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Carlos Navarro Antolín

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Pedro, el inocente

Quien quiera creerse la epístola del amor está en su derecho, pues la inocencia es un blindaje para toda la vida Españoles de buena fe ante Pedro Sánchez

Pedro Sánchez.

Pedro Sánchez. / M. G.

No me fío de Pedro Sánchez. Hace tiempo que el presidente se encargó con denodado esfuerzo de perder la credibilidad. Allá quien quiera creerse la enternecedora alusión a su estado de hombre enamorado. El poder corrompe todo, como el dinero lo ensucia todo. Donde hay poder y dinero no suele haber sentimientos, sino intereses. Tal vez uno forme parte del porcentaje de españoles desconfiados, de esos que de vez en cuando reflejan los sondeos de Tezanos, ese hombre. Hay quien vende su alma al diablo por permanecer subido al machito. Y si tuviera dos almas vendía las dos. La vida pública está degradada porque todos los partidos se han empeñado en el objetivo. El presidente del Gobierno pide respeto. Sus afines, que tiene muchos más de los que algunos se imaginan, añoran ahora una perspectiva humana de la política, denuncian que jamás se ha atacado a un político como a Pedro Sánchez y piden que se deje fuera a la familia. No recuerdan la crueldad con la que la entonces oposición socialista erosionó a Suárez. Se olvidan del final del felipismo y aquella maniobra de acoso y derribo. Todos los que invocan la democracia para justificar pactos parlamentarios con los legatarios de ETA y con el separatismo confeso no se acuerdan de que la fiscalización del poder en todos sus órdenes y ámbitos también forma parte de la democracia. Solo el Papa es infalible. Y ya ven, por cierto, cómo le arrean los suyos. Dicen que jamás se ha arremetido contra un presidente con la saña que sufre el actual, cuando en realidad lo que nunca hemos visto es a la mujer de un jefe del Gobierno firmando cartas de recomendación para que una empresa sea subvencionada por acuerdo del consejo de ministros que preside su marido. Cuando menos no es estético, ni adecuado, ni procedente.

Piden un trato benévolo y especial para quien se ha mofado del líder de la oposición desde la tribuna del Congreso. El presidente se comportó como si fuera el líder de una pandilla que ridiculiza al gordito, al que tiene gafas o al que luce un lamparón de chocolate en la camiseta. El verdadero respeto no se impone ni se exige, se lo gana cada uno en su ámbito desde el primer minuto. Y en el caso de un presidente del Gobierno se adquiere con sentido de Estado, altura de miras y perfil institucional. Sánchez ha degradado el cargo porque probablemente se siente más cómodo con el estilo de forofo que con el de presidente de todos los españoles. Rajoy lo clavó con el título de su libro, porque esta política no es para adultos. Quien quiera creerse la epístola de Pedro está en su derecho. La inocencia es un blindaje. Yo sigo creyendo en los reyes magos.

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