En mitad del altiplano de Bolivia, Virginio (José Calcina) y Sisa (Luisa Quispe), una pareja de ancianos, sufren las consecuencias de la sequía. Ante unas condiciones de vida cada vez más duras y una salud que se resiente, su nieto (Santos Choque) viaja hasta el poblado para convencerles de las ventajas de la vida en la ciudad y conseguir su traslado.

De antecedentes fotográficos, Alejandro Loayza Grisi parte en su primer trabajo en el cine de esta estructura tan sencilla para abordar algunos de los temas más cruciales de la actualidad. El cambio climático y sus consecuencias, el abandono -también gubernamental- del campo, las dificultades de la tercera edad y las (irreconciliables) diferencias generacionales son expuestas por el realizador (a su vez guionista) con firmeza pero sin estridencias, con pulso firme pero evitando los aspavientos.

Más bien al contrario, es Utama una cinta de ritmo meloso, pero no lento, quizá no apta para todos los públicos por su minimalismo, pero cuidada y mimada hasta el extremo en su fotografía (de Bárbara Álvarez).

También la dirección de actores -no profesionales en el caso de la pareja protagonista- obtiene un resultado brillante, rebosante de verdad, con los diálogos contados, justos y precisos. Nada parece responderse en tres palabras si puede exponerse en dos.

Mientras, cada secuencia tiene una razón de ser, sumando puestas en escena deliciosas, con frecuentes travellings laterales, que nos sitúan en un punto medio entre el realismo mágico y la meditación. Lo mismo sucede con la banda sonora de Cergio Prudencio, que funciona como perfecto acompañamiento del conjunto.

Las tensiones familiares entre el trío protagonista aportan el extra de tensión y calidez en una cinta que, con todo, funciona a las mil maravillas y a la que resulta difícil poner un pero. El debut esperanzador y sorprendente de un cineasta a seguir.