Uno de los colofones perfectos del día es llegar a casa y acurrucarte con tu pareja. Un momento de desconexión que parece alejarnos de los problemas. Sin embargo, hay personas que consideran esto como una rutina propia de las etapas idílicas iniciales, en las que separarse de la pareja es poéticamente agonioso. Con el tiempo, muchas personas dan prioridad al descanso reparador de dormir solos sin ninguna interferencia (ronquidos, luces, ruidos nocturnos...), que al compartir el tiempo de descanso por la noche con la pareja. Pero, ¿es realmente más saludable? Depende del prisma, pero un estudio reciente indica que el balance general es mas positivo durmiendo acompañado.
Así se desprende de una investigación llevada a cabo por científicos de la Universidad de Arizona (Estados Unidos) y presentado en la convención SLEEP 2022, organizada por organización Associated Professional Sleep Societies, que está teniendo lugar durante esta semana. Concretamente, estos autores han encontrado que los adultos que duermen junto a un compañero sentimental la mayoría de las noches reportaron insomnio menos severo, menos fatiga y más tiempo dormidos que aquellos que nunca lo hacen.
EL ESTUDIO
Estos resultados se extrajeron de un análisis de los datos de 1.007 adultos en edad de trabajar recogidos en el estudio Sleep and Health Activity, Diet, Environment and Socialization (SHADES), a los que se les realizaron encuestas con las que se midieron varios parámetros de la salud del tiempo empleando herramientas comunes para tal uso como la escala de la somnolencia Epworth, el índice de severidad del insomnio o la puntuación de la apnea STOP-BANG.
Y es que esta costumbre no es tan antigua. La idea sobre las parejas y el matrimonio cambió después de la Segunda Guerra Mundial, así que para 1950, dormir separados, empezó a interpretarse como signo de un matrimonio distante o fallido al impedir "físicamente" la intimidad entre los miembros. Algo que no se estilaba antes de estos años ya que la mala higiene y las epidemias que azotaron a Europa durante la guerra, propiciaron la distancia física entre personas para evitar el contagio. Una norma que también se aplicó en la intimidad entre los miembros de las parejas.
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