ensayo

Martínez Sadoc, el poeta que regresó a Sanlúcar

El catedrático de Literatura de la UCA, José Jurado. El catedrático de Literatura de la UCA, José Jurado.

El catedrático de Literatura de la UCA, José Jurado. / Lourdes de Vicente

Escrito por

· Pilar Vera

Redactora

A la figura de Gonzalo Martínez Sadoc, José Jurado (Sanlúcar, 1970) llega a través de sus poemas. No supone mucho descubrir, sin embargo, que es una de esas trayectorias que superan lo ordinario, que merecía “un acercamiento más allá de la crítica literaria”. Como el mismo Martínez Sadoc enumeraba en una entrevista, había sido, entre otras cosas, “bodeguero, hortelano, albañil, carpintero, pintor de brocha forda, decorador, comerciente, fabricante, constructor , sastre de señoras, empresario de toros...” Casi todas ellas, desde luego, profesiones realizadas durante su exilio mexicano.

Así, a partir de retazos, recuerdos, entrevistas y recortes, el catedrático de Literatura Española de la UCA  rescata la vida de Gonzalo Martínez Sadoc en República, exilio y poesía (Renacimiento Iluminación). No es la primera vez que José Jurado se acerca al tema de la memoria: precisamente, obtuvo el Premio Manuel Alvar de Estudios Humanísticos en 2021 con Soldados y padres. De guerra, memoria y poesía.

Comparten Jurado y su biografiado lugar de origen, aunque su origen –apunta también el autor en el libro– fuera en realidad muy distinto: pegada al campo, la familia del primero; con posibles, la del segundo:“Hay que fijarse en el espejo de los contrarios para definir mejor la identidad –comenta, respecto al maniqueísmo común–. Ya sea para reafirmar nuestras creencias, perfilarlas o cambiarlas, lo mejor es buscar espejos contrarios”.

Quizá lo que más sorprenda al conocer el perfil de Martínez Sadoc sea su modernidad: con veinte años, tenía afirmaciones que siguen siendo polémicas hoy día, como que no se puede gobernar de igual forma a Cataluña que al resto del territorio. ¿Resultaba alguién así extraño en el Sanlúcar de la época? “Tenía una gran inquietud intelectual y política que le llevó muy pronto a reflexionar sobre su mundo –explica Jurado–. A los 14 años, acudía a las tertulias que organizaban en los meses de verano los políticos sevillanos”.

Desde luego, el compromiso no salió de la nada: su padre, Federico Martínez Sadoc, fue uno de los fundadores del Partido Republicano en Sanlúcar. Aun así, el poeta Gonzalo es bien “consciente de su ténue perfil de señorito”. Por delante de sus valores republicanos, sin embargo –recuerda José Jurado– estarán su anticlericalismo y su antibelicismo:“Defiende la religiosidad popular, las creencias particulares, pero se rebela contra el sistema eclesial y su estátus –desarrolla el autor–. De hecho, dentro de esos gestos adelantados a su tiempo, cuando tiene unos veinte años llama al alcalde para que mueva en más altas esferas un artículo hablando de la separación entre Iglesia y Estado” .

En el transcurso de la guerra, hay un par de gestos que le conllevan distintas penas –uno de ellos, al negarse a vestir de militar–:“En casos así es cuando uno recuerda aquello de Heráclito, de que carácter es destino. Martínez Sadoc era rebelde y leal a sí mismo, y eso lo hizo enfrentarse a los jefes militares, a pesar de lo que le pudiera costar –prosigue Jurado–. Ese espíritu va a ir marcando su destino”.

"En este tipo de trayectorias, sucede mucho que lo emocional termina pesando más que lo ideológico"

Como apuntaba también en Soldados y padres, a menudo, en los recuerdos de la guerra, vemos el peso que toman ciertos objetos asociados a momentos determinante. En el de Martínez Sadoc, va a ser la ropa: por no vestir adecuadamente lo sancionan; por vestir como un señorito, consigue escaparse del campo de concentración francés. Será este, el del paso a Francia recién terminada la guerra, uno de los episodios más impactantes de su vida.

Es todo un retrato de época: imagina medio millón de españoles saliendo del país, y el gobierno francés tratando de no significarse mucho –explica José Jurado–. Los maltrataban, los mantuvieron en condiciones insalubres, que llevaron a la muerte a muchos. Hubo detalles miserables, como requisar máquinas fotográficas o máquinas de escribir. El gobierno francés sería colaboracionista en unos pocos años. Aun así, terminaron recolocando a muchos españoles, sobre todo, a los intelectuales, a los que pronto empezó a tratar bien”.

Y, a nivel familiar, su biografía quizá sea la menos traumática: todos los hermanos padecieron la represión, que se cebó especialmente en el caso de su hermano Pedro. “Condenado a una pena larguísima, que al final le conmutaron, y luego le seguirían atando corto:exigiéndole listado de bienes (que no tenía), o señalando su relación con la masonería, de la que había formado parte en los años 20”.

“De hecho –apunta al respecto el catedrático– si yo pudiera preguntarle algo a Martínez Sadoc hoy día sería qué sintió su madre, Regina Sadoc, en una época en la que ya era viuda, con sus cinco hijos perseguidos y dando vueltas por el mundo”.

La de Gonzalo Martínez Sadoc fue una de esas existencias atravesadas por guerra, posguerra y exilio. No hubo tragedia, sin embargo, como la pérdida de su hija:“Isis Violeta, que tenía un mes cumplido cuando murió de tuberculosis en el Madrid de la guerra. Le dedica un largo poema pero luego, afirmaba su hijo, ni él ni la madre volvieron a mencionarla –indica Jurado–. No se hablaba de aquella muerte ni siquiera en la familia. Ambos evitaron hablar de ella el resto de sus vidas, lo que no deja de ser curioso, porque él no tenía empacho en hablar de todas sus vivencias en la guerra civil: pero eso fue lo que le dio en la línea de flotación”.

Ya al final del franquismo, Martínez Sadoc se propone volver a España. Jurado compara su caso con el “yo he venido, pero no he vuelto”, de Max Aub:“En este tipo de trayectorias, vemos muchas veces cómo lo emocional termina pesando más que lo político y lo ideológico –reflexiona–. Con 70 años, sentía la necesidad de volver a sus raíces: Max Aub era más apátrida, podía vivir donde lo colocaras, pero él echaba de menos la luz, las fiestas... Eso no impide que en el año 2000, con 92 años, siguiera afirmando que era comunista".

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios