Hostelería y restauración

Los 40 futuros cocineros de Talento Cruzcampo inician el Programa de Mentorización

  • Veintidós hosteleros de Sevilla adoctrinan a 40 alumnos sobre los actuales retos, a veces duros, de la restauración

  • Los alumnos cursan talleres de "cómo hablar en público", "entender el dinero" o "ser resilientes”

Alejandro Ruiz y Alba Mateos atienden a Lucas Bernal, copropietario del restaurante Cotidiano.

Alejandro Ruiz y Alba Mateos atienden a Lucas Bernal, copropietario del restaurante Cotidiano. / José Ángel García

Alba Mateos, sevillana de 28 años, y Alejandro Ruiz (27, Gelves), entraron aún niños a la cocina de casa y sintieron un chasquido en la cabeza. Por qué no hacer vida entre pucheros y sartenes, con el chup, chup marcando el compás entre aromas a pimentón y canela. Y la gran oportunidad les llegó en noviembre con Talento Cruzcampo, una plataforma de impulso para el desarrollo profesional y personal de 40 jóvenes de entre 18 y 30 años, de ocho nacionalidades.

La rama de la hostelería y restauración, desde fuera, seduce con su envoltura tan vocacional: el idílico placer de cocinar. Pero cualquiera que haya cruzado la puerta sabe que este sector contiene más espinas en sus interiores que un cabracho de dos kilos. Y hacia ese contacto con el mundo real del negocio, con su lado oscuro y su letra pequeña, también se orienta el programa que diseñó la Fundación de la fábrica de cervezas.

Alba y Alejandro han ido adquiriendo formación desde noviembre en la escuela, y ahora, a través del Programa de Mentorización de Talento Cruzcampo, palparán la vida real de un restaurante. Y tocarán producto. En su caso se trata de Cotidiano, un exitoso establecimiento enclavado en el Arenal que regentan los cocineros Lucas Bernal y Javier Padura. Desde el pasado miércoles, Alejandro y Alba son dos esponjas que absorben todo lo que Lucas, su mentor, que ya fue alumno en prácticas de la Escuela de Hostelería y luego profesor, les dice y hace para la gestión cotidiana de Cotidiano.

“Me propusieron el Programa de Mentorización (22 hosteleros de Sevilla colaboran en él), me pareció muy interesante. Aparte de enseñarles todo lo que hacemos, también nosotros aprendemos de personas que acaban de salir de la escuela, de sus ganas. Y su formación más actual me sirve como reciclaje, como un modo de refrescar las ideas”, reflexiona Lucas.

Los jóvenes toman nota de la gestión, del trato con proveedores, de la atención en sala. Y por supuesto, pronto se zambullirán en la parte más apetitosa, los fogones. ¿Cómo descubrió este programa Alba? “Mi pareja sabe lo que me gusta la cocina, vio por redes sociales el enlace al programa y me apunté. Desde los doce años o así me llena muchísimo, fui probando y experimentando en la cocina del cuchareo, les daba a probar a mi familia o mis amigos arroz, carrillada y me animaron”.

En el caso de Alejandro, antes de entrar en Talento Cruzcampo sí que hizo algún módulo de cocina. “Lo que estudiaba no me llenaba cien por cien, la cocina sí. Un día hice una cola de toro a mis amigos y me dijeron que no habían probado otra igual. Fui formándome y buscando escuelas de hostelería y di con este programa. Presenté la solicitud, al parecer hubo muchas. Grabamos un vídeo contándole a los profesores de la escuela por qué nos llena tanto la cocina”.

Dentro del programa Talento, Alba y Alejandro, junto con los 38 alumnos restantes, se han formado durante semanas en clases teóricas, clases en cocina y clases en sala. Y la parte teórica refleja la vocación integral de la iniciativa con los talleres de soft skills (término anglosajón, otro más, que atiende a las competencias sociales que sólo se adquieren en la vida diaria y que permiten a las personas integrarse con éxito en los ambientes laborales). A saber: “Taller de debate, habla en público y toma de decisión”, impartido por la Cámara de Comercio Sevilla; “Gestión del Tiempo”, impartido por SECOT, que también estuvo a cargo del taller “Entendiendo el dinero”. Otro, versó sobre un término muy de actualidad por la pandemia: “Entrena tu resiliencia”.

En el caso de Alba, ya entró en el programa con un buen rodaje en cuanto a resiliencia: “Estudié para auxiliar de enfermería y estuve diez años en residencias de mayores y yendo a domicilios a asistir. Viví la primera ola en una residencia y fue una locura. Fue muy duro ver cómo una persona de 90 años u otra con demencia no podían ver a sus familiares”.

Que este ciclo formativo coincida con algo tan disruptivo como una pandemia también tiene su miga. Lucas cree que el Covid y sus consecuencias van a cambiar la rama de la hostelería para siempre: “Nos está haciendo un daño aún por cuantificar, pero hay ciertas cosas, como la higiene, tanto personal como ambiental, que han mejorado mucho. También la gente se conciencia más para formalizar las reservas, o las cartas con QR, que encima te dan tráfico en tu página web… Detalles que han llegado para quedarse”.

Dentro del horror que padecemos, extraer lo positivo: “Una vez que esto pase, iremos derivando a lo que somos, aquí nos encanta salir y socializarnos, pero algo, bastante, va a quedar de toso esto”, remata Lucas. Y Alejandro añade: “Los restaurantes también están aprendiendo a no desperdiciar tantos alimentos”. Lucas va en esa línea: “Sí, estábamos sobredimensionados, ahora dar menos cubiertos con menos gente es más rentable que facturar muchísimo, te da tiempo a analizar mejor y ajustar más los números”.

“Estudiar hostelería durante esta época tan especial nos va a dar un plus formativo para cuando todo vuelva a ser normal, eso ganaremos para cuando haya ofertas de trabajo”, destaca Alejandro.De momento, se aprestan ya a cocinar, tocar producto. Y cocinar la vida bajo esa pulsión que ya sintieron cierto día de la infancia cuando entraron en una cocina que olía a pimentón y canela.

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