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La Pantoja otra vez en los juzgados: La más fulminante de las miradas

  • A la tonadillera, de riguroso negro y con sus fieles gafas de sol XXL, le bastó un simple gesto para contestar una pregunta incómoda

  • La mansión de José Luis Moreno es un ‘revival’ de las de Falcón Crest

La mirada desafiante de la Pantoja a las preguntas de los periodistas.

La mirada desafiante de la Pantoja a las preguntas de los periodistas. / GTRES

Ocurrió el pasado jueves. En Chiclana de la Frontera y bajo un sol de justicia, de esos que piden a gritos la sombra. Hasta los juzgados de la localidad gaditana llegó Maribel (para los amigos) y su hermano (tito Agustín). Ella, cogida de su brazo. Con su irrenunciable estilo. Evocando aquellos 80 en los que se ganó el título de viuda de España. La versión cañí de Bernarda de Alba. Toda de negro, con mascarilla del mismo color y, por supuesto, con sus gafas de sol de dimensiones XXL, que desde aquella época se han convertido en un complemento indispensable en su peculiar estilismo cuando la tonadillera pisa la calle en horas de luz.

Fue en ese momento, al encontrarse con la trinchera de micrófonos y cámaras de televisión que la esperaban a la puerta de los juzgados, cuando Isabel volvió a ser la Pantoja de siempre. Una mirada bastó para contestar la incómoda pregunta: “¿Tienes miedo de volver a la cárcel?”. El giro brusco, firme y directo del cuello hacia quien interpeló aquella cuestión -nada delicada- supuso la contestación más severa sin mediar palabra alguna y sin que ni siquiera se le pudieran ver los ojos. Esos gestos que definen la personalidad de quien ha llevado su carácter hasta los máximos extremos.

Isabel era más Pantoja que nunca. Esa mujer de riguroso negro castigada por las penas de la vida. La que está cansada de cargar con una estrella que le pesa tanto. La que se viste de negro sin que se le haya muerto nadie (por seguir copleando). La sevillana se enfrenta estos días al culebrón familiar de la era posmoderna. Ella acude como testigo y su hermano como investigado ante la demanda interpuesta por su hijo Kiko por presunta estafa y apropiación indebida. Un drama doméstico que pide letra, composición y arreglos musicales de León, Quintero y Quiroga.

Isabel Pantoja y su hermano Agustín a la llegada a los juzgados de Chiclana de la Frontera. Isabel Pantoja y su hermano Agustín a la llegada a los juzgados de Chiclana de la Frontera.

Isabel Pantoja y su hermano Agustín a la llegada a los juzgados de Chiclana de la Frontera. / Revista Hola

Mientras en Agustín el tiempo se ha roto entre costuras (adiós a la línea apolínea y la melena engominada de la década prodigiosa), en Isabel todo sigue impertérrito: atuendos negros, gesto altivo y medallas de imágenes marianas al cuello. Y, sobre todo, su mirada. Yo me quedo con esa capacidad visual y gesticulante de decirlo todo sin decir nada. Merecedora de ser estudiada en las más prestigiosas escuelas de interpretación. Mire usted como la Pantoja mira y acallará el mundo.

Me viene como anillo al dedo (o donde usted le plazca colocarlo) este largo arranque pantojero. Ya que hemos retrocedido varias décadas en la evocación estilística de la tonadillera trianera, no puedo dejar pasar la oportunidad de recrearme en la mansión del magnate del mundo del espectáculo José Luis Moreno, de la cual hemos presenciado esta semana numerosas imágenes a raíz de la Operación Titella (siempre me sorprendió el nombre de este tipo de actuaciones policiales).

José Luis Moreno. José Luis Moreno.

José Luis Moreno. / Juanjo Martín / EFE

El chalet (por llamarlo de alguna manera) de Boadilla del Monte trajo a mi memoria aquellas casas donde la suntuosidad debía quedar manifiestamente patente en todos sus rincones. Sin atisbo alguno de mesura. Mármoles, forjas, madera y todo tipo de material que evidenciara el alto poder adquisitivo de sus propietarios. Rodeada de viñedos, palmerales o cualquier otra especie arbórea.

El fastuoso salón, con cortina imperial, de la mansión de José Luis Moreno. El fastuoso salón, con cortina imperial, de la mansión de José Luis Moreno.

El fastuoso salón, con cortina imperial, de la mansión de José Luis Moreno. / D. S.

Yo es que viendo el hogar del ventrílocuo (“Toma, Moreno”) no puedo dejar de pensar en esas mansiones de la serie que me encandiló en la infancia: Falcón Crest, con aquellos sofás largos, interminables, pensados para dar asiento a toda la familia. Y los numerosos cojines que los poblaban. Sin que faltara, por supuesto, la nunca discreta chimenea, que la mayoría de las veces tenía una misión decorativa y no funcional, pues para calentar el hogar ya estaban los enredos familiares –Ángela Channing siempre será mi malvada favorita– y los escarceos amorosos (hoy diríamos sexuales, sin los tapujos de entonces) de los protagonistas.

Y ya que hablamos de enredos sentimentales, déjenme que hilvane la última puntada a este repaso semanal con la retirada de los ruedos (expresión tópica donde las haya) de Enrique Ponce, un adiós que muchos han relacionado con una posible ruptura con la veinteañera Ana Soria, extremo desmentido por la almeriense, que asegura que el amor sigue presente entre ellos, que nada ha cambiado en esta pareja que también pide a gritos unos versos copleros. De los de peina y volante.