores de las universidades de Huelva, Sevilla y Pablo de Olavide que forman parte del Observatorio de Cultura y Patrimonio afirman que “los estudios específicos sobre la gestión pública del patrimonio etnológico en Andalucía son escasos y parciales” y desde luego muy por detrás de lo llevado a cabo en los ámbitos arqueológico, histórico-artístico e incluso natural”.

Ese vacío o inacción es, precisamente, el motor que ha animado al grupo que lidera la profesora Celeste Jiménez de Madariaga a presentar un proyecto de investigación La gestión pública del patrimonio etnológico, que cuenta con financiación del plan de excelencia de la Junta de Andalucía. El hecho es que la buena voluntad de la normativa andaluza no ha tenido su reflejo a día de hoy en el número de bienes incluidos en el Catálogo General del Patrimonio Histórico de Andalucía y “lo poco que se ha avanzado en actuaciones de protección, conservación, difusión y puesta en valor”, apunta la investigadora.

Una de las explicaciones que se barajan para explicar por qué todavía hay pocos bienes etnográficos catalogados es la amplitud y escasa definición de este mundo. Esa es la razón por la que los investigadores proponen en este proyecto una serie de actuaciones -marco metodológico- como análisis documentales, documentación audiovisual, entrevistas, base de datos o estudio de casos.

Para pulir esa metodología han decidido llevarla al terreno en varios puntos de Andalucía:

Cádiz: Fortaleza y Casa Chanca (Barbate), Dique de Matagorda (Puerto Real) y La Chanca (Conil de la Frontera)

Córdoba: Antigua posada de Hornachuelos.

Granada: La casa molino del marqués de Rivas, en la capital y la azucarera del Rosario en Salobreña.

Huelva: El Ruedo y conjunto hidráulico de La Laguna (Cañaveral de León) y Huerta Noble (Isla Cristina)

Jaén: Fábrica de harinas del Rosario (Fuerte del Rey) y la huerta de Pegalajar.

Sevilla:El corral de la Encarnación, la fábrica de vidrio La Trinidad y el corral de San José y las caleras de la sierra de Morón

Además, el equipo ha seleccionado también actividades de interés etnológico en tres provincias andaluzas:

Huelva: Danzas rituales de varios municipios de la provincia y al cabalgata de Reyes Magos.

Jaén: Romería de la Virgen de la Cabeza, en Andújar.

Málaga: la carpintería de ribera del barrio de Pedralejo y la fiesta de los verdiales de varios municipios.

Salvaguardar mejor que conservar

Salvaguarda o conservar. La distancia entre estos dos conceptos encierran todo un cambio de mentalidad, porque el patrimonio deja de verse como alto estático, anclado en el pasado para convertirse en algo vivo que, además, “puede seguir cambiando, porque la cultura está viva y a veces esto implica transmisión de conocimientos de generaciones a otros y si eso no se hace, estamos ante el riesgo de la pérdida”, explica Celeste Jiménez de Madariaga, investigadora principal del proyecto La gestión pública del patrimonio etnológico. La docente subraya que “no se puede fosilizar el patrimonio, porque éste se va adaptando a los nuevos tiempos”. De este modo, la mejor herramienta para esa salvaguarda se encuentra “en la concienciación de la sociedad”, que no solo es espectadora sino sujeto activo.

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