Calle Rioja

Francisco Correal

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Faro de cristiandad en un mar de olivos

Efeméride. El próximo año se celebra el quinto centenario de la llegada de los franciscanos a Loreto y los 75 años de la coronación de la Virgen, patrona del Aljarafe y de la Aviación

Faro de cristiandad en un mar de olivos

Faro de cristiandad en un mar de olivos

UN milagro en medio del campo. Eso es el monasterio de Loreto. Que se prepara para dos conmemoraciones muy importantes el próximo año: el quinto centenario de la llegada de la comunidad franciscana, presente desde 1525 ininterrumpidamente salvo los años de la desamortización de Mendizábal, y los 75 años de la coronación de la Virgen de Loreto, hecho que tuvo lugar el 12 de noviembre de 1950, durante el pontificado de Pío XII.

Un Virgen fundamental en la historia del santuario y de todo el complejo espiritual y que es patrona del Aljarafe y de la Aviación. De la comarca, que agrupa una treintena de municipios, entre Camas y Villamanrique de la Condesa, lo es por razones obvias; el segundo patronazgo viene acompañado de una hermosa leyenda: dicen que los ángeles trasladaron piedra a piedra el monasterio de Nazaret hasta Loreto, ciudad italiana de la costa del Adriático.

Es un privilegio contar como guía e historiador de sus estancias con Fray Joaquín, superior (en esta orden se le llama guardián) de una comunidad de once franciscanos. Fueron muchos más, pero una de las peculiaridades de este lugar es que pese a sus amplias dimensiones todo él está en uso, con lo que eso supone de ahorro en tareas de restauración, limpieza y mantenimiento. Cuenta con lugares para el retiro, el silencio o la meditación cuyos usuarios se benefician del menú conventual, austero y con productos de la comarca; y con un pabellón para frailes ancianos o enfermos.

Históricamente, primero fue la torre. Una torre que luce espectacular pese a ser construida a mediados del siglo XIII, en 1252, cuatro años después de la conquista de Sevilla. Fernando III ordenó la construcción de una treintena en el Aljarafe, lugar estratégico, de las que sólo se conservan cinco. Después de la torre, viene la Virgen, de cuya aparición no constan documentos históricos. Una devoción que genera la construcción de una ermita, el primer lugar con connotaciones religiosas. Junto a la torre, se ven fornidas secuelas de lo que fue la Hacienda, compartida entre las casas nobiliarias del duque de Medina-Sidonia y el conde-duque de Olivares. Una de las señoras propietarias de la Hacienda, María de Manuel, cambió la vida mundana propia de su clase por una más recogida y terminó de clarisa en un convento de Sevilla. Antes, cedió la mitad de su espacio para la comunidad de franciscanos, la orden que fundara Francisco de Asís (1181-1226). Antes de Loreto (de Lauretum, Laurel) se llamó Valverde.

Del siglo XVI sólo permanecen el claustro, con sus árboles frutales y la torre como faro rural en un mar de olivos, y la iglesia primitiva, que en la actualidad es la sacristía. En la iglesia nueva, que es del siglo XVIII, se celebraba el día de nuestra visita una boda. “Cada vez se celebran menos”, dice Fray Joaquín. Antes del enlace, los participantes en esta visita asistimos a una Eucaristía oficiada por un sacerdote del Cachorro.

Una placa en uno de los patios recuerda que entre junio de 1615 y julio de 1616 se alojaron en el monasterio de Loreto los japoneses de la expedición keicho encabezada por el samurái Hasekuro Tsunenaga y el jesuita español Luis Sotelo. Formaban parte de un ambicioso proyecto de intercambio diplomático, cultural, económico y religioso que incluía sendas visitas al Rey de España y al Papa de Roma. La visita, en palabras de Fray Joaquín, fue “un estrepitoso fracaso” en los objetivos que se marcaron, pero dejó sin embargo la impronta de un reguero de Japones en Coria del Río, localidad que los recuerda con un monumento ribereño, novelas, documentales y una asociación de amistad Hispano-Japonesa. En la sacristía, iglesia primitiva de Loreto, la principal presencia japonesa no es la de la expedición keicho.

Estos viajeros, junto a los presentes para las autoridades que los iban a recibir, traían unos objetos muy especiales: las reliquias de cinco franciscanos, un jesuita y varios laicos martirizados en Nagasaki en 1598, el año que muere Felipe III. Esas reliquias, con los certificados de autenticidad correspondientes, están en la zona principal de la sacristía de Loreto y fueron entregadas al superior de entonces, Matías de Villalón. El monasterio cuenta con dos salas expositivas que se ampliarán a una tercera. Una cuenta con cálices, casullas y objetos de temática religiosa; la otra es una modesta pinacoteca con cuadros y esculturas. “Hay obras del círculo de Ocampo, del círculo de Cristóbal Ramos, mucho círculo pero ningún cuadrado”, bromea Fray Joaquín. Una sala que antes fue biblioteca, lugar de estudio de novicios o teólogos, espacio donde los frailes jugaban al ping-pong.

Hay dos lugares especialmente atractivos. En uno está el Archivo y la Biblioteca. Alumnos en prácticas de la Universidad de Sevilla han catalogado los libros de los siglos XVI, XVII, XVIII, XIX y 24.000 volúmenes del siglo XX. En el otro está el columbario con las cenizas de frailes de la comunidad franciscana o de personas vinculadas a la orden o a la comarca.

Una placa recuerda el paso por este monasterio de un franciscano muy singular. Francisco Solano (1549-1610), el Solano, permaneció siete meses viviendo en Loreto. Nació en Montilla y muere en Lima. El trayecto a la inversa de su contemporáneo el Inca Garcilaso (1539-1616), nacido en Lima, hijo de conquistador español y de princesa incaica, que llegó a Montilla y murió en Córdoba el 23 de abril de 1616, el mismo día que Miguel de Cervantes.

En la iglesia del siglo XVIII se celebran misas. La comunidad franciscana también se encarga de tareas pastorales en los municipios de Espartinas, al que pertenece el monasterio, y Umbrete. Siempre mantuvieron una relación muy estrecha con los Pickmann. Algunos de los familiares de la firma de la cerámica que se estableció en la Cartuja están enterrados en este santuario y Loreto cuenta con todos sus Archivos.

El recorrido por el monasterio de Loreto fue un regalo para los matrimonios del Proyecto Amor Conyugal. Antes se hizo una peregrinación por el camino de Villanueva del Ariscal, entre olivos y viñedos, con la presencia permanente de mariposas en el camino. Con la lectura del Rosario, que al ser sábado eran las Letanías Gozosas. Alegría al cuadrado. Pasaba gente paseando, haciendo ciclo-cross, como los de Emaús en bicicleta. Con el regalo de que el final de la peregrinación coincidió con la llegada de la novia en un coche antiguo conducido por una choferesa, celebrada con un “¡Vivan los novios!”. Amor conyugal con estafeta de Correos para la carta de san Pablo a los Corintios. Cuando Fray Joaquín explicaba el tránsito del siglo XIII al XVI en el monasterio, se oyeron aplausos procedentes de la iglesia. “Ya se han casado”, dijo el guardián de la orden franciscana. La jornada terminó con un ágape en uno de los claustros, donde la torre lleva ocho siglos dando sombra en este corazón del Aljarafe.

A la salida de Espartinas está la plaza de toros. Patria chica de Juan Antonio Ruiz Espartaco en una comarca que va de Camas a Villamanrique, es decir, desde Curro Romero a Pascual Márquez.

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