Crónicas de otra Huelva

El origen de la alocución “estómagos agradecidos”

Julio César.

Julio César. / H.I. (Huelva)

Situar los ideales en el estómago ha sido, es y será muy usada por los míseros mortales. Hasta el honor, excepcional patrimonio espiritual, tiene tales contactos con la sentina del abdomen que pudiera llegarse a creer que el honor no es otra cosa que la perfecta acordancia de un estómago agradecido.

Una vez, allá por los tiempos casi legendarios de los Césares, Augustos, Cayos y Pompeyos, cuenta la Historia que hubo un movimiento de pretorianos, atentatorio contra la autoridad del César, por estimar que su honor había recibido grave ofensa al ser privilegiadas con señaladas mercedes las legiones de las colonias. Hubo hasta conatos de conspiración coaligados conatos con los tribunos del pueblo, alzamientos de esclavos. El honor de los pretorianos había sido vejado. Aquello era horrible, intolerable. El César tenía que pagar con su sangre la ofensa inferida. Pero el César, como digno precursor de los “duces” que habían de llenar de maquiavelismos las páginas del Cronicón del Renacimiento, conoció en categoría del honor de los pretorianos y cuando el peligro era mayor, cuando la sublevación era inminente, llamó a los guardadores del Tesoro y les hizo echar unos puñados de oro a los pretorianos. Sus “verdaderas aspiraciones” quedaban satisfechas. Besaron los pies del César y vieron sus ambiciones colmadas.

En tanto, los tribunos fueron perseguidos, los esclavos más humillados, y el mundo siguió su camino, legando a la posteridad un bello ejemplo de defensa del honor… y de la correlación entre el honor y el estómago.

Después del caso de estos pretorianos, en la Historia de los pueblos se han repetido hechos análogos a un dos por tres. Un poco de hacer memoria, lector, nos bastaría para presentar ejemplos próximos incontables, y quizás más vergonzantes que el de los pretorianos de las épocas pasadas.

PONCE BERNAL

Diario de Huelva, 10-12-1930

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