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EXIT ABOVE after the tempest | Crítica de danza

Energía joven para un mundo en descomposición

La geometría sigue siendo la base de los desplazamientos diseñados por Anne Teresa de Keersmaeker.

La geometría sigue siendo la base de los desplazamientos diseñados por Anne Teresa de Keersmaeker. / Anne van Aershot

El espectáculo se abre con un texto de Walter Benjamin sobre una obra de Paul Klee: Angelus Novus. Un ángel que parece mirar un mundo lleno de muerte y destrucción y que quisiera resucitar a los muertos y arreglar el desastre, pero una tormenta que llega del cielo lo separa del pasado y lo arrastra hacia el futuro. “Esa tormenta es el progreso”, dice Benjamin.

Anne Teresa de Keersmaeker, coreógrafa del espectáculo y fundadora de la compañía Rosas, asume la metáfora y coloca en escena a su ángel particular, un ángel urbano que baila break dance, hasta que la tormenta prometida, en forma de velo flotante, cae sobre el escenario y sobre sus trece habitantes.

El mundo heterogéneo y global que vivimos está magníficamente representado con once bailarines y bailarinas de mirada retadora y de países, complexiones, actitudes y lenguajes corporales diferentes. Mezclados entre estos, la compositora y cantante Meskerem Mees, flamenca de origen etíope, desgrana hermosas y desesperanzadoras canciones mientras que Carlos Garbin, con sus cuatro guitarras, nos sumerge en el mundo melancólico y misterioso del blues.

Todos caminan al ritmo del Walking Blues de Robert Johnson. Siguen caminando al ritmo de la música, solos o en grupos, como surgidos de una de las marchas de los rebeldes del pasado. El resultado es de una rara belleza, de una incomprensible armonía.

Al igual que el ángel de Klee, Keersmaeker, que sigue fiel a su diálogo con las estructuras musicales, a su ideal de abstracción y a su lenguaje, que parte de la sencilla marcha para llegar a secuencias increíblemente complejas, no ha podido quedarse en el pasado y, ante un futuro ignoto, se sumerge en el presente con todas sus consecuencias.

Y el presente es la energía inmensa de sus jóvenes bailarines, es una música que desde el blues y el pop llegará al rock o al techno. Las guitarras de Garbin nos hablan de mundos lejanos y familiares al mismo tiempo, pero entre ellos, aparecen los increíbles tracks creados por Jean Marie Aerts, fallecido hace una semana, otro de los pilares de este espectáculo que dedican a su memoria.

La danza se muestra a veces caótica, pero es solo apariencia ya que sigue los inextricables patrones geométricos dibujados en el suelo por la coreógrafa, como en aquel Drumming que acaban de reestrenar estudiantes de la P.A.R.T.S. procedentes del Conservatorio de París y de una Escuela de danza senegalesa.

Una danza rigurosa y exigente, pero que se deja permear por sus manifestaciones urbanas, por la samba, por la house, por la sudafricana pantsula… e incluso por las muecas y los vómitos. Porque cuando parece que está todo dicho, aparecen nuevas referencias.

La pieza está llena de sorpresas, al igual que la fundadora de Rosas quien, tras más de cuatro décadas en la brecha, sigue demostrando un talento único para la coreografía y una manera, europea sí, pero absolutamente integradora de mirar el mundo que la rodea y nos rodea.

EXIT ABOVe after the tempest no es precisamente un espectáculo ligero, ni optimista, pero es fascinante, vivo, purificador. Casi catártico. Y esta noche estará de nuevo en el Teatro Central.

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