Metafóricamente hablando

Existo antes que tú

Existo antes que tú, contigo, contra ti, a tu favor, por siempre. Soy la esencia, la vida. Sin mí no serías, nada tendría existencia. Te jactas de ser el rey del mundo, el universo se tiene que poner a tus pies, pero cualquier cosa que salga de tus manos puede sobrevivirte por siglos. Inflamo de vida lo que toco, tú haces obras inertes, bellas, pero sin aliento. Y sin embargo, si ti, sin tu conciencia de "ser", yo tampoco sería. Estamos encadenados a la misma rueda, que gira una y otra vez, unas veces a la diestra y otras a la siniestra. Todos los días decenas de personas. ¡Que digo!, ¿Decenas?, Miles, son eliminadas del tablero. Una partida de ajedrez en la que siempre perdemos los dos. Sin embargo, cada día amanece de nuevo. Cada amanecer nuevas criaturas cobran vida y con ella, yo. El universo se recrea cada minuto. Los animales, las plantas, y como no, los seres humanos, se suceden unos a otros. Nada más hermoso que el alumbramiento de un ser a la vida. El asomar una flor de azafrán sobre la desnuda tierra, o el de un narciso de invierno, bajo la fina capa de escarcha, es todo un maravilloso espectáculo lleno de color. Los racimos de flores, entre los sarmientos de las parras, cuando se llenan del zumbido sibilante de las abejas polinizándolas, es una música que mece los pámpanos. Los gatitos ciegos y aterciopelados, arrastrándose por el suelo, en busca la leche de su madre, son una invitación emocional a suaves caricias. Vosotros, si vosotros también, nacéis indefensos, demandando abrazos a gritos, y así os pasáis la vida: buscando el amor. Lástima que lo confundáis tan a menudo con tantas y tantas cosas carentes de mí. Los seres humanos inconscientes de su esencia, acumulan sin parar, como ardillas en otoño. Con el único fin de acuñar riquezas, incapaces de satisfacer deseos. Jose Antonio Marina en su libro "La arquitectura del deseo", os retrata muy bien: el ser humano es un ser deseante, lucha por alcanzar deseos, y cuando los consigue, ya no les satisface, porque tienen otro sueño que cumplir. Y así se pasa la vida, entre lucha y lucha, hasta que nos caduca el billete a los dos, y sin retorno. Solo una cosa tiene valor en este camino vacilante e incierto: el momento. Ese segundo actual e inmediato, en que somos conscientes de que "SOMOS", ese momento infinito y evasivo, que desaparece entre las sombras de la nada, en que admiramos la magnificencia del impulso vital, de la fuerza que nos dio el empujón a la vida. En definitiva ese instante en que nos volvemos a encontrar tú y yo.

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