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Sevilla

Convento de Santa Isabel de Sevilla: una ingente labor social en favor de las mujeres y los niños sin recursos

  • La rama femenina de los filipenses tiene su sede en Sevilla, donde dispone de un hogar, un colegio y un centro de menores

El patio de 1490 del convento primitivo.

El patio de 1490 del convento primitivo. / Juan Carlos Muñoz

La Congregación Filipense Hijas de María Dolorosa nace con la misión de atender a los pobres marginados, los jóvenes y mujeres excluidos socialmente. Su casa principal está en Sevilla, en el convento de Santa Isabel, desde donde se coordina una ingente labor social que se extiende por España, América y África. En la sede hispalense hay una veintena de religiosas cuya edad media es de 82 años, lo que les resulta un impedimento para atender cada día centenares de personas.

Las filipenses tienen aquí una casa hogar para mujeres, que es heredero de aquel de las “arrepentidas”, que no cuenta con subvenciones públicas, aunque las administraciones sí derivan a algunas personas que llegan a sus servicios sociales. También hay un hogar pare menores, en este caso concertado con la Junta de Andalucía. Ahora mismo albergan a cinco madres con seis hijos y a 16 menores.

Además, la comunidad cuenta con un colegio de primaria y secundaria que ha cumplido 150 años y que fue en su momento el centro femenino más antiguo de Sevilla. Ahora es mixto y en él estudian más de 300 menores. Las monjas también dispensan cada día unos 200 bocadillos y cuentan con un ropero para vestir a quien lo necesite. “Prácticamente todos los recursos se destinan a estas obras, por lo que no hay dinero para atender otras necesidades, como las restauraciones”, advierte Enrique García Cumbreras, miembro del equipo de Economía de la congregación. Hermandades como los Servitas, la Hiniesta o los Gitanos, se vuelcan con la ayuda a las monjas.

La historia de esta comunidad empieza en el año 1868. Madre María Dolores Márquez y Oñoro, niña que se quedó huérfana de pequeña, conoció al Padre García Tejero (filipense). En una confesión le dice que porqué no le ayuda a unirse a un grupo de catequistas que quieren ayudar a mujeres arrepentidas. En un primer momento se instalan en una casa en el barrio de Santa Cruz y empiezan a acoger mujeres, pero aquello pronto se queda pequeño. Tras un viaje de Madre María Dolores a Madrid vuelve con los papeles para fundar una orden, y el alcalde le concede ese primitivo convento fundado por Isabel de León. Nace así la rama femenina de los filipenses. La congregación sigue incansable con esa labor y orientación primitiva: acoger mujeres, niños maltratados, con problemas, etcétera.

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