En estación de tren Victoria Kent de Málaga no merece el abandono que denotan los recientes actos vandálicos. Pintadas, cristales rotos, y otros daños materiales nos muestran una imagen de nuestra ciudad que no queremos. Este escenario no es solo un problema estético o de gasto en reparaciones, es un reflejo de problemas sociales más profundos que necesitamos abordar.

En primer lugar, el vandalismo en infraestructuras públicas como Victoria Kent puede ser visto como un barómetro del descontento social y la desconexión entre los jóvenes y sus entornos urbanos. ¿Qué está fallando en Málaga para que sus propios habitantes desfiguren sus facilidades en lugar de valorarlas? Este acto de desprecio no solo destruye propiedades sino que, más preocupantemente, señala un fallo en inculcar respeto por lo público.

El mantenimiento y la seguridad en nuestras estaciones de tren no solo deberían ser una prioridad por comodidad o turismo, sino como una cuestión de orgullo ciudadano. No podemos permitir que estos espacios se conviertan en símbolos de negligencia, porque cada acto vandálico sin respuesta perpetúa la imagen de una Málaga descuidada y derrotada.

La respuesta a este vandalismo no puede limitarse a la reparación de los daños. Necesitamos una estrategia más robusta que incluya mayor vigilancia y, crucialmente, programas que acerquen a los jóvenes a los espacios públicos de una manera constructiva. Talleres, arte público participativo, y más oportunidades de empleo juvenil podrían ser parte de la solución.

También debemos preguntarnos cómo estamos comunicando el valor de estos espacios a los ciudadanos. No basta con construir y esperar que se respete; hay que integrar estos espacios en la vida diaria de la gente, mostrar su utilidad y su belleza, hacer que la comunidad se sienta parte de ellos.

Málaga tiene el potencial para ser un ejemplo de convivencia y modernidad, pero situaciones como las de Victoria Kent nos recuerdan que aún hay mucho trabajo por hacer. No dejemos que el vandalismo sea la cara de nuestra ciudad. Más allá de las reparaciones, necesitamos curar las heridas sociales que estos actos representan. Solo entonces podremos estar orgullosos del lugar que llamamos hogar.

Además, es fundamental que desde el ámbito político se tomen cartas en el asunto con seriedad y rapidez. La falta de una respuesta política adecuada frente al vandalismo no solo expone la vulnerabilidad de nuestras infraestructuras, sino también la falta de un plan de acción que proteja y valore el patrimonio urbano de Málaga. Se necesitan políticas que vayan más allá de la mera vigilancia, que incluyan educación cívica y participación comunitaria en los barrios más afectados por estos actos.

En este contexto, la comunidad también tiene un papel crucial. No podemos dejar toda la carga a las autoridades. La implicación ciudadana es clave para crear un entorno urbano que disuade el vandalismo mediante el fortalecimiento de un tejido social fuerte y comprometido.

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