En El eco pintado, Óscar Martínez se interroga sobre una vieja inclinación humana que atraviesa la historia de la pintura. La inclinación a representar imágenes dentro de la imagen, en una virtuosa duplicación del engaño. Esto es lo que ocurre en Las meninas, cuando Velázquez se figura pintando un cuadro dentro del cuadro; pero también cuando Van Eyck retrata al matrimonio Arnolfini ante un espejo convexo, o cuando Richard Estes concibe su Times Square como una densa acumulación de reflejos metálicos donde lo humano comparece como ausencia. Digamos que lo que Martínez actualiza, ejemplificado con sencillez y destreza, es la vieja anécdota de Zeuxis y Parrasio, contada por Plinio el Viejo, en la que ambos pintores compitieron para engañar la visión del otro, siendo la victoria final para el segundo, cuando pintó lo que parecía ser una tela cubriendo el "verdadero" lienzo.

Martínez se interroga sobre la naturaleza de la imagen y los espejismos que de ahí se derivan

Esta ambigüedad esencial de la visión es la que el XVII expondrá, por ejemplo, en el trampantojo, donde se escenifica, no sólo la falibilidad de la óptica, sino la naturaleza especulativa, porosa, inaprehensible del mundo. El objetivo de Oscar Martínez, en todo caso, resulta más amplio. Lo que el autor recoge en estas páginas es tanto la capacidad del artista para reproducir imágenes, cuanto el modo en que el arte se ha preguntado, con frecuencia, sobre la naturaleza de la imagen y las servidumbres o espejismos que de ahí se derivan. ¿Por qué Picasso introduce un cartel dentro de La habitación azul? ¿Qué importancia tiene la fotografía en el arte del siglo XIX? ¿Y qué idea de la pintura, de la propia representación de lo real, se infiere de Malévich y su Cuadrado negro sobre fondo blanco? El retrato, el autorretrato, los tejidos y tapices, la reproducción de pinturas a la manera de Velázquez o Panini, son otros tantos temas de los que el lector extraerá una más completa visión del arte visual, así como del mundo que la hace posible.

En este aspecto, el modo en que Lichtenstein utiliza el color sumario y estridente del cómic, no dista mucho del uso Velázquez hará en Las hilanderas de El rapto de Europa pintado por Tiziano y copiado por Rubens. Tampoco de la apropiación del cartelismo que hace la vanguardia. Y en suma, de la forma en que cada época ha otorgado a la imagen y su representación una utilidad, un significado, un último sentido.