Críticas

Christian Zacharias vuelve a triunfar frente a la OCG

  • El británico regresa al frente de la Orquesta Ciudad de Granada con un concierto que ha girado alrededor de Haydn y Brahms

Un momento del concierto celebrado en el Falla.

Un momento del concierto celebrado en el Falla. / OCG

La Orquesta Ciudad de Granada (OCG) recibe una vez más a uno de sus principales directores invitados, el británico Christian Zacharias. En esta ocasión ofreció junto con nuestra OCG un estudio del clasicismo musical a partir de la figura de Franz Joseph Haydn, así como de su recepción en la obra de Brahms. Además, como contrapunto expresivo y variado, incluyó una de las partituras más representativas de la música americana del siglo XX: la Primavera Apalache de Aaron Copland. Una OCG bien reforzada en todas sus secciones exploró la diversidad expresiva de este singular programa de la mano del experto director.

Christian Zacharias, conocido por su sensibilidad y profunda musicalidad como pianista, aporta sin embargo una perspectiva única cuando asume el rol de director. Su enfoque suele ser meticuloso y detallista, con especial atención a la claridad y equilibrio sonoro que enfatiza la transparencia de las líneas musicales y la cohesión estructural, permitiendo que el discurso fluya con naturalidad y que cada unidad temática brille con su propio carácter mientras mantiene una unidad general.

El concierto se abrió con Appalachian Spring, una de las obras más emblemáticas del compositor estadounidense Aaron Copland. Esta suite en un solo movimiento es un canto vibrante al espíritu pionero, una pieza que se adentra en las raíces más profundas de la América rural con una destreza y sensibilidad excepcionales. Copland, conocido por su habilidad para amalgamar la música clásica con elementos del folclor americano, encuentra en esta suite un terreno fértil para desplegar su inigualable talento narrativo a través de los sonidos. Desde sus primeros acordes, Zacharias extrajo una amplia paleta de matices tímbricos, hábilmente combinados en un equilibrio sumamente expresivo, para evocar una atmósfera de serena y bucólica, a partir de la cual fueron evolucionando los distintos motivos melódicos.

La obra, estrenada en 1944 y compuesta originalmente para un ballet encargado por Martha Graham, destila una pureza casi cinematográfica. Copland utiliza la instrumentación con una maestría que permite que cada timbre destaque en un momento determinado, algo que el director supo trabajar magistralmente ante una reforzada OCG, en la que destacaron sobremanera los vientos y la percusión. Cabría destacar la cita al himno "Simple Gifts", un viejo canto shaker que Copland incorpora magistralmente en la sección culminante de la obra, que concluye con el mismo tono pastoral con la que se iniciaba, en un giro cíclico que evidencia la atemporalidad de los sentimientos del autor.

Le siguió en el programa la escena de Berenice escrita por Franz Joseph Haydn, para cuya interpretación entró en escena la soprano Emöke Baráth. La intérprete, que fue avisada con tan solo una semana de antelación para sustituir a la artista prevista, que se excusó por enfermedad, desplegó no sólo un timbre de voz lleno de belleza y fuerza expresiva, sino que además demostró una presencia en la escena y una habilidad comunicativas dignas de los más grandes foros operísticos.

Cabe destacar en la escena interpretada el contraste entre la composición musical y la carga dramática del personaje de Berenice, que en la ópera Antígono de Franz Joseph Haydn -una trama de poder, amor y conflicto– es tratado con una sutileza casi sublime. Haydn, con su maestría habitual, no solo compone, sino que pinta, esculpe y danza entre las notas, haciendo de cada compás un reflejo de la psique de Berenice.

La protagonista Berenice, atrapada en un vórtice de emociones, se encuentra en una encrucijada de amor y deber que la soprano Emöke Baráth tradujo hábilmente y con una depuradísima técnica en una música que es tanto espejo del sentir del personaje como profecía de la tragedia que deberá afrontar. La orquestación no es meramente acompañamiento, y así fue entendida por Zacharias, que equilibró a la perfección la presencia de la voz principal con su réplica interna emanada de lo más profundo de la OCG. A través de la visión de Haydn, reinterpretada por el director, no solo vemos los contornos de un personaje histórico, sino que somos invitados a sentir el peso de su conflicto, a resonar con su dilema humano, tan antiguo como actual. La soprano recibió una prolongada ovación por su interpretación, lo que la animó a ofrecer como propina el recitativo y aria “Giunse alfin il momento” de Sussana, del acto cuarto de Las bodas de Fígaro de Mozart.

La segunda parte siguió la línea de exploración del estilo clásico a través de Haydn y su música. Primeramente, se interpretó la Sinfonía núm. 39 en Sol menor del autor vienés, una obra interesante dentro de su repertorio que fue compuesta en torno a 1765 y que se enmarca en el período Sturm und Drang (Tormenta e Ímpetu) de Haydn, caracterizado por una música más emocional y dramática. Esta sinfonía se destaca por su energía y dinamismo, empleando unidades temáticas diversas y una tonalidad menor, poco usual en el repertorio más temprano de Haydn, que ayudan a crear un tono más sombrío y apasionado. La interpretación de Zacharias de la obra supo extraer toda la capacidad expresiva de la OCG, y sirvió de preludio sonoro para la pieza que cerró el programa.

Finalmente, se interpretó las Variaciones sobre un tema de Haydn Op. 56a, compuestas por Johannes Brahms. Estas variaciones representan uno de los trabajos más célebres y refinados dentro del género de variaciones orquestales; en ellas Brahms, conocido por su meticulosa atención al detalle y su profundo respeto por los maestros clásicos, aborda un tema que supuestamente fue escrito por Joseph Haydn, aunque la autoría del tema original ha sido objeto de debate entre los musicólogos. En cualquier caso, Christian Zacharias usó la partitura para dar toda una lección de interpretación junto a la OCG, dotando cada nueva variación de la rítmica y carácter necesarios, y concluyendo con el solemne final en el que dentro de una gran riqueza y complejidad Brahms recapitula el tema y lo transforma en una passacaglia estilizada de gran belleza. El emocionante y poderoso clímax ofreció una resolución magistral a la suite de variaciones en una brillante interpretación fueron el detonante de una merecida y calurosa acogida por parte del público, algo ya habitual siempre que Zacharias vuelve a visitarnos.

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